Un día tal como hoy, 4 de Enero de 1983
Aristóteles estaba tan convencido de su infalibilidad, que sin examinar el desarrollo de un huevo de gallina que comenzaba a convertirse en pollo, lanzó la idea de que los embriones tenían en su interior, sin que dijera donde, un ser vivo con la totalidad de su anatomía, que era algo así como un adulto en miniatura. Esta teoría como otras igualmente erradas, que lanzara el pensador griego guardó una vigencia que duró más de dos mil años. Eso explica porque los dominios de la genética y el arte de fabricar vida, se hallan en terrenos ultramicroscópicos, en mucho de los cuales no ha penetrado aún la mirada humana. Sin embargo, con el surgimiento de los microscopios de luz, la ciencia tuvo un instrumento para observar ese inexplorado mundo.
Muchos estudiosos dudaron de las ideas preformistas de Aristóteles. Otros la respaldaron de tal modo, que concibieron el embrión como las muñecas rusas, es decir, como una personita que tenía en su interior a otras iguales a ella pero cada vez más chiquitas. Los aumentos de hasta dos mil veces, que permitían ver a cada célula del tamaño de una pulga, darían al traste con la absurda posición de los preformistas. La dificultad de conseguir un embrión que dejara ver sus transformaciones, fue obviada utilizando huevos fertilizados cuyo medio de desarrollo, podía reproducirse en los tubos de ensayo de los investigadores.
A las tres semanas, el embrión posee un corazón que late y dos lóbulos precursores del cerebro, cuyas células tienen parte ya en el funcionamiento de este cuerpecillo de dos centímetros y medio. (Rep. Dimas).
Los científicos se habían persuadido de que sólo los experimentos auxiliados por la microscopia, les darían las respuestas que anhelaban. El primer gran paso por está vía, lo realizó el alemán Wehilmen Roux. Cuando la célula única que había en el huevo fecundado de la rana se partía en dos, mataba una y dejaba viva a la otra. Así produjo una serie de medios embriones. Esto dio pie a la proposición de que cada ser era la culminación de dos mitades. Esto pareció demostrado contundentemente por Weismann. Pero otro creador de conocimientos no estaba conforme con el resultado. se trataba de Hans Driech, quien reiteró las pruebas, empleando huevos fertilizados de erizos de mar. Fue grande su alborozo al comprobar que de las cuatro células que aislara de un solo embrión, salían después cuatro larvas normalmente del expresado animal.
Si esto pudiera hacerse con el óvulo humano fertilizado, podrían obtenerse del mismo infinidad de copias, como sacadas del mismo molde. En nuestro tiempo y aquí mismo, en Cagua, Venezuela, los investigadores de FUSAGRI pueden obtener todas las plantas que quieras de las células de una hoja, puesto que cada una de ellas, con el tratamiento adecuado, se conducen como una semilla lista para germinar. Son imponderables las metas que puede alcanzar la ciencia, pero si lo que ya se hace con el reino vegetal, fuese posible con el animal, un solo ejemplar sin sexo bastaría para perpetuar su especie, con descendientes idénticos a él.
En los años veinte se iba a correr una gran cortina acerca de los enigmas del embrión, todavía indescifrables en su mayoría. Otro alemán, Hans Spemann, insatisfecho con los resultados de sus antecesores, se internó mas hondamente en estos parajes de lo desconocido. Comprobó que una vez que el espermatozoide entra con su propia carga genética en el óvulo que a su vez tiene la suya, se inicia un vigoroso y armonizado intercambio no sólo en el núcleo y el resto de la célula inicial. Pronto se forma una masa amorfa de células, evidentemente dirigidas por un misterioso organizador, que en un momento dado les encomienda oficios especializados.
El Nóbel Hans Sperman, quien duró treinta años en descubrir la existencia de un secreto organizado de las células que surgen durante la multiplicación de embrión (Rep Dimas)
En adelante habrá células dedicadas exclusivamente a producir tejidos cerebrales, tejidos cardíacos, tejidos hepáticos, tejidos musculares, tejidos renales, tejidos óseos, el tejido sanguíneo, y así sucesivamente. Spermann se ganó el Nóbel por sus trabajos, y es de suponer que algún día lo recibirá el que arroje luz acerca de fenómeno antedicho, el de la diferenciación celular. Vale la pena recordar que las semillas son un embrión que tienen en su interior y en estado latente un modelo en miniatura de la planta que va a nacerle, algo así como un útero que aguardará las condiciones mas optimas para expulsar la criatura formada en su interior.
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