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diciembre 02, 2004

Aunque la vida reclama ciertas condiciones mínimas la Tierra no es el único marco en que ella puede imponerse.

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 2 de Diciembre de 1983

Hace treinta s años es usual en los laboratorios el experimento de bombardear con chispazos eléctricos, una atmósfera de metano, amoníaco y agua con la primigenia, para obtener aminoácidos.


Aunque la sensibilidad del hombre le ha dado a las flores su rango de arte poético de la naturaleza, esta las usas como un ardid en loos objetivos de la reproducción vegetal.

La biología contemporánea estima que si bien la Tierra reunió las condiciones mínimas para servir de cuna a la vida, fue esta la que con una flexible estrategia genética resolvió losmproblemas de adaptarse a cada circunstancia adversa, para apartar los problemas de su evolución. En la atmósfera primigenia no había oxígeno y la temperatura del sol con todo y ser muy calurosa, carecía de los intensos latigazos energéticos que habrían de aportar los relámpagos, para que el amoníaco y el metano se combinaran produciendo los aminoácidos de lamprimera proteína. Sin embargo, ¿cuando comenzaron las solitarias células de entonces a respirar y a almacenar energía de reserva en moléculas de crabohidratos y azúcares?

Todavía hay bacterias que obtienen combustibles del azufer, por lo que se deduce que proceden de una época en que el oxigeno era tan escaso en el planeta como el oro en la Plaza Bolívar. Teóricamente, el oxígeno que ya formaba parte de los cuerpos vivos, había sido tomado del que dejaban los rayos cuando al hidrolizar el agua, la descomponían en sus dos gases. En algún momento el oxígeno de esa fuente fue usado también para elaborar moléculas en las que la luz, convertida en energía química, es guardada como la gasolina en sus respectivos tambores. Las células primigenias que descubrieron la fotosíntesis, copiaron del rayo la capacidad para descomponer el agua en que moraban.

A medida que se multiplicaban, perfeccionando el don de liberar el oxígeno atrapado en el líquido. Así, fureon impregnando de oxígeno libre que posteriormente contribuiría a formar las abundantes porciones del mismo que hoy inhalamos. Obsérvese pues que ni el océano ni la atmósfera poseían las características adecuadas de ahora, pues éstas fueron creadas por forma precursoras de la vida, que tras su aparente precariedad, estaban asistidas de la insólita facultad de abrirse paso y salir victoriosas frente a contrariedades que harían sucumbir a la más avnzadas manifestaciones de la vida en nuestro tiempo. Con excepción de cierts plantas, no hay pluricelular que pudiera sobrevivir en una atmósfera sin oxígeno libre.

En el océano hay, entre metales y metaloides, más de setenta elementos disueltos. Inicialmente sólo fueron aprovechados el calcio, el fósforo, el azufre, el sodio, el cloro. Pero a medida que la vida se fue expresando en especies cada vez más superiores, los tejidos fueron incorporando sustancias como el hierro, el potasio, el cobre, el yodo y los demás, dándoles una específica función en la eficiente marcha de cada organismo viviente. Con aparatos que detectan en una fracción de segundo átomo de aluminio en cien millones de átomos de otros metales, se han descubiertio más de sesenta elementos en nuestro cuerpo sin que sepamos con precisión el oficio.

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