La Ciencia Amena. Arístides bastidas
Un día tal como hoy, 30 de Septiembre 1981
Tomás Morgan evidenció , antes de morir en 1945, que el cambio de la acidez en un medio podía aumentar o bajar su fertilidad.
Un día tal como hoy, 30 de Septiembre 1981
Un océano de interrogantes surgió después que Mendel estremeciera los cimientos de la biología, al descubrir los principios por los cuales, los padres trasmiten sus características a sus descendientes. El monje había hecho sus experimentos con semillas de guisantes y sus seguidores habían extendido sus resultados a los dominios del reino animal. Se fundaban en la idea correcta de que no podían haber leyes de la herencia para los vegetales y otras para animales, puesto que unos y otros se identificaban por el hecho de estar igualmente vivos. Sin embargo, debían hacerse las respectivas pruebas en el campo de la zoología, para confirmar tal hipótesis y ampliar su significado.
Tomás Morgan que había nacido en Kentucky, Estados Unidos, en 1986, era un apasionado de la zoología y de la investigación, a principios del actual siglo. No sólo veía la dificultad de explorar estos fenómenos en los cuadrúpedos, sino también la representada por su alto número de cromosomas. Estos eran conocidos porque se les divisaba en cada célula recién nacida o en las que aparecían durante el crecimiento de un embrión. Pensó con acierto que estas barreras se podrían sortear usando en los experimentos animales rápida proliferación, de alimentación barata de fácil control por el reducido espacio que ocuparan en un laboratorio. Estas condiciones ideales las encontró en un insecto: la drosophila, llamada también mosca del cambur o del vinagre.
Morgan estaba entre los darwinistas que admitían las normas de la evolución y de la selección natural. Los protozoarios habían engendrados a los moluscos, éstos a los peces, éstos a los reptiles, éstos a los mamíferos, los mamíferos a los primates y los primates al hombre. Tales cambios se registraron sólo a lo largo de numerosas generaciones. El propósito de Morgan era el de examinar si podría lograr mutaciones a lo largos de numerosas generaciones de moscas. , las cuales como se sabe dan muchas en un año. Morgan tardaría dieciocho años en hacer las experiencias con que se ganara el Premio Nóbel en 1931.
A través de múltiples ensayos obtuvo con alegría al fin, una mosca macho con ojos blancos. Eso era como conseguir a un rubio de ojos azules entre los descendientes de una familia de negros puros en Kananga. Ya sabemos que las expresadas moscas tienen siempre los ojos rojos. Morgan puso al macho de ojos blancos a cruzarse con una hembra de ojos rojos. Con infinita paciencia fue coleccionando los óvulos fecundados durante esta unión hasta que logró mil doscientos cuarenta moscas híbridas por dentro pero no por fuera, porque todas tenían los ojos rojos. Efectuó un nuevo cruzamientos entre estos machos y estas hembras y a la tercera generación obtuvo una respuesta que lo llevó de jubilo y de perplejidad.
La mitad de las moscas eran hembras con los ojos rojos; la cuarta parte eran machos con los ojos rojos; y el otro 25 % era igualmente machos pero con los ojos blancos ¿Por qué sólo los de sexo masculino habían heredado la expresada peculiaridad?. Morgan aclaró que los cuatro pares de cromosomas de una mosca hembra eran semejantes, pero el último de esos cuatros pares presentaba una diferencia en sus –dos componentes. El cromosoma desigual tenía aspecto alargado de Y en comparación con la X a que se parecían a los restantes. Se dedujo que si los caracteres sexuales estaban dentro de un cromosoma, los demás podían hallarse en otros siete.
Era el año 1911. Los científicos convinieron en que dentro de los cromosomas se hospedaban los genes, encargados de modelarlas partes y los rangos de cada nuevo ser. El microorganismo fue aceptado en todas las escuelas, menos en la de la Unión Soviética, en que Lysenco, con el apoyo de Stalin, había impuesto la teoría de que las cualidades fisonómicas de una persona, por ejemplo, no eran innatas y se podían obtener de un modo independiente e incluso, por efecto del medio externo. La genética término que agradecemos al inglés William Bateson. Ha demostrado incontestablemente que son los ácidos nucleicos los que determinan la herencia en cualquier ser vivo, aunque la misma puede ser alterada por factores ambientales como el de la desnutrición en el caso de un niño.
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