Un día tal como hoy, 2 de Noviembre de 1982
El desconocimiento de la fuerza de gravedad hizo que Eudoxio y otros griegos, teorizaran sobre la existencia de esferas dentro de las cuales se encontraban los planetas. (Rep. Sardá)
La astronomía entre los griegos discurrió en un mar de contradicciones, en el que los aciertos de los estudiosos más inspirados, habrían de naufragar aparatosamente. Ellos estaban desconcertados porque no encontraban un punto de apoyo a la Tierra, como el que tienen una pelota o un plato en la superficie en que están colocados. Con todo y ello, les correspondió el mérito de admirable de darle una sustentación racional a esta ciencia, que entre los egipcios y los babilonios estaban asociados a la astrología y al culto de los sacerdotes, únicos encargados de observar los movimientos celestes. 600 años D.C. Tales de Mileto creaba la geometría tridimensional y deducía que la Tierra era redonda.
Dos siglos más tarde, un paisano de Tales, Hecateo, admitía esta hipótesis en sus trabajos geográficos y en su obra acerca de un viaje alrededor del mundo. Después se sumaba a la misma, Filolao de Tarento, en unos de sus escritos de filosofía especulativa. Las contribuciones más consistentes en este campo fueron las de los discípulos de Pitágoras, quienes a través de una exploración muy fundamentada del cielo, concluyeron en que había nueve movimientos circulares, que eran los del Sol, la Luna y en orden de luminosidad, los de Venus, Júpiter, Marte, Saturno y Mercurio. Estos movimientos sumados a los de la Tierra y las estrellas daban un total de nueve.
Debido a que consideraban imperfecto este número, a la luz del misticismo de sus matemáticas, se empeñaron en concebir un movimiento más, para que el total tuviera la perfección del diez. Este hecho afectó la seriedad de un extraordinario trabajo, pues por esa vía inventaron un astro que según ellos permanecía oculto, llamado la “Anti-Tierra”. Demócrito y sus seguidores estaban muy ocupados en afianzar su correcta suposición de que la materia estaba constituida por la unión de partículas indivisibles, a las que bautizara como átomos. Sumergidos en el microcosmo non tuvieron ojos, a pesar de su prodigiosa intuición, para mirar lo que hacían los astros que a la distancia parecían fulgurantes cabecitas de alfileres clavados en un mullido techo.
Platón dio tumbos como un ciego dentro de un cuarto oscuros en este sentido, al proponer unas veces que la Tierra era redonda, y otras, que era un disco plano, con Grecia inserta en el medio. Se dice que en su vejez, se dio múltiples golpes de pecho por haber osado estimar que un cuerpo tan insignificante como la tierra, era el centro del Universo. Aristarco de Samos se le adelantó a Copérnico en l7 siglos, al asegurar que la Tierra giraba alrededor del Sol, y que era falsa la noción de que se hallaban estacionados en un mismo lugar. Trazando triángulos imaginarios entre los astros y la superficie terrestre, hizo la primera apreciación del recorrido que hay de aquí a la Luna.
Aristarco fue acusado de contrariar las leyes divinas, aunque no se le llevó a un tribunal religioso por su herejía. En realidad, lo que había hecho era oponerse a los pretendidos axiomas de Aristóteles, quien estableciera, con autoridad de oráculo infalible, que la Tierra estaba fija, porque de lo contrario dejaría atrás a cualquier objeto disparado hacia arriba. Más grave aun fue su hipótesis de que la Tierra era la reina y señora del Cosmos, prueba de lo cual era que el Sol, la Luna y los planetas giraban entorno a ella en señal de pleitesía. Este principio era sostenido por los dominicos de la Inquisición. El temor que infundían hizo que Copérnico publicara su teoría Heliocéntrica en vísperas de su muerte.
Sin embargo, los científicos griegos dejaron aportes que demuestran que su concepción experimental de la astronomía. Recuérdese que Hiparlo pudo añadirle al mapa de las estrellas que existía en esa época, una nueva que sólo su penetrante vista pudo divisar. Hay dos cálculos de esa época que evidencian el ingenio maravilloso de aquellos hombres. Hiparlo señaló que la distancia media a la Luna era de 384.000 Kilómetros. ¡Se equivocó sólo en los 317,2 Kilómetros que le faltaron¡ Erastótenes se valió de un arco trazado entre Siena y Alejandría para determinar que la Tierra tenía una circunferencia de 40.000 Kilómetros y un diámetro de 12.800. ¡Se equivocó en 78 Kilómetros que le faltaron en el primer caso y 44 que le sobraron en el segundo¡ Por supuesto que no medían en Kilómetros sino en “estadios”, de los cuales se ha hecho la conversión.
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