Un día tal como hoy, 1 de Diciembre de 1981
Las turbinas giran con la fuerza expansiva del gas que surge al arder en su interior el combustible. Ellas se tragan al mismo tiempo borbotones de aire que luego de ser comprimido, es arrojado hacia atrás en violentos chorres. (Rep. Dimas Ibarra)
Un cohete espacial suele llevar tres grandes tanques de combustibles diferentes: de gran poder los de la fase del despegue y la fase de las alturas atmosféricas. De menos poder, el de la fase ingrávida en el espacio exterior. (Reo. Dimas Ibarra)
A medida que la combustión se acelera, da lugar a reacciones energéticas más intensas, que pueden expresarse en el arder de una vela o en la explosión de un cartucho de dinamita. Demos dar gracias a Dios por lo serena que es la combustión en nuestros tejidos ya que si liberáramos de un solo golpe las calorías de un bistec o de una arepa con mantequilla, nos reventaríamos por el estallido que produciría en su interior. Los agentes del fenómeno que comentamos, son los combustibles. Como tales podemos tomar por igual el azúcar que ingerimos, la gasolina de los automóviles, el carburreactor de los aviones de chorro y los propergoles de los cohetes que viajan al espacio exterior.
Los combustibles no accionan las máquinas de un modo directo, sino desatando gases violentos, cuyas moléculas son disparadas a enormes velocidades. Al expandirse presionan cilindros y paredes, obligándolos a ejecutar un movimiento que se trasmite a los respectivos engranajes. En la medida en que la gasolina es volátil, sus moléculas son más inflamables, la cual se traduce en un poder que alcanza las once mil calorías y los ciento cincuenta octanos, en la usada por los aviones convencionales. Huelga decir que en los motores ella es dosificada en mínimas gotas que mezcladas con el aire explotan con la chispa eléctrica que proporciona los platinos y sus equivalentes electrónicos ahora.
Loa carburreactores son mezcla de kerosene con gasolina que se emplean e los aparatos de reacción. Estos son por cierto los que dejan oír su rugido, después que pasan en aparente silencio, porque van delante del sonido. Lo dejan atrás porque son más rápidos que él. Estas naves tiene algo así como túneles portátiles. Se tragan enormes chorros de aire que comprimen en su interior. Sobre el mismo cae una densa llovizna del carburreactor, que al inflamarse determina una salida estrepitosa del aire, que impulsará la máquina hacia delante. Esta acción intervienen las turbinas, que hacen que el aire se atornille en ellas, efecto contrario al de las hélices que se enroscan en el aire como tornillo en la madera.
En todos estos casos, el oxígeno hace su papel de carburente insustituible, pues sin él la gasolina sería tan inofensiva como el agua. Ahora bien, los cohetes espaciales tienen que funcionar, en las capas altas de la atmósfera donde hay muy poco oxígeno y el vacío interplanetario donde no hay ninguno. De allí que su combustible debió inspirarse en los principios de la pólvora y ser el inmediato sucesor de ésta. Por eso se idearon los llamados propergoles, mezcla de diversas sustancias, que al despedir calor muy elevado, provocan una deyección de gases, capaces de proyectar hasta el espacio exterior, ingenios más pesados que una gandola cargada de cabillas.
Para despegar puede usarse una combinación de kerosene con oxígeno líquido en la segunda fase puede seguir hidrógeno líquido y oxígeno líquido. En la tercera fase libre de la fuerza de la gravedad terrestre, pueden impulsarse con paquetes de nitroglicerina, nitrocelulosa u otro combustible sólido. Estos ofrecen menos energía que las iniciales, pero tienen la ventaja de caber en recipientes pequeños. Obsérvese que un kilo de hidrógeno líquido requeriría un tanque de catorce litros. Por cierto, que hay otras combustiones en las que no necesita para nada el oxígenos. Son las que hay cuando el hidrógeno, el arsénico y el fósforo se combinan con el cloro.
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