En pleno ártico y a temperaturas bajo cero centígrados, una especie de amapola rodeada de filamentos lanosos para abrigarse, crece, florece y forma una semilla en el mes con más luz diurna en esa zona.
Los reptiles se adormecen cuando baja la temperatura de sus ambientes y las serpientes son tan vulnerables, que mueren a los diez minutos de ser expuestos a los rayos del sol. Los peces huyen de sus hábitat cuando se les modifica la temperatura en busca de uno con la única que pueden soportar. Los mamíferos y las aves se adaptan a los cambios climáticos pero sus termostatos, se vuelven inútiles a medida que el termómetro desciende por debajo del cero grado centígrado. Hay desde luego, excepciones que confirman la regla. Las plantas tropicales parecerían por una violenta deshidratación en Alaska pero hay otras que sólo prosperan en medio de estos extensos frigoríficos naturales.
La investigación empieza a dilucidar las razones por las cuales los pinos y demás coníferas en la compañía de árboles frutales, aguantan indemnes las nevadas de tres meses en zonas muy septentrionales. Los fisiólogos y los botánicos se confesaban estupefactos ante el poder de esas plantas para sobrevivir, sin el mínimo de calor para las reacciones de su protoplasma y la fabricación de los materiales de su crecimiento y la renovación de sus tejidos. Los experimentos de T. Trunova, especialista en esta área y sus colaboradores del Instituto de Fisiología de las Plantas, de la Unión Soviética, han dado nuevas luces, sobre la aclimatación de los vegetales.
En el Pico Bolívar de Mérida contemplaríamos muestras exactas de la vegetación tropical, subtropical, templada, sub-ártica y ártica a medida que fuéramos escalando. Con el fin de adecuarse a su respectiva franja térmica, las plantas echan mano de principios físicos-químicos, que despiertan el asombro de la Ciencia, porque así superan el riesgo del congelamiento que nuestros avanzados termostatos, no podrían impedir. Según la experiencia soviética, las células vegetales adaptadas a los suelos de Liberia, expulsan el agua de su protoplasma para mantener sus orgánulos intactos, aunque con motores apagados.
Los reptiles se adormecen cuando baja la temperatura de sus ambientes y las serpientes son tan vulnerables, que mueren a los diez minutos de ser expuestos a los rayos del sol. Los peces huyen de sus hábitat cuando se les modifica la temperatura en busca de uno con la única que pueden soportar. Los mamíferos y las aves se adaptan a los cambios climáticos pero sus termostatos, se vuelven inútiles a medida que el termómetro desciende por debajo del cero grado centígrado. Hay desde luego, excepciones que confirman la regla. Las plantas tropicales parecerían por una violenta deshidratación en Alaska pero hay otras que sólo prosperan en medio de estos extensos frigoríficos naturales.
La investigación empieza a dilucidar las razones por las cuales los pinos y demás coníferas en la compañía de árboles frutales, aguantan indemnes las nevadas de tres meses en zonas muy septentrionales. Los fisiólogos y los botánicos se confesaban estupefactos ante el poder de esas plantas para sobrevivir, sin el mínimo de calor para las reacciones de su protoplasma y la fabricación de los materiales de su crecimiento y la renovación de sus tejidos. Los experimentos de T. Trunova, especialista en esta área y sus colaboradores del Instituto de Fisiología de las Plantas, de la Unión Soviética, han dado nuevas luces, sobre la aclimatación de los vegetales.
En el Pico Bolívar de Mérida contemplaríamos muestras exactas de la vegetación tropical, subtropical, templada, sub-ártica y ártica a medida que fuéramos escalando. Con el fin de adecuarse a su respectiva franja térmica, las plantas echan mano de principios físicos-químicos, que despiertan el asombro de la Ciencia, porque así superan el riesgo del congelamiento que nuestros avanzados termostatos, no podrían impedir. Según la experiencia soviética, las células vegetales adaptadas a los suelos de Liberia, expulsan el agua de su protoplasma para mantener sus orgánulos intactos, aunque con motores apagados.
Las células de las raíces, tallos y ramas sin hojas, impiden la congelación, liberando el agua en partículas microscópicas, sin las cuales no se cristaliza.
