En 1831, Joseph Henry inventaba el motor eléctrico con est emodelo, que era capaz de hacer ciertos casos el trabajo de los motores a vapor.
Hubo en el siglo pasado un norteameriaco excepcional, que renunció al precio que compatriotas suyos, le pusieron al fruto de su ingenio y de su creatividad. Se llamó Joseph Henry (1797 - 1878) , quien fuera más competentes que Morse y tan innovador como Faraday. Sin embargo es poco menos que desconocido, como si la modestia de su existencia le restara brillo a su posteridad. En 1810 era uno de los chiquillos sin rumbo que deambulaban por Albany, New York, su ciudad natal. Luego de una pasantía ligera por la escuela primaria, habría de dejar los cuadernos en que escribiera sus primeras letras para iniciarse como aprendiz de relojero, en una tienda de reparaciones, en la que además de adquirir un oficio, le pagaban por ello.
Al despuntar en la adolesccencia, Henry hacia gala de un temperamento extrovertido y observador y una inteligencia avivadada a menudo frente a las cosas inexplicables que trataba de comprender. En la casa del pastor de su comunidad encontró un libro que sería para su ingénita curiosidad puerta abierta de un mundo llenos de hechos penumbrosos pero fascinantes. Se llama: Lecturas de Filosofía Experimental, tal contenía la información acumulada hasta entonces sobre un fluido misterioso y excitante: la electricidad. Al terminarlo sintió la ansiedad de seguir internándose en tan extraños parajes del conocimiento y con ese fin frecuentaba en sus momentos libres las bibliotecas públicas donde hubiere textos con el mismo material.
No tenía ni siquiera el certificado de escolaridad pero gracias a su sobresaliente examen de admisión, pudo ingresar como alumno de Física y Matemáticas de la Academia de Albany. Costeaba sus estudios con los estipendios escasos que percibía como maestro rural y por sus clases a domicilio. Cuando se graduó como ingeniero, la institución decidió contratarlo a tiempo completo, exonerándolo, por los altos dones de su talento y de su trabajo del nutrido curriculum que solía pedirles a sus nuevos docentes. Como empleado las noches en la exhaustiva preparación de las clases, sólo en las vacaciones de agosto realizaba sus originales experimentos.
A la sazón, los electroimanes eran como juguetes mágicos en manos de los investigadores. Tenían el defecto de los cortocircuitos que ocurrían en el enrollado de los cables desnudos en torno a una pieza de hierro. Henry sortéo este problema, mediante un sistema de aislamiento que eliminaba la contrariedad. Fabricó electroimanes que levantaban pesos hasta de una tonelada. Los manucafturó de distintos tamaños, inclusive los que cabían en la palma de la mano. En 1831 echaba las bases del telégrafo. Abriendo y cerrando un interruptor trasmitía corriente por un cable que, a mil seiscientos metros (una milla) comunicacaba a un electroimán la energía para atraer una barra metálica y rechazarla, producciendo un repiqueteo de tac tiqui tac.
Joseph Henry fue también el creador del primer sistema meterológico norteamericano, que se auxiliaba con la información telegráfica del clima en los diferentes estados de la Unión.
Henry advirtió que la corriente se debilitaba durante el recorrido. Par hacer que la señal sonora llegara lo más lejos posible inventó los relé o relevos, mediante los cuale sse restablecía la fuerza trasmisora de la electricidad, cada vez que empezaba a debilitarse. Asistido por un absoluto desprendimiento se negó a patentar sus distintos hallazgos. Entregó los que ya referimos a Samuel Morse, quién los utilizó sin reconocerle ni el menor mérito a su verdadero autor.
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Henry descubrió también la inducción magnética al mismo tiempo que Faraday. Mediante la misma, las fuerzas de la electricidad y magnetismo pueden engendrar otras en su torno, en objetos con los que no tiene ningún contacto. Un fenómeno de inducción es el que se produce cuando un clavo atrae a un alfiler porque en las próximidades se halla un imán. Henry encontró también la autoinducción, pero el más notable de sus inventos fue el que hizo aprovechable la electricidad: el motor eléctrico. Henry advirtió algo que como suele ocurrir, parece hoy muy sencillo. En dinamos como los de las bicicletas, el roce del caucho hace rotar las bobinas en medio de imanes para originar electricidad. En los motores, es la electricidad aplicada a los imanes la que hace girar las bobinas, originando el trabajo de las licuadoras, las neveras, lavadoras de nuestros hogares, o las grandes maquinarias fabriles.
La Ciencia Amena de Arístides Bastidas.
15/04/1983
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