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enero 03, 2005

Siglo XIV antes de Cristo: El Faraón Amenofis IV ordena la nacionalización de los servicios médicos.

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día Tla como hoy, 3 de Eenero de 1984

La mayor parte de las enfermedades tienen un componente psicógeno que si es removido o eliminado, deja de dañar al enfermo que por eso sentirá alivio. Los médicos egipcios obraban este efecto cuando decían usar las invocaciones divinas y los ensalmes en el tratamiento de sus pacientes. Este solía acompañarse de pócimas y bebedizos vegetales que en muchos casos eran una real indicación científica contra cada padecimiento. La fe supersticiosa que suscitaban y la acción terapéutica de las sustancias de la primitiva farmacopea se juntaban y de vez en cuando producían verdaderas curaciones- eso explica el éxito de los hechiceros, de los plaches y de los sacerdotes que actuaban como Facultativos en el mundo de los faraones.

Había además una profusa charlatanería entre los curanderos de entonces. A pesar de que los demás aventajados se basaban en la observación clínica y en la experiencia, en la aplicación y la dosificación de cada remedio, Había quienes concebían formulas absurdas y sin mas consecuencias que las terribles intoxicaciones. Para el dolor de muelas por ejemplo se recomendaba, según reza en el papiro de Ebers escrito quince siglos antes de cristo: “llevar un collar hecho con dientes de topo o de perro joven, y además, comer cada mes el corazón entero de una serpiente o de un ratón, Si el remedio resulta ineficaz, tomar arañas confitadas y rebozadas en aceite de rosas”. Yo creo que el solo anuncio de que hay que ingerir esta receta, bastaría para que se nos quitaran todos los dolores.

El papiro de Ebers, llamado así en honor al alemán que lo descubrió, es el primer tratado accidental de medicina que se conoce: tiene 15 metros de largo y reposa en la Universidad de Leipzig, en Alemania Oriental. (Rep. M. Grillo).

Quizás los inmunólogos de la época no andaban tan errados al sostener que Había que cuidarse más mordeduras de los hombres que las de los cocodrilos, porque aquella infectaban más. Son interesantes las instrucciones para las heridas, que se resumían así: “El cirujano utilizara dos ligaduras de tela adhesiva para reunir los dos labios con un finísimo hilo hecho de intestino animal. La herida será tratada a continuación con una aplicación de carne fresca, después, los días siguientes, con fibra vegetal (algodón), impregnada de cueros grasos, miel, mirra o incienso”.

Estas orientaciones, más o menos acertadas, aparecen en el papiro de Edwin, contemporáneo del anterior, pero referido a la ciencia quirúrgica de los egipcios, que por cierto, era eficiente en la reparación de las fracturas de los grandes huesos. Durante siglos los embaucadores hicieron su agosto con la publicidad que le dieran al primer remedio contra la calvicie, falso cono los restantes, ya que las misma es incurable. Su composición era la siguiente: “patas de perro 1; huesos de dàtiles, 1; cascos de asnos, 1. se cuece prolongadamente con aceite y se unta en la cabeza”. Sorprende que este ángulo de la coquetería masculina se encontrara también entre los egipcios, ya que ellos se rapaban la cabeza y solo dejaban crecer los cabellos durante cada enfermedad, a fin de pagar según su peso los honorarios del medico tratante.


Entre los médicos egipcios se consideraba una obligación el administrarle al enfermo personalmente, la dosis de la pócima o el jarabe de yerbas que le habían indicado.

Hace cinco mil años vivió el mas prestigioso de todos lo facultativos egipcios. Fue Imhotep, tan idolatrado por sus múltiples curaciones, que se le considero el sabio mas importante de sus días, por lo que fue nombrado “Gran Visir” de Zoser, Faraón de la tercera dinastía. Por sus servicios a la salud se le dio el cargo con estas atribuciones: “Juez supremo, superintendente de los archivos del rey, portador del sello real, jefe de todos los trabajos del rey, sobreestante de todo aquello que da el cielo, crea la tierra y produce el Nilo, y superintendente todo lo existente en estas tierras”.

Catorce siglos antes de cristo, Amenofis IV lanzo un edicto nacionalizado la asistencia medica, suprimiendo las consultas privadas y creando algo así como un Servicio Nacional de Salud. En lo sucesivo, ningún enfermo pagaría. Ese deber lo absorbía el reino, por considerar que la comunidad tenía derecho a recibir algo, a cambio de los impuestos sobre la renta que le eran cobrados. En este hecho se asomo la primera manifestación de justicia social que hubiera en un estado, pues el Monarca dispuso también la entrega de un subsidio a las personas que se hallaran en la miseria por desempleo o alguna incapacidad física. Es curioso, pero aunque la medida no le fue consultada a los médicos, estos la atacaron sin la mas ligera amenaza de ir a un conflicto huelgario.


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