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diciembre 05, 2009

Jamás volverá la Tierra al espacio que deja atrás porque el Sol la arrastra a ella y la galaxia lo arrastra a él.

Las temperaturas solares son dignas de temer, porque además de que las olas son de fuego, alcanzan alturas de hasta trescientos mil kilómetros.

Según una teoría novedosa las estrellas pueden nacer solitarias o en compañía de otras., como sucede en las maternidades. El Sol sería de estas últimas y al igual que sus hermanas habría vagado por el espacio hasta encontrar un asiento para él y los miembros de su cortejo. Su jurisdicción comprende unos diez mil millones de kilómetros, la cual sería pequeña si se compara con la de la estrella más cercana, Próxima Centauri, cuyos dominios son cuatro veces mayores. Es merecida la grandiosidad que le atribuimos al astro rey, pero éste se aprovecha de la vecindad, para presumir de que es el centro del universo. De no ser por la ilusión óptica que nos causa, lo veríamos como un faro de cinco milímetro a una distancia de cincuenta y siete centímetros.

Si salió de un parto múltiple como se ha sugerido, debió estar entre las hijas menores ya que es una estrella mediana en nuestra Galaxia. Su volúmen es un millón trecientas mil veces que el de la Tierra, pero como está constituido principalmente por hidrógeno, helio y otros gases, su esponjada masa equivale a trescientos treinta y tres mil veves la de nuestro planeta. Se le podría comparar con esos personajes que fingen tener mucho por dentro. Peo seríamos injustos porque el Sol necesita de esa constitución interna en que el hidrógeno al fusionarse y convertirse en helio, le da la magnificencia de su luz.

Cada segundo se aniquilan en su seno a la temperatura de cuarenta millones de grado C., cuatro millones trescientas mil toneladas de materia. No hay que temer por ahora la extinción del Sol, pues a ese ritmo habría que esperar sesenta mil millones de años para que se quemara del todo. Los rayos que nos llegan tienen, en el momento de su partida, cinco mil ochocientos grados C., que se debilitan durante los ciento cincuenta millones de kilómetros de su recorrido por el gasto de desplazamiento, y por el mínimo calor que le ceden a los solitarios átomos, que a razón de uno por centímetro cúbico, existen en el vacío del espacio.

Los modernos espectroscopios que se registran a través de sus colores propios de los elementos químicos en las estrellas, revelan que en la corona del Sol, hay hierro, calcio y níquel. En su interior están los restantes miembros de la tabla de Mendelelev, aunque dispersos y atomizados y sin adoptar , desde luego las concentraciones sólidas en que los conocemos. . El Sol ofrece a la astrofísica la ventaja de su proximidad, que nos permite estudiar en él las características de las lejanas estrellas. En su estructura parece confirmarse la hipótesis de que la totalidad de los gases metaloides y melates, se forman por fusiones sucescivas que comienzan con las del hidrógeno y concluyen con las de uranio.

Las manchas solares se llaman así, no porque sean opacas u oscuras, sino porque corresponden a regiones de la fotósfera, zona intermedia entre el núcleo y la atmósfera, menos caliente que la de su entorno. Hay una posibilidad infinitesimal de que haya aguas que vuelvan a pasar por un mismo río, contrariando el postulado dialéctico de Heráclito. No hay en cambio la posibilidad de que nuestros astros puedan recoger sus pasos, ya que el Sol nos arrastra a la meteórica velocidad de doscientos dieciséis kilómetros por segundo para cubrir en doscientos treinta millones de años, su orbita en el centro de la Galaxia.

Cuando el Sol retorna al punto de partida éste ya no es el mismo porque también la Galaxia lo ha arrastrado a él y a todas las estrellas y demás cuerpos que la constituyen. El Sol gasta en promedio veinticinco días en girar sobre sí mismo. Por cierto, que es errónea nuestra apreciación de que el Sol describe en torno a al Tierra una espiral de norte a sur y visceversa, a la que se deberían las cuatro estaciones en el norte y en el sur. Lo que en realidad sucede es que nuestro globo gira siempre como una zaranda a la que se acaba la cuerda y por esa razón hace que en cierto momento un polo o el otro miren casi de frente a la candente bola, lo cual le ocurre también dos veces al año a la barriga del planeta en el Ecuador.

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