La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 18 de Octubre de 1989
Un día tal como hoy, 18 de Octubre de 1989
En este corte distinguimos las distintas capas del intestino delgado y las vellosidades que absorben las sustancias alimenticias. Alguna de éstas por cierto, son fermentadas por microbios de la flora intestinal, para que se vuelva asimilables (Rep. Estrella)
Es errónea la idea de que los alimentos se incorporan a nuestro organismo apenas los tragamos. Continúan literalmente afuera mientras no reciban el visto bueno de las barreras arancelarias, que sólo existen en las paredes del intestino delgado, un tubo enrollado de seis metros de longitud. La boca, el esófago y el estómago son estaciones de paso, pero en este último, la comida debe aguardar el tiempo necesario para que la amasen y para que las proteínas sean descompuestas en aminoácidos.
De lo primero se encargaran los movimientos peristálticos del estómago y, de lo segundo, las pepsinas activadas por el ácido clorhídrico el cual tiene además la misión de matar a las bacterias malignas y las que podrían provocar perjudiciales fermentaciones.
El bolo alimenticio descendiendo del esófago hacia el estómago. Con este fin es empujado por los movimientos peristálticos, característicos de todo tubo digestivo. (Rep. Estrella)
En está región con forma de pera invertida no se asimila nada, salvo la miel y el alcohol, porque las sustancias son diferencia de las superfluas, debido a que unas y otras forman parte de partículas relativamente grandes. En un momento dado la puerta que da acceso al intestino delgado se abre luego de admitir una dosificada porción del quimo se cierra. Una y otra vez hará lo mismo hasta que se agoten las existencias de transito en esa cavidad. Esta es gradual a fin de impedir las indigestiones, las cuales ocurren cuando el intestino delgado recibe más alimentos de los que puede procesar. Tales desórdenes ocurren en personas en quienes una rabia o un susto, han descontrolado el funcionamiento de la referida puerta o píloro.
La primera parte del intestino delgado es el duodeno donde un compuesto tan alcalino como el bicarbonato de sodio, neutraliza el ácido fólico clorhídrico. Así, está zona se convierte en un campo de batalla sin ganadores ni perdedores. Una buena parte de las setecientas enzimas de nuestro cuerpo, desboronan en corpúsculos microscópicos las partículas mencionadas, al tiempo que las grasas son transformadas por la bilis en góticas infinitesimales que dan lugar a algo así como una crema incolora. En la segunda parte, el yeyuno y en la tercera, el íleon, hay millones de aduaneros en la identificación de los nutrientes para darles luz verde y de los excedentes para remitirlos al intestino grueso.
Estos aduaneros están representados por aglomeraciones de estructuras con el aspecto de pelillos que salen las células epiteliales o superficiales en la pared del expresado conducto. Ellos actúan como una esponja seca ante una masa húmeda. Esta es una verdad a medias, ya que tiene la potestad de seleccionar las moléculas de carbohidratos, los aminoácidos, las grasas y los minerales que demande el cuerpo. A sabiendas de que necesitamos de urgencia las vitaminas, ya que nuestro organismo no sabe producirlas, las reconocen de modo especial, porque son las únicas sustancias que llegan inalterables a esa región. Este mecanismo opera con los principios de la ósmosis. cuando ello sucede los alimentos son por fin parte de nuestro cuerpo pero todavía no tienen vida.
Es inexplicable por lo físico la fase en que las grasas caen en la sangre y las demás sustancias se trasladan hasta el hígado. Es inexplicable porque esos componentes foráneos tienen una concentración menor que la sangre o la del tejido hepático. El fenómeno es tan paradójico como el de un cuerpo de agua que chupara la de una esponja humedecida. De allí que este fenómeno haya bautizado como la ósmosis al revez. Estamos al tanto de que las grasas caen su energía y si no es necesaria se integran en el tejido adiposo o sea en la manteca que se forma debajo de la piel, tan viviente como el resto del organismo de que forma parte.
