La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 18 de Octubre de 1991
Un día tal como hoy, 18 de Octubre de 1991
Poca gente sabe que sin la actividad y el aporte de un órgano no mayor que un garbanzo, serian vanos los seis millones y pico de latidos diarios que da el corazón. Desde que hasta el vaticano reconoció que una persona descerebrada está muerte aunque le funcione bien el aparato circulatorio, se ha convenido en que el corazón por si mismo, nunca ha sido el verdadero eje de la vida. Es más, en la plenitud de nuestra conciencia seríamos semi-inertes, de no ser por la acción de una estructura tan chiquita. Está alojada en una pequeña concavidad encima de los conductos nasales, la cual es conocida como la silla turca. Es dependiente del cerebro pero sus poderes son comparables a los de la gerente general de un gran complejo fabril.
He aludido a la hipófisis, comandante suprema de las glándulas endocrinas caracterizadas por el arte de producir hormonas y verterlas directamente en la sangre. La hipófisis o pituitaria, dispone de dos compartimientos o lóbulos, cada uno pesa 25 centigramos. El delantero genera sin embargo la somatotropina, regidora del crecimiento y cuyo exceso ha dado lugar a gigantes humanos. Uno de ellos fue el boxeador Primo Carnera, que pesaba 155 kilos y medía 2 metros 20. De esa parte de la hipófisis salen también, previas órdenes del hipotálamo, otra región del cerebro, hormonas específicas que le dicen qué debe hacer, cuándo y cómo, a la tiroides, a las suprarrenales, a los testículos y a los ovarios.
Véase pues que estas otras glándulas endocrinas no son tan autónomas como antes se creyera, pues tienen a quien obedecer. Las paratiroides están en el cuello y se relacionan con el manejo del calcio, del fósforo y por ende, con la fabricación de los huesos. Tienen mucho que ver, además, con la diaria renovación de estos. Es por eso que cada once años nuestro esqueleto es sustituido del anterior. La tiroides, también en el cuello y con forma de mariposa afín al yodo, dirige el metabolismo. Este es el proceso mediante el cual nacen unas células y mueren las viejas. En el polo norte de cada riñón cabalgan sendas cápsulas chiquitas y con forma de maníes. Son las glándulas suprarrenales que en su capa externa o corteza segregan hormonas que retienen el agua, la sal común y eliminan el potasio sobrante.
En su capa intermedia elaboran una cortisona que no deja las secuelas de la que venden en las boticas. En el centro de cada suprarrenal hay un tejido distinto igual al del sistema nervioso. Es la médula que las emergencias, nos prepara tanto mental como físicamente, para enfrentarlas. Nos suministra la adrenalina, la cual nos aumenta las palpitaciones cardiacas, la circulación de la sangre y la presión arterial. Al mismo tiempo manda al hígado a que nos proporcione dosis extras de glucógeno, que descompuesto en glucosa, nos otorgará energías suplementarias. Cuando una alarma es grande como el caso de un susto, la adrenalina hace que se nos erize la piel y que se nos paren literalmente los pelos.
Las glándulas genitales son independientes en ciertas fases de su funcionamiento. Ovarios y testículos funcionan a todo tren en el futuro niño dentro del claustro materno. Su misión es la de diseñar los órganos sexuales y proveerlos de las células ultramicroscópicas que serán transformados en óvulos o en espermatozoides, a partir de la pubertad. Harán eso, no solo de una vez, sino de la medida en que lo demandan las necesidades del intercambio reproductivo. Obsérvese el contraste entre el hecho de que las hormonas sexuales, despiertas y laboriosas en el feto, se echan a dormir una siesta de doce a catorce años, después del nacimiento de cada ser humano. Ninguna de las demás glándulas endocrinas responde tanto a los mandatos de la mente.
El saberse recíprocamente amado hace que un par de cónyuges, movilicen inconscientemente a la hipófisis para que envíe gonadotropina. Estas remiten hormonas a las glándulas sexuales, con órdenes expresas de que a su vez liberen hormonas que provoquen el abrazo nupcial. La testosterona nos da la voz ronca, la barba y nos madura los órganos genitales. Es la causa de que al león le salga la melena y de que el gallo desarrolle la cresta, el plumaje coloreado y el temperamento dominante y poligámico. Experimentalmente se ha visto que si el pollo es castrado, pierde esos rasgos. Se llama capón y no sólo se desinteresa por las gallinas, sino que también adopta su aspecto externo y deja de picotear cobardemente por ella que lo reconoce como macho pero no le perdona su frialdad.
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