La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 16 de Octubre de 1982
Un día tal como hoy, 16 de Octubre de 1982
Los helechos nunca supieron que víctimas de un cataclismo reaparecerían después de trescientos millones de años, vestidos de negro, como si guardaran luto por si mismos en sus sepulturas. (Rep. Sandra)
El hecho de colosales pantanos se iba cubriendo de excedentes putrefactos de las raíces de musgos que crecían normalmente. En esa masa sin oxigeno y aislada de la atmósfera, habrían de caer y sepultarse bosques enteros de helechos gigantes que hasta entonces, con sus anchos troncos y sus alturas mayores de 25 metros, fueron los emperadores del mundo vegetal. La reciedumbre de sus estructuras era sin embargo, frágil brizna ante los vientos huracanados de 800 kilómetros por hora que los derribaran en diferentes momentos del período geológico que comenzó hace 340 millones de años y termino hace 280. estas acumulaciones de árboles muertos tendrían un destino especial.
Un resto vegetal en contacto con el aire, es descompuesto por oleadas de microorganismos, que culminan su obra convirtiéndolo en el polvillo fecundante del humus del suelo. Nuestros protagonistas de hoy también habrían sufrido este reciclaje, de no haber sido por el medio en que quedaron enterrados a salvo del ataque de bacterias, hongos y protozoarios que los habrían desintegrado. Por miles de siglos, las maderas de los corpulentos helechos abatidos fueron sometidas a la sección modificante de la química. Los materiales de sus fibras y de su celulosa fueron desmontados muy lentamente y reducidos a compuestos cada vez más simples.
Las macrocélulas se disgregaron en moléculas individuales, como eslabones sueltos de las largas cadenas a que pertenecían, la energía luminosa convertida en energía química almacenada por los helechos, se mantenía intacta concentrándose más medida que pasaba el tiempo. En una primera fase tales fósiles alcanzaban la consistencia de una piedra porosa con cuatro quintas partes de agua por una sólida. Así nacía la turba, que bajo el peso de las capas. Este más comprimido todavía y bajo el efecto del calor que lo trasmitía, aunque desde lejos, la roca hirviente, sería el padre de la hulla.
En esta estructura de lignito se ve a simple vista el corte de un tronco fosilizado. En la hulla se apreciaría sólo con un microscopio. Tales vestigios están borrados del todo en la antracita. (Rep. Sandra)
Hasta este punto llego la evolución de franjas carboníferas, como la del Zulia, cuyos yacimientos necesitarían otros millones de años, para alcanzar la formación del mejor de todos los carbones, que es la antracita. Recuérdese que durante las diferentes transformaciones de los helechos, el carbono fue renunciando poco a poco a los acompañantes que inicialmente tenía. Los cambios en los porcentajes de los elementos originales nos darán una idea más precisa del fenómeno. Mientras más viejo es este combustible, presenta menos sustancias volátiles y ofrece una llama más caliente. El más reciente, la turba, es de tan mala calidad, que al ser quemado, desprende humo, el cual no es el del todo inútil, pues es empleado por los escoceses en la maduración del whisky.
La madera tiene un 50% de carbono, 43% de oxigeno, 6% de hidrógeno y 1% de nitrógeno; La turba, 59% de carbono, 33% de oxigeno, 6% de hidrógeno y 2% de nitrógeno; el lignito, 69% de carbono, 25% de oxigeno, 5.5% de hidrógeno y 0.8% de nitrógeno; La hulla, 82% de carbono, 13% de oxigeno, 5% de hidrógeno y 0.8% de nitrógeno. La antracita, que como ya observé, es el carbón de mayor antigüedad, 95% de carbono, 2.5% de oxigeno, 2.5% de hidrógeno y nada de nitrógeno. A uno le resulta difícil comprender los mecanismos de estos cambios operados por la naturaleza, en una sustancia portadora de un dinámico laboratorio, a pesar de su apariencia inanimada.
El período geológico que les mencioné al principio es el denominado así por razones obvias el Carbonífero. En su comienzo existieron los dinosaurios en miniatura, que serían el punto de partida de los de gran tamaño, que son lo más conocidos. El Lignito y la turba, son relativamente jóvenes, pues datan de un período inferior a los doscientos ochenta millones de años. Proceden de árboles como los mencionados y tal vez de ls coníferas que surgieran posteriormente. Aunque sobre ellas pudieron revolotear reptiles con alas como las de los murciélagos, no convivieron con libélulas de treinta centímetros de largo, porque se habían extinguido en su lugar a las actuales.
La madera tiene un 50% de carbono, 43% de oxigeno, 6% de hidrógeno y 1% de nitrógeno; La turba, 59% de carbono, 33% de oxigeno, 6% de hidrógeno y 2% de nitrógeno; el lignito, 69% de carbono, 25% de oxigeno, 5.5% de hidrógeno y 0.8% de nitrógeno; La hulla, 82% de carbono, 13% de oxigeno, 5% de hidrógeno y 0.8% de nitrógeno. La antracita, que como ya observé, es el carbón de mayor antigüedad, 95% de carbono, 2.5% de oxigeno, 2.5% de hidrógeno y nada de nitrógeno. A uno le resulta difícil comprender los mecanismos de estos cambios operados por la naturaleza, en una sustancia portadora de un dinámico laboratorio, a pesar de su apariencia inanimada.
El período geológico que les mencioné al principio es el denominado así por razones obvias el Carbonífero. En su comienzo existieron los dinosaurios en miniatura, que serían el punto de partida de los de gran tamaño, que son lo más conocidos. El Lignito y la turba, son relativamente jóvenes, pues datan de un período inferior a los doscientos ochenta millones de años. Proceden de árboles como los mencionados y tal vez de ls coníferas que surgieran posteriormente. Aunque sobre ellas pudieron revolotear reptiles con alas como las de los murciélagos, no convivieron con libélulas de treinta centímetros de largo, porque se habían extinguido en su lugar a las actuales.
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