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agosto 31, 2007

Deprimidos porque los habían desalojados de los árboles, nuestros abuelos conquistaron el actual modo de vivir

No se ha establecido con exactitud si la actual especie del homo sapiens en la misma homo erectus que aquí vemos, o si son diferentes, aunque del mismo linaje.

Todo parece indicar que un factor importante de la evolución durante la que el animal se transformó en hombre, fue la profunda depresión que experimentaron los velludos tatarabuelos de nuestra especie, cuando fueron desalojados de los árboles por los monos, cuya destreza en ese medio era tan grande que no admitían competidores. Obligados a morar en el suelo nuestros antecesores perdieron sus facultades de braceadores, tan admirables en los actuales gibones, mientras sus manos traseras se iban convirtiendo en pies para caminar en pos de los frutos caídos, que constituían su principal fuente de alimentación. Así, los antiguos compañeros de los simios adquirieron una nueva forma de vivir.
Sin saberlo, la adversidad sufrida cuando tuvieron que dejar la existencia semiaérea, los había conducido a una situación, en la que se destacaban ventajas como la marcha bípeda, la fabricación de herramientas iniciada con el empleo de palos y piedras para defenderse y el arte de la caza que comenzara con tan precarias armas. A estas alturas y quizá por la falta de frutas que recoger en las heladas invernales, aquellos antepasados se habían vuelto omnívoros, incorporando a su mesa la carne de los pequeños animales, los únicos que hace millones de años podía atrapar con sus instrumentos, cada vez más diversificados y más útiles.


El hombre prehistórico pudo hacer herramientas por su capacida para juntar el pulgar con la yema de sus dedos. Este trabajo a su vez determinó el crecimiento de su cerebro.

Por el Africa Meridional corretearon, aunque con dificultad, hombrecitos con la tallas y el peso de niños de ocho a diez años. Su cerebro era desde luego mucho menos pesado, pero les bastaba para el desarrollo de una inteligencia, ostensiblemente superior a la de las criaturas que lo rodeaban, incluyendo sus corpulentos depredadores. Es probable que nuestros remotos antecesores utilizaran sus colmillos contra sus enemigos, como lo hacen los gorilas, pues no los necesitaban para su dieta exclusivamente arbórea. Sin embargo, los australopitecus que sabían protegerse con sus tácticas de superdotados de la selva y la sabana, sí utilizaban los caninos para desgarrar las presas y arrancarlas.

Hay dudas acerca de la descendencia de estos homínidos, pero no faltan científicos que consideran el llamado homo erectus, cuyos restos se han localizado al norte de Africa, en Java, en Pekín, como una especie hija de aquella y por supuesto, más adelantada. Su bóveda craneal era mayor que la de los enanitos que le precedieran, y su cerebro poseía zonas con que recordamos, planificamos, nos comunicamos y observamos cuidadosamente. Estas características habrían de ser muy determinantes en la predisposición a vivir en sociedad que tuvieron aquellos hombres de hace quinientos mil años.

Ellos crearon una variada utilería con piedra tallada y garrotes. En los estratos geológicos de ese período se han conseguido grandes tajadores de carne, lanzas y hachas que les servían para matar animales robustos como ciervos, rinocerontes y elefantes. Esta caza al por mayor reclamaba el trabajo colectivo y la necesidad de usar la voz para emitir señales audibles de precaución, de alerta, de ordenar el ataque, las cuales estuvieron entre las primeras palabras del primer lenguaje humano. En este nivel el hombre prehistórico diseñaba estrategias, como la de arrear hacia un precipicio o hacia un pantano al mamut o al reno que quería cobrar.

En resumen, el bípedo primitivo no afrontó la primera depresión al principio anotada, sino otras como la orfandad de la intemperie, su condición inerme ante el poder de sus depredadores, la carestía de alimentos cuando comía sólo las frutas y así sucesivamente, Supo superarlas todas disputándole las cuevas a los cuadrúpedos que las habitaban, aprendiendo a comer carne junto con los modos de conseguirla y a cambiar de hábitat desplazándose por las enormes extensiones de Africa, Asia y Europa. En fin, el hombre prehistórico se sobrepuso a sus contrariedades, luchando con exitosa tenacidad a fin de sobrevivir. De ese modo obligó a sus genes a crear un cerebro cada vez mayor y más competente, que no es otro que el que tenemos hoy.

agosto 11, 2007

En el mundo irracional las criaturas hacen pactos para ayudarse unas veces o para tolerarse otras

Los venenosos tentáculos de los anémonasson para el pez damisela, como inocentes verjas, Se asoma por ellascon la esperanza de divisar candidatos a caer en la trampa.