La glucosa derivada de las harinas y los azúcares es comprimida por el hígado y transformada en glucogeno afín de que ocupe poco espacio. El destino de los amoniacos será el de depártame ticos en el caldo de las células, llamados ribosomas. En esto se les reensamblaran en proteínas que serán como la reencarnación de las ingeridas de un huevo o en un bistec. Los amoniacos se alternaran, sin embargo, en la forma en que los demanden el tejido que habrá de constituir. Este fenómeno puede ser lento en la formación de glóbulos rojos cuya vida es de tres meses, en la formación de la epidermis que muere al mes de nacida o en la formación del tejido epitelial de los intestinos, el cual es reemplazado cada cuarenta y tres horas. Este hecho da lugar a la increíble verdad de que una persona sana y alimentada se come diariamente algo de sus propias entrañas. ¡cincuenta y cinco gramos de células epiteliales se sus intestinos¡.
En está región con forma de pera invertida no se asimila nada, salvo la miel y el alcohol, porque las sustancias son diferencia de las superfluas, debido a que unas y otras forman parte de partículas relativamente grandes. En un momento dado la puerta que da acceso al intestino delgado se abre luego de admitir una dosificada porción del quimo se cierra. Una y otra vez hará lo mismo hasta que se agoten las existencias de transito en esa cavidad. Esta es gradual a fin de impedir las indigestiones, las cuales ocurren cuando el intestino delgado recibe más alimentos de los que puede procesar. Tales desórdenes ocurren en personas en quienes una rabia o un susto, han descontrolado el funcionamiento de la referida puerta o píloro.
La primera parte del intestino delgado es el duodeno donde un compuesto tan alcalino como el bicarbonato de sodio, neutraliza el ácido fólico clorhídrico. Así, está zona se convierte en un campo de batalla sin ganadores ni perdedores. Una buena parte de las setecientas enzimas de nuestro cuerpo, desboronan en corpúsculos microscópicos las partículas mencionadas, al tiempo que las grasas son transformadas por la bilis en góticas infinitesimales que dan lugar a algo así como una crema incolora. En la segunda parte, el yeyuno y en la tercera, el íleon, hay millones de aduaneros en la identificación de los nutrientes para darles luz verde y de los excedentes para remitirlos al intestino grueso.
Estos aduaneros están representados por aglomeraciones de estructuras con el aspecto de pelillos que salen las células epiteliales o superficiales en la pared del expresado conducto. Ellos actúan como una esponja seca ante una masa húmeda. Esta es una verdad a medias, ya que tiene la potestad de seleccionar las moléculas de carbohidratos, los aminoácidos, las grasas y los minerales que demande el cuerpo. A sabiendas de que necesitamos de urgencia las vitaminas, ya que nuestro organismo no sabe producirlas, las reconocen de modo especial, porque son las únicas sustancias que llegan inalterables a esa región. Este mecanismo opera con los principios de la ósmosis. cuando ello sucede los alimentos son por fin parte de nuestro cuerpo pero todavía no tienen vida.
Es inexplicable por lo físico la fase en que las grasas caen en la sangre y las demás sustancias se trasladan hasta el hígado. Es inexplicable porque esos componentes foráneos tienen una concentración menor que la sangre o la del tejido hepático. El fenómeno es tan paradójico como el de un cuerpo de agua que chupara la de una esponja humedecida. De allí que este fenómeno haya bautizado como la ósmosis al revez. Estamos al tanto de que las grasas caen su energía y si no es necesaria se integran en el tejido adiposo o sea en la manteca que se forma debajo de la piel, tan viviente como el resto del organismo de que forma parte.
La glucosa derivada de las harinas y los azúcares es comprimida por el hígado y transformada en glucogeno afín de que ocupe poco espacio. El destino de los amoniacos será el de depártame ticos en el caldo de las células, llamados ribosomas. En esto se les reensamblaran en proteínas que serán como la reencarnación de las ingeridas de un huevo o en un bistec. Los amoniacos se alternaran, sin embargo, en la forma en que los demanden el tejido que habrá de constituir. Este fenómeno puede ser lento en la formación de glóbulos rojos cuya vida es de tres meses, en la formación de la epidermis que muere al mes de nacida o en la formación del tejido epitelial de los intestinos, el cual es reemplazado cada cuarenta y tres horas. Este hecho da lugar a la increíble verdad de que una persona sana y alimentada se come diariamente algo de sus propias entrañas. ¡cincuenta y cinco gramos de células epiteliales se sus intestinos¡.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario