Las estacas de las rosas, más que para defenderse, y eran para clavarlas en los tallos en los árboles, cuando los trepaban en busca de la luz.
Se ha dicho que la naturaleza es muy objetiva ya que nada de lo que hace, tiene finalidades distintas de las que se ha pautado, para asegurar la perpetuidad de las especies, los cambios ascendentes en ellas y la aparición de nuevos seres vivientes mejor equipados que sus antecesores. Es obvio que un plan semejante descarta el arte purísimo, ya que le asigna un destino prosaico y utilitario. A dones como el de la belleza la vistosidad del gallo es un gancho que les facilita la pronta aceptación de la gallina a cuyos huevos va a fecundar. El color y el aroma de las flores es para seducir a los insectos, celestinos inconscientes pues transportan el polen de los estambres al óvulo de los pistilos para inducir una semilla.
Es innumerable la lista de ejemplos como estos que pudiéramos enumerar. Hay casos en que ese pragmatismo de la naturaleza pareciera hacerle concesiones a las búsquedas sentimentales del ser humano y tal vez a las de algunos animales también. Uno de esos casos podría ser el de los rosales que desde miriadas de años, muy anteriores al surgimiento del Homo Habilis, desplegaban la hermosura de sus flores blancas, amarillas, rosadas y rojas, para decorar el paisaje sin recibir ninguna gratificación por eeste otro servicio. Uno siente la tentación de pensar que las exposiciones montadas por los rosales en sus silvestres salones, tenían en los duendecillos de las fuentes y en las ramas saltarinas el público que necesitaba.
Arboles gigantes como las secoyas norteamericanas y las ceibas criollas ofrecen flores mínimas, es decir, no más grande de lo necesario a los fines de su reproducción. Los rosales son matas de dos metros y un poco más, quien no sólo nos ofrendan su hermoso invento de las rosas, sino que ese dispendio lírico que han puesto en ella, lo reiteran en su esmerado diseño y en la prodigalidad de sus matices. El propósito de cautivar aún minialado para que fuera el vehículo de sus órganos genitales, lo habrían podido lograr igualmente con flores sin ninguna ostentación.
Cuando lo españoles empezaron a adueñarse del nuevo mundo, no encontraron aquí a ningún exponente de las rosas, lo cual fue advertido por las escasísimas personas con luz en el entendimiento, que entonces llegaban Europa. A esa gente con alguna sensibilidad les debemos la presencia de las actuales rosales de nuestros jardines y se los que hacen la alegría de los pobladores del viejo Galipán. Estas plantas no son originarias del viejo continente. El probable que engalararan los recintos del arte y las residencias de los griegos, quienes habían tomado los rosales nativo el que tenían actual Irán. Sin embargo los que se propagaron al resto del planeta desde su principal patria, el centro del Asia, se lo debieron a los árabes en los siglos de los Califa que llegaran hasta la cercanía de Italia.
Se ha dicho que la naturaleza es muy objetiva ya que nada de lo que hace, tiene finalidades distintas de las que se ha pautado, para asegurar la perpetuidad de las especies, los cambios ascendentes en ellas y la aparición de nuevos seres vivientes mejor equipados que sus antecesores. Es obvio que un plan semejante descarta el arte purísimo, ya que le asigna un destino prosaico y utilitario. A dones como el de la belleza la vistosidad del gallo es un gancho que les facilita la pronta aceptación de la gallina a cuyos huevos va a fecundar. El color y el aroma de las flores es para seducir a los insectos, celestinos inconscientes pues transportan el polen de los estambres al óvulo de los pistilos para inducir una semilla.
Es innumerable la lista de ejemplos como estos que pudiéramos enumerar. Hay casos en que ese pragmatismo de la naturaleza pareciera hacerle concesiones a las búsquedas sentimentales del ser humano y tal vez a las de algunos animales también. Uno de esos casos podría ser el de los rosales que desde miriadas de años, muy anteriores al surgimiento del Homo Habilis, desplegaban la hermosura de sus flores blancas, amarillas, rosadas y rojas, para decorar el paisaje sin recibir ninguna gratificación por eeste otro servicio. Uno siente la tentación de pensar que las exposiciones montadas por los rosales en sus silvestres salones, tenían en los duendecillos de las fuentes y en las ramas saltarinas el público que necesitaba.