Se dice que la ganadería lechera es e`plotada por hormigas, que obtienen gotas azucaradas de sus protegidos, los vulnerables pulgones que viven de lo que chupan a los árboles.

Abundan los vínculos de permanente cooperación entre los más opuestos seres vivientes. Sabemos que en un sistema normal de sabana, cuando los herbívoros se comen el pasto, cumplen un rol similar al de los jardineros cuando podan las plantas. Hay relaciones más particulares y menos frecuentes, por lo cual resultan más interesantes. El cangrejo ermitaño protagoniza toda una aventura para buscarse una socia de por vida, con la que no podría casarse ni tener hijos porque pertenece a otro género, a otra especie, a otra familia y a otro orden. Este crustáceo tiene una coraza chucuta, que le deja afuera el equivalente a tiernos glúteos, una verdadera tentación para sus depredadores.

A sabiendas de esto el animal se mide en el fondo marino un sin fin de conchas de caracoles hasta que consigue la que le calza bien. Luego visita una concentración de anémonas, donde sellará un pacto con la que entienda mejor. Esta se instalará en la concha de caracol, de donde protegerá con sus ortigas venenosas a su amigo, a cambio de la movilización que éste le brinda y de compartir los productos de la pesca recíproca. En nuestro llano los vacunos comen confortablemente, cuando a ambos lados de sus belfos marchan garcitas que deboran en un santiamén los insectos agresivos que con sus picadas, ulcerarían los hocicos de las reses.

Los bachacos no comen las hojas que expolian de los árboles y a los cultivos. Siembran en ellas ciertos hongos, que al multiplicarse les servirán de rico nutrientes en sus colonias subterráneas. Son como se ve, agricultores que suelen destruir el trabajo de los colegas humanos. Los líquenes resultan de la alianza de un alga que aporta los carbohidratos energéticos del negocio, y un hongo que ofrece la humedad y los minerales de una savia inorgánica. Este acuerdo mutuo se reitera en muchos otros casos del reino vegetal. Los micorrizas le hacen el mismo servicio a raíces de árboles desprovistos de raicillas o pelillos, para atrapar por ósmosis las sustancias disueltas en el agua de suelo.

Aquí en Venezuela nos habríamos valido de entendimientos como éste en la lucha conservacionista. Se ha teorizado que el milagro de los doscientos millones de pinos caribes en el otrora desierto de Uverito contó con una simbiosis imprevista pero ideal: la de hongos específicos que entregan a las raíces de la conífera los minerales de la arena desintegrada, a cambio de la savia orgánica y materiales para su crecimiento. Son llamativas las bufagas, pájaros africanos, cuyos picos son tenazas apropiadas para sacarle al ganado las garrapatas y otros parásitos con que se alimentan. Pues bien además de higienistas expertos , estos pájaros son agradecidos, pues lanzan típicos chillidos de alarma, al rebaño cuando descubren a un tigre o a un león al asecho en los alrededores.
Otro habitante del mar que se las arregla para que lo protejan sin pagar mucho por ello, es el pez damisela. A veces captura una pequeña presa y vuelve a los brazos de la anémona que lo aloja. En otras ocasiones atrae como cebo viviente a un depredador, al que sí le hará efecto el poderoso veneno de la anémona la cual obtiene así comida para ella y para su mimado inquilino. Es curiosa la circunstancia de que sólo está inmunizado contra el tóxico de su protectora, pues parecería si fuera a refugiarse por equivocación , en los brazos de otra, que a su vez sólo daría amparo a su pez damisela elegido, no a otro. ¿Cómo lo reconocen, sin ojos y sin olfato?.

Anteriormente comprobé que aunque los tiburones no son nada caballeros, les sobran escuderos. No obstante, osaré mencionarlos de nuevo. La única tolerancia que se les conoce es la que dispensan a los peces pilotos de apenas treinta centímetros de longitud. Parece incierta la versión de que nadando debajo de la cabeza de los escualos, los guíen y los sigan incondicionalmente. En esta relación el interés de los pequeños es de comerse las migas dejadas por los grandes. Esto explicaría su oportunismo de cambiar de patrocinante cuando hay otro que está más cerca de la pieza descuartizada. No me costó mucho encontrar este ejemplo del anticientífico desinterés de estos señores acolmillados, que por lo que me pasó al aludirlos son tan respetables en el agua como en la tierra.

agosto 06, 2007

A pesar de sus liras y arpas los monodias de los griegos nos darían la misma impresión que el canto de las chicharras.

Los sacos aéreos hacen vibrar una membraba con poderosos núsculos- ¿Cuál es la finalidad de este canto de los machos, si al parecer sus hembras no lo hoyen y además lo siguen interpretando después del acoplamiento?


En la mayoría de los insectos, la larva u oruga que sale del huevo, no se parece en nada ni a su papá ni a su mamá. Es una máquina devoradora del vegetal que su preferencia, hasta que debidamente abastecida, inicia un ayuno particularmente sacrificado, porque en tal período sus engranajes genéticos trabajarán aceleradas e ininterrumpidamente. Tienen que hacerlo así porque de otra manera no podrían producir en el plazo prefijado el capullo inerte y la ninfa que lo habitará y que en su fase culminante se transformará en imago, es decir en adulto. Está metamorfosis es completa y distinta de la que adoptan las chicharras o cigarras, integrantes de una familia con cuatrocientas veinte especies.

Las que en ciertas temporadas nos aturden con sus monótonos chillidos, están entre las de las zonas tropicales y calientes, pues la minoría de ellas se adaptaron, nadie podrí decir cuando, a los climas templados de Europa. Las de parejas calientes descienden al igual de sus hermanas del viejo continente y de Norteamérica, de tatarabuelas que tuvieron la resistencia necesaria para sobrevivir a las glaciaciones durante el frío de los polos se extendió a grandes áreas del planeta. Sería interesante definir la función ecológica de este insecto , que se ha defendido de sus enemigos sepultándose la mayor parte de su vida y proliferando copiosamente.

Las chicharras están entre los nemípteros, caracterizados por dos pares de alas y un pitillo portátil para chupar la savia de las plantas en las que moran como huéspedes de una pensión en la que adeudan todos los servicios recibidos. Muchas veces cuando más nutridas están, pagan ese pecado con sus propias vidas, ya cuando alivian el apetito de pájaros glotones, ya cuando otros animales como ciertas arañas, las succionan dejándolas vacías después de matarlas tomándolas por la región en que se unen la cabeza con el tórax. Así, y por deshidratación, se explican los exoesqueletos momificados en tal forma que la cigarra parece viva.

La ninfa de las chicharras es un adulto en miniatura la cual abandona el cascárón, después de haberse formado sin alimentarse y consumiendo sus propios tejidos.

Los griegos tenían a las chicharras como símbolo de los poetas ramplones y los músicos malos. No tenían mucha autoridad para juzgar a los artistas de la melodía, la armonía y el contrapunto, porque aunque tuvieron arpas, laudes y flautas, sus interpretaciones eran casi tan monótonas como el canto de estas divas. Creo que dije mal porque no tienen una voz que les salga de la garganta como las contraltos, ni un sonido violinístico como el de los grillos. Las chicharras serían más bien las encargadas de los timbales de una orquesta, ya que dan sus conciertos mediante vibraciones en membranas tensas, que tienen en la unión del pecho con el abdomen, donde hay un par de mínimas aberturas que actúan como altoparlantes.

Su disfrute del amor es efímero, porque igual que el resto de los insectos basta un solo intercambio sexual para que los huevos queden fecundados. Esto les pasa también a las gallinas que no obstante aceptan de buena gana los nuevos cortejos debido al insaciable erotismo de su sultán. Antes de comenzar sus estribillos, las chicharras cavan hendiduras que servirán de incubadoras en la corteza de las ramas arbóreas. Luego olvidadas de que en este mundo hay que comer y beber para vivir, desgastarán sus energías chillando hasta morir en un lapso no mayor de una semana, pero cuando habrán asegurado la perpetuidad de sus cromosomas.

En efecto, de los huevos nacerán larvas que a las seis semanas abandonarán su envoltura con un diseño igual al de sus padres. Con dos patas traseras parecidas a palas, cavarán la tierra y allí estas ninfas se dedicarán a vivir expoliando la savia de las raíces de su forzado anfitrión. Al vencerse un caprichoso ciclo de meses o de años, según la especie, dejarán su morada subterránea para escenificar el episodio final que ya describimos. Fedro, el fabulista imitador de Esopo, habla de diosas que convirtieron a sus admiradores en chicharras. Censurando a gentes que acostumbraban comérselas. Eliano, autor romano de un libro sobre los animales, dijo: “¿Ignoran acaso estos hombres voraces que ofenden a las Musas, hijas de Júpiter?”.

agosto 01, 2007

El camuflaje usado por ejércitos en guerra fue un invento de la naturaleza pero con buenas intenciones.