Las grasas de sus membranas se solidifican aprovechando el frío para que no las desfigure la presión del hielo formado en los intersticios entre las células, con el agua arrojada de ellas. Demás, hay plantas que se valen del estado de sobrefusión del agua. Ya sabemos que ella se vuelve hielo a cero grados centígrado. Lo que ignoramos es que para que fin requiere partículas microscópicas o microorganismos en torno de los cuales se transforma en cristales. Recordemos que en las nubes el agua se mantiene en goticas líquidas a cuarenta y un grados bajo cero, hasta que se encuentra esas partículas en torno de las cuales se cristaliza para caer en nieve o en lluvia. Este es precisamente el estado de sobrefusión, clave de los manzanos y ciertos trigos para burlar el rigor mortal del frío extremo.
Los soviéticos han establecido también que hay hormonas estimulantes del crecimiento que se adormecen en el otoño al tiempo que se activan hormonas inhibidoras, que apagan la maquinaria fisiológica y abandonan a su suerte a las hojas que habrán de desprenderse. Sabemos, aunque no la hayamos visto, que al llegar la primavera los árboles se cubren sorpresivamente de flores, haciendo del paisaje una acuarela celestial. Ellas no surgen por encanto, pues son los botones que despiertan del sueño en que cayeron, apenas brotaron en el otoño anterior. ¿De qué modo se ha operado el maravilloso fenómeno?
Despuntan porque las hormonas inhibidoras se acuestan a reposar cuando reaparece la intensidad del brillo solar, mientras las hormonas estimulantes se levantan para prender máquinas y acelerarlas al máximo. Se valdrán de la savia azucarada que almacenarán en vísperas de la escasez. Ha sido usada también la propiedad de esa savia para permanecer semi-líquida, durante el imperio de las heladas. La agronomía moderna ha obrado el milagro de domesticar plantas tropicales como el maíz en zonas templadas. Pero la mayoría siguen resistiéndose a estos cambios. La violeta africana por ejemplo, no se reproduce por debajo de los 24 grados C y al tomate, según decir de los campesinos, se les queman las hojas y se atrofian por debajo de los 18 grados C. de igual modo las plantas acostumbradas a hibernar, necesitan pasar por el frío de las nieves para cumplir su ciclo biológico.
Las grasas de sus membranas se solidifican aprovechando el frío para que no las desfigure la presión del hielo formado en los intersticios entre las células, con el agua arrojada de ellas. Demás, hay plantas que se valen del estado de sobrefusión del agua. Ya sabemos que ella se vuelve hielo a cero grados centígrado. Lo que ignoramos es que para que fin requiere partículas microscópicas o microorganismos en torno de los cuales se transforma en cristales. Recordemos que en las nubes el agua se mantiene en goticas líquidas a cuarenta y un grados bajo cero, hasta que se encuentra esas partículas en torno de las cuales se cristaliza para caer en nieve o en lluvia. Este es precisamente el estado de sobrefusión, clave de los manzanos y ciertos trigos para burlar el rigor mortal del frío extremo.
Los soviéticos han establecido también que hay hormonas estimulantes del crecimiento que se adormecen en el otoño al tiempo que se activan hormonas inhibidoras, que apagan la maquinaria fisiológica y abandonan a su suerte a las hojas que habrán de desprenderse. Sabemos, aunque no la hayamos visto, que al llegar la primavera los árboles se cubren sorpresivamente de flores, haciendo del paisaje una acuarela celestial. Ellas no surgen por encanto, pues son los botones que despiertan del sueño en que cayeron, apenas brotaron en el otoño anterior. ¿De qué modo se ha operado el maravilloso fenómeno?
Despuntan porque las hormonas inhibidoras se acuestan a reposar cuando reaparece la intensidad del brillo solar, mientras las hormonas estimulantes se levantan para prender máquinas y acelerarlas al máximo. Se valdrán de la savia azucarada que almacenarán en vísperas de la escasez. Ha sido usada también la propiedad de esa savia para permanecer semi-líquida, durante el imperio de las heladas. La agronomía moderna ha obrado el milagro de domesticar plantas tropicales como el maíz en zonas templadas. Pero la mayoría siguen resistiéndose a estos cambios. La violeta africana por ejemplo, no se reproduce por debajo de los 24 grados C y al tomate, según decir de los campesinos, se les queman las hojas y se atrofian por debajo de los 18 grados C. de igual modo las plantas acostumbradas a hibernar, necesitan pasar por el frío de las nieves para cumplir su ciclo biológico.
La Ciencia Amena. Arístides Bastidas
23 de Diciembre de 1987
23 de Diciembre de 1987
2 comentarios:
Merry Christmas !
Frohe Weihnachten!
Viele Grüße!
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