Arboles gigantes como las secoyas norteamericanas y las ceibas criollas ofrecen flores mínimas, es decir, no más grande de lo necesario a los fines de su reproducción. Los rosales son matas de dos metros y un poco más, quien no sólo nos ofrendan su hermoso invento de las rosas, sino que ese dispendio lírico que han puesto en ella, lo reiteran en su esmerado diseño y en la prodigalidad de sus matices. El propósito de cautivar aún minialado para que fuera el vehículo de sus órganos genitales, lo habrían podido lograr igualmente con flores sin ninguna ostentación.
Cuando lo españoles empezaron a adueñarse del nuevo mundo, no encontraron aquí a ningún exponente de las rosas, lo cual fue advertido por las escasísimas personas con luz en el entendimiento, que entonces llegaban Europa. A esa gente con alguna sensibilidad les debemos la presencia de las actuales rosales de nuestros jardines y se los que hacen la alegría de los pobladores del viejo Galipán. Estas plantas no son originarias del viejo continente. El probable que engalararan los recintos del arte y las residencias de los griegos, quienes habían tomado los rosales nativo el que tenían actual Irán. Sin embargo los que se propagaron al resto del planeta desde su principal patria, el centro del Asia, se lo debieron a los árabes en los siglos de los Califa que llegaran hasta la cercanía de Italia.
José Pitton Tournefort, el primer botánico que a fines del siglo XVII intentó clasificar las distintas especies de rosas.
Los devotos del Islam conocían la técnica de los injertos y de los cruces, que aplicaron con los rosales en la búsqueda de variedades más selectas y más productivas. A fines del siglo XVII, el gran botánico francés Tournefort, considerado como el precursor del Linneo, hizo tan múltiples ensayos para encontrar nuevas variedades, que se le atribuyen la creación del género del Rosales habrá dos a Europa y domesticados y América. En la poderosas y la esencia de rosas comercializadoras o y están hechas con substancias artificiales que imitan a las contenidas en sus pétalos.
Los israelíes las constituido en una fuente de riqueza y de trabajo. Ello cultivan los rosales y micro-climas bajo enormes cobertizo de plástico. Mediante dosis de luz y de temperatura estrictamente reguladas, le hacen creer a los rosales que es primavera cuando llega la Navidad. Por lo tanto, sus botones se forman en estos días para que despunten el 24 de Diciembre, cuando le son vendidos a los europeos, que en medio de su frío invierno dan cualquier cosa por tener en sus cenas una sola flor para aguardar el advenimiento del niño Jesús. Por cierto que la rosa Paez es una variedad creada por el héroe de las queseras del medio quien solía alternar sus ocupaciones oficiales con la aplicación técnica del cruzamiento entre una y otras variedades de flores.
Los devotos del Islam conocían la técnica de los injertos y de los cruces, que aplicaron con los rosales en la búsqueda de variedades más selectas y más productivas. A fines del siglo XVII, el gran botánico francés Tournefort, considerado como el precursor del Linneo, hizo tan múltiples ensayos para encontrar nuevas variedades, que se le atribuyen la creación del género del Rosales habrá dos a Europa y domesticados y América. En la poderosas y la esencia de rosas comercializadoras o y están hechas con substancias artificiales que imitan a las contenidas en sus pétalos.
Los israelíes las constituido en una fuente de riqueza y de trabajo. Ello cultivan los rosales y micro-climas bajo enormes cobertizo de plástico. Mediante dosis de luz y de temperatura estrictamente reguladas, le hacen creer a los rosales que es primavera cuando llega la Navidad. Por lo tanto, sus botones se forman en estos días para que despunten el 24 de Diciembre, cuando le son vendidos a los europeos, que en medio de su frío invierno dan cualquier cosa por tener en sus cenas una sola flor para aguardar el advenimiento del niño Jesús. Por cierto que la rosa Paez es una variedad creada por el héroe de las queseras del medio quien solía alternar sus ocupaciones oficiales con la aplicación técnica del cruzamiento entre una y otras variedades de flores.
La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 15 de Diciembre de 1982
Un día tal como hoy, 15 de Diciembre de 1982
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