A los 50 años Rita Hayworth empezó a beber compulsivamente: eso era una secuela de los primeros sintomas del mal de Alzhemier
Enfermedad silenciosa era el nombre que se le daba al Mal de Alzheimer en 1987 cuando se le reconoció como causa de la muerte de la cimbreante actriz Rita Hayworth. Hoy de Departamento de Salud de EE.UU tiene un registro de 4 millones de estos pacientes y de 100 mil que fallecieron. Entre nosotros habría 10 mil atacados por el flagelo. Es más insidioso que el cáncer del estómago, pues quienes lo sufren en sus primeras fases se ven saludables, tranquilos y normales. Después se le advertirán signos como falta de memoria, distracción y estados compulsivos. El avance de la alteración es fatal y en un momento dado, el paciente olvida hasta las palabras corrientes, les cuesta reconocer a parientes y amigos y deja de recordar sus nombres. Es entonces y no antes cuando los electroencefalogramas les registran leves alteraciones y los tomógrafos atrofias ligeras en la corteza cerebral.
Pero estas señales son también las de los otros desequilibrios psiquiátricos y neurológicos, por lo cual ese Mal fue objeto de erróneos diagnósticos durante siglos. Estos enfermos sienten hambre, sed, sueño y satisfacen esas necesidades tan bien como los sanos. Caminan sin rumbo fijo, ven, oyen, sienten pero de un modo automático. Carecen de la capacidad perceptiva de quien capta simultáneamente en una flor, por ejemplo, su forma, sus pétalos, sus colores, su cáliz y su aroma. Conservan buenos sus cinco sentidos, pero no pueden ni clasificar, ni procesar sus sensaciones. En el momento más crítico de su proceso, miran sin ver, oyen sin escuchar, olfatean sin diferenciar los olores, saborean sin gustar y sólo el tacto les funciona bien.
Sin embargo, mantienen normales los aparatos de respiración, de digestión y de circulación. Llegan a ser descerebrados virtuales que andan, hablan o levantan pesos. Un síntoma relevante es la pérdida del sentido de la orientación. Este síntoma se acentúa como los demás a una velocidad que depende del tiempo que tarde en concluir el ciclo involutivo. Este puede durar de tres a diez años a partir de las primeras anomalías. Investigaciones actualizadas desmintieron la versión de que era una secuela del envejecimiento, y de que se contraía a partir de los 45 años de edad. Así lo había establecido el investigador que lo describiera por primera vez en 1907. Fue Alois Alzheimer, psiquiatra alemán disidente del psicoanálisis freudiano quien retaba a los partidarios de Freud para que explicaran este síndrome irreversible con la teoría de los traumas de la infancia.
¿Por qué los extrovertidos se volvían silenciosos y indiferentes y por qué oradores de palabra fácil vacilaban y se enredaban en el empeño de construir pequeñas frases?. Alzheimer atribuyó la enfermedad que hoy lleva su nombre a la degeneración senil y presenil. Como ya dijimos, los resultados del aparato que mide los impulsos eléctricos del cerebro y los del otro que hace retratos en tres dimensiones en regiones que no se ven eran similares a los de otras anormalidades neurológicas. Todavía no hay ni una prueba de sangre, ni del líquido céfalo-raquídeo, ni ninguna otra que revele la enfermedad de Alzheimer en los laboratorios bioanalíticos. El problema no reside en los impulsos eléctricos y por eso no lo acusa el electroencefalograma.
El diagnóstico se intenta a través de los signos externos, pero ya en Nueva York se le hace con el auxilio de un complicado aparato llamado Tomografía por Emisión de Positrones. En las autopsias de los difuntos de este Mal se observa una vieja mortalidad de neuronas en una zona llamada hipocampo y en el denominado córtex cerebral. Estos son los centros de la memoria, del conocimiento y del razonamiento. Las neuronas vivas del cerebro presentan en su interior, fibrillas enrolladas en forma de helicoide. Hay abundancia de amiloides, sustancias parecidas al almidón en los riñones y en el bazo del cadáver a los que dan un color blanquecino. Estas características se observan en una escala notablemente menor en cuerpos de ancianos. De estos hallazgos se deduce que si bien la enfermedad de Alzheimer se nota a partir de los 65 años puede ocurrir en enfermedades menores.
Es remota la posibilidad de un tratamiento. Se ha hipotetizado sobre el fármaco, que obrara como la dopamina artificial en los pacientes de Mal de Parkinson quienes no secretan esa sustancia. Pero la acetilcolina que deja de producir el cerebro de un paciente de Alzheimer, es irremplazable. La artificial que se le aplicara experimentalmente fue un rotundo fracaso. Las neuronas no pueden reciclarla como hacen cada segundo con la que ellas elaboran. Por otra parte, no hay hasta ahora ninguna esperanza de frenar la involución de la sustancia gris en estos enfermos . Las neuronas se vuelven cada vez más inmaduras, por lo cual el afectado retrocede paulatinamente a las fases iniciales de la vida hasta adoptar la posición fetal.