Aunque el dibujo de la cabeza de un búho es plano en las alas de una mariposa, espanta pájaros que quisiera comérsela, porque ellos no ven en tres dimensiones.



El camaleón nio es un as de la acuarela, pero en una emergencia puede pasar de gris a marrón, al verde y al amarillo.


Ya sabemos que los seres vivos tienen, nadie sabe donde, servicios que vigilan continuamente el medio foráneo. Así detectan los riesgos que, para sus especies, pudieran derivarse de los cambios ambientales. Esos invisibles observadores de las condiciones externas presentan informes muy precisos a los genes, para que éstos hagan las mutaciones necesarias para las adaptaciones . Entre éstas se distingue la del mimetismo, mediante el cual ciertos animales engañan a sus depredadores para que no se los coman, o disimulan su presencia frente a las presas que esperan devorar. Al igual que la guerra en la selva, el camuflaje es una táctica muy efectiva a los efectos d la defensa o el ataque.

Las manchas negras y amarillas de los tigres responden a la intención de pasar inadvertidos en los claros y sombras del follaje durante el día, mientras acechan a un desprevenido antílope en el Africa o a un venado inocente en las sabanas del llano. Las pacíficas jirafas y las nerviosas cebras utilizan un diseño parecido, para que el felino enemigo no pueda divisarlas bien el un primer golpe de vista. La pelambre blanca del oso polar es para que la liebre de las nieves lo confunda con el paisaje, pero a su vez ella busca protegerse utilizando el mismo ardid. Uno se pregunta quien es el que en el organismo de los animales, da las instrucciones para que se produzca la mimetización.

Podríamos decir que los cinco sentidos comunican, a través del sistema neurovegetativo, la información de los hechos extraños en el ambiente, a fin de que adopten las previsiones del caso. Sin embargo, ¿cómo hacen las plantas carnívoras para que sus hojas finjan una ingenuidad, tras la que ocultan trampas mortales en las que caen los animalejos de que se alimentan? ¿Cómo hizo cierta orquídea, que tampoco tiene sistema nervioso, para imitar la forma de la hembra del insecto enamoradizo que la fecunda al intentar con ella una cópula imposible?. Esto indicaría que hay otra inteligencia, además de la que se hospeda en la sustancia gris.

En el mar los tiburones y los cachalotes se fían exclusivamente en su fuerza, en sus fauces y en sus habilidades de campeones de natación. No usan el mimetismo para pescar su alimentación sin mayores dificultades y no tienen nada que temer. Hay ciertas rayas que, aunque disponen de una ponzoña letal, se acuestan sobre el lecho marino, en el que se quedan tan quietas como las arenas. Pero de allí saltan velozmente ante el pez incauto que aguarda. Hay un tipo de agujas acuáticas a las que ni la mirada de un lince podría diferenciar de algas en las que se refugian. En nuestros ríos hay una especie de peces pequeños llamados “dardos de agua dulce” que se hunden en el limo, cuyo color han tomado para que se olviden de ellos.

El camaleón es muy popular como el abanderado número uno del mimetismo, porque tiene un sistema de células cromáticas que le permiten adoptar un color aproximado del lugar en que se halla. Aplica este don en aras de su supervivencia y con absoluta honestidad, por lo cual es injusto que se le compare con los políticos tránsfugas que están siempre al lado del que tiene el mando. No obstante la eficiencia del camaleón en este arte, los grandes campeones del mimetismo están en el mundo de los insectos. Mucho de los gusanos o larvas se tiñen de verde para que no los distingan de la hoja en que están posados mientras se la comen.

Hay cerbatanas con el aspecto de palitos secos en contraste con las que parecen palitos verdes y alas que lucen como hojitas tiernas. Hay que fijarse muy bien para distinguir las chicharras en las cortezas secas de los árboles donde se instalan. Recuérdese, que los chinches, tan doctos en el uso de ciertos aromas como arma defensiva, son verdes cuando viven en el follaje tierno y moteados en la concha de los troncos. Esta es también la razón de los distintos colores de los grillos. Por último, hay unos insectos parecidos a las espinas de los rosales, mariposas matutinas con el amarillo centelleante del Sol que está saliendo, y otras menos poéticas que al desplegar sus alas muestran los ojos inquietantes de cualquier lechuza.

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