Un día tal como hoy, Septiembre de 1984
Las largas son hembras y las cortas son machos. No es que prefieran a los niños, sino que éstos, durante su contacto con el suelo son invadidos por las microscópicas larvars. (Rep. M. Grillo)
Nunca olvidaré la grotesca impresión que sufriera en mi infancia, la vez que vi en la escuelita rural a otro chiquillo semiasfixiado mientras el cilindro blando , pálido y mívil se asomaba por uno de sus orificios nasales. Yo conocía a las lombrices que expulsamos por la vía instestinal después de la dosis de pazote que ingeríamos a la fuerza. El pazote era una hierba rastrera que crecía espontáneamente en los enmontados patios de las casitas campesinas. La misma despedía un inquietante aroma que anunciaba su endiablado sabor. Nosotros nos espantábamos cada vez que debíamos ingerirla bajo la severa mirada de nuestros padres. Pero las plantitas eran fulminantes para las lombrices como veremos luego.
Los pobres se mareaban con las sustancias de este purgante, perdían el instinto de conservación y se desprendían de sus asideros principales en el intestino delgado. Esta forzada emigración en las heces era determinada también por el aceite e tártago, al que aunque peque de ingrato porque era vermífugo de primera, no quisiera ni recordar. Ahora sé que las lombrices han atacado a los niños de todas las generaciones y de todos los climas , desde muchos antes de los períodos faraónicos. El tratamiento moderno es a base de compuestos que ni siquiera laxan pero desintegran de tal manera a los parásitos que sus restos pulverizados salen en las heces sin que les pueda advertir.
Las lombrices están entre los nematelmintos, que se abrigan con capas quitinosas aunque visibles, inmunes a la acción de los jugos digestivos. Los machos son pequeños al lado de las hembras, que alcanzan hasta treinta y cinco centímetros de longitud y el grosr de un lápiz. No tienen hábitos vampirescos como sus primos de la anquilostomiasis, pero en sus hospedajes del instestino delgado, son las primeras en ingerir los platos de un banquete para el que se han autoconvidado. Si la mesa es pobre, y eses es el caos de los desnutridos, se apoderan de la totalidad del alimento que éste ingiere, sin importarles los cuadros deanmia peligrosa que desatan en sus obligados anfitriones.
La
concha del huevo de gallina sería tan gruesa como un plato de loza, si
tuviera el espesor de la que tiene el microscópico huevo de los ascaris
La causa de que haya pacientes con el excepcional número de hasta cuatro o cinco mil parásitos no es la de que sean capaces de reproducirse en el interior del organismo. Los huevos tiene inevitablemente que ir al exterior en busca de un medio húmedo, para autoencubarse y genera el embrión en larvas invisibles. No se dan prisa y se revisten de la mayor paciencia con tal fin, pues deben aguardar en un ambiente seco, hasta dos años, con su vida latente protegida por duras y gruesas cáscaras. Las larvas pueden quedarse dentro de llas mientras en el viento, en el agua o en las patas de un animal, un transporte gratuito a los lugares con gente.
Las larvas tienen un privilegio específico de la mayoría de los miembros de los nemaltemintos. Deshidrata del todo, resucitan virtualmente al conseguir el agua. Pueden penetrar la piel desnuda, y los embriones, pueden entrar por la boca y dejarse arrastrar hasta el instestino delgado donde se detiene nadie sabe cómo. Allí las larvas abandonan las cáscaras y ascienden por la corriente circulatoria hasta los pulmones donde, en concentraciones altas, pueden desatar cuadros de peligrosa neumonía. Lo habitual es que salgan por los bronquios hasta la tráquea y la laringe, para salir por la glotos y descender por el esófago y el estómago hacia el instestino otra vez. Se desconoce el objeto de esta caprichosa tounée.
Allí se instalan a disfrutar gratuitamente de todos los servicios y de las oportunidades para iniciar el intercambio reproductivo. La fertilidad de las hembras es de las más pasmosas en todo el reino anima. Pueden depositar durante nueve meses doscientos mil huevos por día, o sea un total de sesenta y cinco millones, con un peso de 1.700 veces mayor que el de la ponedora. En las filipinas hay un género de lombrices inteligentes, porque se conducen como si estuvieran firmando un tratado de reciprocidad y de mutua tolerancia con sus víctimas. Allá hay padres que se alarman si sus hijos no las tienen, porqueconsideran supersticiosamente que ayudan al buen crecimiento. Las de aquí son tan agresivas que ya adultas hacen recorridos en nuestro cuerpo como quien se pasea por una plaza, hasta extraviarse y slirse por la nariz, como dijeramos al principio.
Las larvas tienen un privilegio específico de la mayoría de los miembros de los nemaltemintos. Deshidrata del todo, resucitan virtualmente al conseguir el agua. Pueden penetrar la piel desnuda, y los embriones, pueden entrar por la boca y dejarse arrastrar hasta el instestino delgado donde se detiene nadie sabe cómo. Allí las larvas abandonan las cáscaras y ascienden por la corriente circulatoria hasta los pulmones donde, en concentraciones altas, pueden desatar cuadros de peligrosa neumonía. Lo habitual es que salgan por los bronquios hasta la tráquea y la laringe, para salir por la glotos y descender por el esófago y el estómago hacia el instestino otra vez. Se desconoce el objeto de esta caprichosa tounée.
Allí se instalan a disfrutar gratuitamente de todos los servicios y de las oportunidades para iniciar el intercambio reproductivo. La fertilidad de las hembras es de las más pasmosas en todo el reino anima. Pueden depositar durante nueve meses doscientos mil huevos por día, o sea un total de sesenta y cinco millones, con un peso de 1.700 veces mayor que el de la ponedora. En las filipinas hay un género de lombrices inteligentes, porque se conducen como si estuvieran firmando un tratado de reciprocidad y de mutua tolerancia con sus víctimas. Allá hay padres que se alarman si sus hijos no las tienen, porqueconsideran supersticiosamente que ayudan al buen crecimiento. Las de aquí son tan agresivas que ya adultas hacen recorridos en nuestro cuerpo como quien se pasea por una plaza, hasta extraviarse y slirse por la nariz, como dijeramos al principio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario