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diciembre 13, 2004

Después de que la hemos usado la energía sigue existiendo sin permitir que la concentren para volverla a aprovechar.

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 13 de Diciembre de 1983

En los cambios de una energía a otra se pierde algo de calor, el cual se dispersa en la atmósfera de un modo tal que ya nadie podrá volverlo a concentrar para que haga algún trabajo.

Ya conocemos el principio de que la energía no se desgasta cuando la usamos, sino que cambia de manifestaciones y se dispersa de tal modo que es imposible reciclarla. Sólo concentrada puede ayudarnos en los cometidos de la vida diaria. Las plantas saben eso y han desarrollado la tecnología que sólo ellas dominan, de concentrar y dispersar luz solar en los mínimos paquetitos de las moléculas de los carbohidratos y azucares, donde la misma es encarcelada pero en forma de energía química. Cuando esos paquetitos llegan a las mitocondrias de nuestras células, son despojados por el oxígeno de tal energía, para emplearla en mantener nuestra temperatura, la acción de nuestros músculos y la fabricación de los tejidos de crecimiento y de reemplazo.


El calor de una vela podría servir para encender un cigarrillo pero el mortífero calor de éste sería insuficiente para prender una vela.


Si al local de una cocina con la temperatura ambiente de veinte grados centígrados le extrajéramos el calor hasta unos ochenta grados bajo cero, para concentrarlo en una hornilla, tendríamos el calor necesario para tostar unos sándwiches, freír unos huevos y hacer varios bistecks, pero repito, la energía no acepta más envasamientos que los naturales. Es conocida la comparación que se le hace con el caudal de un río. Mientras descienda tendrá la fuerza necesaria para mover turbinas y generar electricidad, pero al desembocar en el mar o en un lago en el que el agua adopte un mismo nivel, ya no podrá prestar tales servicios.

La energía se expresa en una relación de mayor a menor. Si esta no existe, la energía sigue presente, pero ya no se puede emplear. Transferimos el calor de la llama al agua que empieza a hervir y el de esta a la carne y a las verduras que vamos a sancochar. Pero no podríamos transferir la temperatura de la carne y las verduras al agua hirviendo ni los 100 ºC de esta a los 500 grados de la hornilla. Una llama y un hierro al rojo vivo con los mismos grados de calor, no se harían nada y seguirían iguales aunque estuvieran en el más estrecho contacto.

Según los entropistas, la energía podría llegar al caso de que no puede transferirse porque en su totalidad tiene la misma temperatura; no podría hacer trabajo porque no puede ir de un lugar a otro, como tampoco puede hacerlo el agua de un río que se ha empozado. Esto ha dado lugar a la idea pesimista de que el universo es mortal. Pero hay quienes consideran infundada esta apreciación, dado el misterioso origen de la potente energía calórica y luminosa de las estrellas, desde el momento mismo en que el polvo y los gases que la formaron, fueron comprimidos por la fuerza de la gravitación universal que no cesó de intrigar a Einstein hasta los últimos días de su existencia.



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