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diciembre 30, 2019

En medio del hielo, sin abrigo y sin nuestros termostatos las plantas de climas templados jamás llegan a congelarse


En pleno ártico y a temperaturas bajo cero centígrados, una especie de amapola rodeada de filamentos lanosos para abrigarse, crece, florece y forma una semilla en el mes con más luz diurna en esa zona.


Los reptiles se adormecen cuando baja la temperatura de sus ambientes y las serpientes son tan vulnerables, que mueren a los diez minutos de ser expuestos a los rayos del sol. Los peces huyen de sus hábitat cuando se les modifica la temperatura en busca de uno con la única que pueden soportar. Los mamíferos y las aves se adaptan a los cambios climáticos pero sus termostatos, se vuelven inútiles a medida que el termómetro desciende por debajo del cero grado centígrado. Hay desde luego, excepciones que confirman la regla. Las plantas tropicales parecerían por una violenta deshidratación en Alaska pero hay otras que sólo prosperan en medio de estos extensos frigoríficos naturales.

La investigación empieza a dilucidar las razones por las cuales los pinos y demás coníferas en la compañía de árboles frutales, aguantan indemnes las nevadas de tres meses en zonas muy septentrionales. Los fisiólogos y los botánicos se confesaban estupefactos ante el poder de esas plantas para sobrevivir, sin el mínimo de calor para las reacciones de su protoplasma y la fabricación de los materiales de su crecimiento y la renovación de sus tejidos. Los experimentos de T. Trunova, especialista en esta área y sus colaboradores del Instituto de Fisiología de las Plantas, de la Unión Soviética, han dado nuevas luces, sobre la aclimatación de los vegetales.

En el Pico Bolívar de Mérida contemplaríamos muestras exactas de la vegetación tropical, subtropical, templada, sub-ártica y ártica a medida que fuéramos escalando. Con el fin de adecuarse a su respectiva franja térmica, las plantas echan mano de principios físicos-químicos, que despiertan el asombro de la Ciencia, porque así superan el riesgo del congelamiento que nuestros avanzados termostatos, no podrían impedir. Según la experiencia soviética, las células vegetales adaptadas a los suelos de Liberia, expulsan el agua de su protoplasma para mantener sus orgánulos intactos, aunque con motores apagados.
Las células de las raíces, tallos y ramas sin hojas, impiden la congelación, liberando el agua en partículas microscópicas, sin las cuales no se cristaliza.

Las grasas de sus membranas se solidifican aprovechando el frío para que no las desfigure la presión del hielo formado en los intersticios entre las células, con el agua arrojada de ellas. Demás, hay plantas que se valen del estado de sobrefusión del agua. Ya sabemos que ella se vuelve hielo a cero grados centígrado. Lo que ignoramos es que para que fin requiere partículas microscópicas o microorganismos en torno de los cuales se transforma en cristales. Recordemos que en las nubes el agua se mantiene en goticas líquidas a cuarenta y un grados bajo cero, hasta que se encuentra esas partículas en torno de las cuales se cristaliza para caer en nieve o en lluvia. Este es precisamente el estado de sobrefusión, clave de los manzanos y ciertos trigos para burlar el rigor mortal del frío extremo.

Los soviéticos han establecido también que hay hormonas estimulantes del crecimiento que se adormecen en el otoño al tiempo que se activan hormonas inhibidoras, que apagan la maquinaria fisiológica y abandonan a su suerte a las hojas que habrán de desprenderse. Sabemos, aunque no la hayamos visto, que al llegar la primavera los árboles se cubren sorpresivamente de flores, haciendo del paisaje una acuarela celestial. Ellas no surgen por encanto, pues son los botones que despiertan del sueño en que cayeron, apenas brotaron en el otoño anterior. ¿De qué modo se ha operado el maravilloso fenómeno?

Despuntan porque las hormonas inhibidoras se acuestan a reposar cuando reaparece la intensidad del brillo solar, mientras las hormonas estimulantes se levantan para prender máquinas y acelerarlas al máximo. Se valdrán de la savia azucarada que almacenarán en vísperas de la escasez. Ha sido usada también la propiedad de esa savia para permanecer semi-líquida, durante el imperio de las heladas. La agronomía moderna ha obrado el milagro de domesticar plantas tropicales como el maíz en zonas templadas. Pero la mayoría siguen resistiéndose a estos cambios. La violeta africana por ejemplo, no se reproduce por debajo de los 24 grados C y al tomate, según decir de los campesinos, se les queman las hojas y se atrofian por debajo de los 18 grados C. de igual modo las plantas acostumbradas a hibernar, necesitan pasar por el frío de las nieves para cumplir su ciclo biológico.

