Un día tal como hoy, 4 de Diciembre de 1980
A 112.000 kilómetros de altura está una colosal fuente de alta energía que si el hombre pudiera usarla, quedaría libre para siempre de los conflictos del petróleo y de la mortificación de que se le va a acabar. Esos imponderables depósitos de fuerza están constituido por protones cargados de electricidad positiva y de los velocísimos electrones cargados de electricidad negativa. Son inconmensurables cinturones que llevan el nombre de J. A. Van Allen en homenaje al físico que lo descubrió en 1958, que por cierto vive todavía ¿Como hizo para detectar esas zonas cuando apenas empezaba el tránsito de los cohetes por el espacio? Van Allen nació en septiembre de 1914 y a los 25 años era un brillante de Ph en la universidad de Iowa, su estado natal en Norteamérica.
Sobraron las oportunidades de empleos de altas remuneraciones en las transnacionales del electrónica. Les hizo saber que no cambiaría por nada del mundo los rincones de su pequeño laboratorio. Se interesaba por los rayos cósmicos, esos potentes y no muy bien comprendidos compañeros de la luz solar. A través de ellos pudo estudiar mejor las ondas radiales a la que dio una aplicación bélica, destino infortunado de mucho conocimiento nuevos. Colocaba miles de transistores y de instrumentos dentro de una cavidad chiquita en los cohetes antiaéreos. Aunque estos proyectiles se dirigieran en línea recta hacia el avión enemigo, lo localizaban con sus ondas radiales que por otra parte, hacían detonar la carga destruyéndolo.
Obsérvese que Van Allen había inventado la miniturización de los aparatos electrónicos para el expresado fin. Esa experiencia iba ser decisiva para los hallazgos que le daría. renombre mundial . Su nación heredó de la sometida Alemania nazi, las perfidas V2 con que el fascista con Von Brau bombardeara impugnemente ciudades y aldeas de Inglaterra. Estos modelos fueron perfeccionados con el objeto de que tuvieran el poder de elevarse en la atmósfera hasta límites a las que no había llegado ningún objeto humano. En 1957 el gobierno estadounidense se consternaba al comprobar que los soviéticos habían partido primero con el lanzamiento de su Sputnik I, en la carrera del espacio. Llovieron los fondos para las investigaciones de este orden. Van Allen tuvo así recursos financieros para promover un programa con el que había soñado. Enormes globos se levantaban de tierra transportando cohetes y más tarde, eran disparados en la estratosfera o más arriba. De este modo se ahorraban todo el gasto mayúsculo que significaba el lanzamiento desde aquí. En su nuevo punto de partida de los cohetes no afrontaban la dificultad del despeje ni la de vencer la resistencia del aire denso que nos circunda. Lla miniaturización y esta técnica de lanzamiento le darían a Van Allen en la clave de sus búsquedas. Como los soviéticos desconocían la miniturización de Van Allen, np estaban en capacidad de alcanzar lo que él le esperaba a pesar de que llevaban la delante era.
En 1951 y después de muchos fracasos, los norteamericanos ponían en órbita su primer satélite Explorer I. Pesaba sólo un kilo como cuántos gramos pero en su interior llevaba innumerables mininstrumentos, capaces de transmitir a tierra una minuciosa información de los fenómenos que captaran Van Allen y sus colaboradores fruncieron el ceño, al evidenciar el pronto silencio de las transmisiones del Explorer. Igual sucedió con los del Explorer III. Luego de un análisis prolongado, una sonrisa afloró en el rostro de Van Allen. Los aparatos dejaban de funcionar por la enorme concentración de energía que hallaban. Confirmó su opinión, al enviar nuevos detectores protegidos con plomo, lo cual era como ponerle lentes oscuros a una persona encandilada de luz.
Alguien le preguntó que para qué servían los cinturones de Van Allen y él, de buen humor contestó: "yo vivo de ellos". Son capas sobre el Ecuador especialmente, en que las partículas se mueven dentro dos polos del campo magnético. Por este motivo esa región es denominada también magnética. Van Allen ha sostenido que algún día los seres humanos habitarán en ciudades establecidas en plataformas espaciales. A los que se ríen de su vaticinio les replica persuasivo: "Eecuerden que cuando la aviación empezó todo el mundo pensaba que eso era cosa de locos. Los aeroplanos caían constantemente y hasta los hermanos Wright creían que no tendría más aplicaciones que las deportivas".
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