Enfermedad silenciosa era el nombre que se le daba al Mal de Alzheimer en 1987 cuando se le reconoció como causa de la muerte de la cimbreante actriz Rita Hayworth. Hoy de Departamento de Salud de EE.UU tiene un registro de 4 millones de estos pacientes y de 100 mil que fallecieron. Entre nosotros habría 10 mil atacados por el flagelo. Es más insidioso que el cáncer del estómago, pues quienes lo sufren en sus primeras fases se ven saludables, tranquilos y normales. Después se le advertirán signos como falta de memoria, distracción y estados compulsivos. El avance de la alteración es fatal y en un momento dado, el paciente olvida hasta las palabras corrientes, les cuesta reconocer a parientes y amigos y deja de recordar sus nombres. Es entonces y no antes cuando los electroencefalogramas les registran leves alteraciones y los tomógrafos atrofias ligeras en la corteza cerebral.
Pero estas señales son también las de los otros desequilibrios psiquiátricos y neurológicos, por lo cual ese Mal fue objeto de erróneos diagnósticos durante siglos. Estos enfermos sienten hambre, sed, sueño y satisfacen esas necesidades tan bien como los sanos. Caminan sin rumbo fijo, ven, oyen, sienten pero de un modo automático. Carecen de la capacidad perceptiva de quien capta simultáneamente en una flor, por ejemplo, su forma, sus pétalos, sus colores, su cáliz y su aroma. Conservan buenos sus cinco sentidos, pero no pueden ni clasificar, ni procesar sus sensaciones. En el momento más crítico de su proceso, miran sin ver, oyen sin escuchar, olfatean sin diferenciar los olores, saborean sin gustar y sólo el tacto les funciona bien.
Sin embargo, mantienen normales los aparatos de respiración, de digestión y de circulación. Llegan a ser descerebrados virtuales que andan, hablan o levantan pesos. Un síntoma relevante es la pérdida del sentido de la orientación. Este síntoma se acentúa como los demás a una velocidad que depende del tiempo que tarde en concluir el ciclo involutivo. Este puede durar de tres a diez años a partir de las primeras anomalías. Investigaciones actualizadas desmintieron la versión de que era una secuela del envejecimiento, y de que se contraía a partir de los 45 años de edad. Así lo había establecido el investigador que lo describiera por primera vez en 1907. Fue Alois Alzheimer, psiquiatra alemán disidente del psicoanálisis freudiano quien retaba a los partidarios de Freud para que explicaran este síndrome irreversible con la teoría de los traumas de la infancia.
¿Por qué los extrovertidos se volvían silenciosos y indiferentes y por qué oradores de palabra fácil vacilaban y se enredaban en el empeño de construir pequeñas frases?. Alzheimer atribuyó la enfermedad que hoy lleva su nombre a la degeneración senil y presenil. Como ya dijimos, los resultados del aparato que mide los impulsos eléctricos del cerebro y los del otro que hace retratos en tres dimensiones en regiones que no se ven eran similares a los de otras anormalidades neurológicas. Todavía no hay ni una prueba de sangre, ni del líquido céfalo-raquídeo, ni ninguna otra que revele la enfermedad de Alzheimer en los laboratorios bioanalíticos. El problema no reside en los impulsos eléctricos y por eso no lo acusa el electroencefalograma.
El diagnóstico se intenta a través de los signos externos, pero ya en Nueva York se le hace con el auxilio de un complicado aparato llamado Tomografía por Emisión de Positrones. En las autopsias de los difuntos de este Mal se observa una vieja mortalidad de neuronas en una zona llamada hipocampo y en el denominado córtex cerebral. Estos son los centros de la memoria, del conocimiento y del razonamiento. Las neuronas vivas del cerebro presentan en su interior, fibrillas enrolladas en forma de helicoide. Hay abundancia de amiloides, sustancias parecidas al almidón en los riñones y en el bazo del cadáver a los que dan un color blanquecino. Estas características se observan en una escala notablemente menor en cuerpos de ancianos. De estos hallazgos se deduce que si bien la enfermedad de Alzheimer se nota a partir de los 65 años puede ocurrir en enfermedades menores.
Es remota la posibilidad de un tratamiento. Se ha hipotetizado sobre el fármaco, que obrara como la dopamina artificial en los pacientes de Mal de Parkinson quienes no secretan esa sustancia. Pero la acetilcolina que deja de producir el cerebro de un paciente de Alzheimer, es irremplazable. La artificial que se le aplicara experimentalmente fue un rotundo fracaso. Las neuronas no pueden reciclarla como hacen cada segundo con la que ellas elaboran. Por otra parte, no hay hasta ahora ninguna esperanza de frenar la involución de la sustancia gris en estos enfermos . Las neuronas se vuelven cada vez más inmaduras, por lo cual el afectado retrocede paulatinamente a las fases iniciales de la vida hasta adoptar la posición fetal.
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