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas
23 de Diciembre de 1987


diciembre 02, 2019

El arbolillo de la adormidera no tiene que ver para nada con la torva manipulación de las drogas útiles que producen.

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
2 de Diciembre de 1981


La adormidera no crece nunca más de 120 cms., y las llamadas cabezas, de donde se saca el opio, no son más que las cápsulas dehiscentes o indehiscentes en que guardan sus semilas.


Los chinos cargan ante nosotros con la culpa del opio. Nada más injusto porque entre las naciones del mundo antíguo, la suya fue la última en conocer los poderes narcóticos de esta droga y el nefasto poder que ella desata. La planta de donde se extrae ese producto, es un arbolillo simpático aspecto con su altura de un metro y su follaje simetricamente redondeado. Pertenece a una de las seiscientas especies que forman la familia de las papaveráceas, la mayoría de las cuales son inofensivas y pueblan los jardines públicos y privados de los europeos, donde ostentan la hermosura de grandes flores de diversos colores. Ese despliegue luce un tanto exagerado o generoso, porque ellas son hermafroditas y no necesitan tentar much0 a los insectos para que las fecunden puesto que pueden hacerlo por sí mismas.

Los primeros en aplicar los peligrosos dones de la adormidera, que tal es el arbolillo aludido, fueron pueblos del mediterránea como Egipto y Grecia. Parece que Hipocrátes y sus discípulos recetaban el opio contra los dolores y el insomnio. Es posible que el gran médico notara los riesgos de esta sustancia y se lo advirtiera a sus contemporáneos, pues la adormidera está dedicada en la mitología griega a Nix, Diosa de la noche, y a Tabhato, Dios de la Muerte. Es de preguntarse como hicieron aquellas culturas para descubrir las excepcionales propiedades de este vegetal. El opio no se obtiene ni de las hojas, ni de las raíces, ni de la corteza, ni de las semillas de la planta. Cuando la cápsula redonda u ovoide que las contiene se pone pintona, se le hacen cortes de los cuales se desprende un látex blanco que, en contacto con el aire, se espesa, se solidifica y toma un aspecto pardo. En estas condiciones queda listo para ofrecer sus cualidades, en el caso de que sea científicamente dosificado. Mezclándolo con otros componentes daba lugar al láudano, un líquido con que se atenuaban el sufrimiento de los heridos en las guerras de antaño. La química moderna analizó el contenido del expresado látex consiguiéndose para su grata sorpresa, con un muestrario de sabios compuestos.

Se trata de la codeina, la tebaína, la narcotina, la narceína, la papaverina y la morfina. Obsérvese que el nombre de la última se deriva de Morfeo, la deidad pagana del sueño. Ahora bien, los compuestos en cuestión, tienen un rol en la moderna farmacología, a través de la cual rinden un tributo invalorable a la salud. En consecuencia, ese surtido de drogas que hay en la adormidera, fue previsto por la naturaleza para el bien exclusivamente. Una vez más contemplamos la tendencia del hombre a distorsionar los sanos cometidos de la biología. Los habitantes del extremo Oriente vinieron a conocer estas características de la pequeña planta en el siglo XV, pues hasta entonces la habían observado como nosotros al monte.



Téofilo Gautier el atrevido escritor y poeta francés.


Al igual que sus hermanos, la adormidera ofrece flores con los dos sexos, con matices que van del blanco al rosado, al rojo y al morado. En sus órganos femeninos cargan una placenta que dará lugar a la envoltura o cápsula, en cuyo interior se anidarán las semillas blancas u oscuras, de las cuales se extrae un aceite destinados a diversos fines, incluso el de servir como combustible. Fue en el siglo XVIII cuando los chinos copiaron de los persas y de los hindúes, el hábito de fumar opio en largas y lujosas pipas, con el objeto de alcanzar un profundo sueño poblado de fantásticas alucinaciones y de escenificaciones que las víctimas consideraban fascinantes.

Los británicos apenas extendieron su imperio al Asia, afianzaron este vicio en sus moradores con sistas a disfrutar de la alta rentabilidad del negocio. En 1839, la "East Indian Company" protestó porque al principio de la libre empresa era violado por la prohibición del consumo de opio en China, impuesta por el emperador Lin Tsou Sui. El Reino Unido desató la guerra del opio que terminó en 1842 con la capitulación de China y su compromiso de comprar Stocks de la droga sin mercado, que la expresada compañía guardaba en Bengal. Hoy funcionan transnacionales de las drogas con una base en Turquía, que emplean censurablemente desde luego los grandes adelantos de la química para aislar los mortales estupefacientes que distribuyen a través del más respetado de los contrabandos.

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