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diciembre 01, 2004

Por generarlo en demasía el inocente gas carbónico nos está urdiendo una trampa de rayos infrarrojos.

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 1 de Diciembre de 1984

La atmósfera tiene una altura de 65 mil kilómetros pero los primeros 15 están las tres cuartas partes del aire con el gas carbónico que se niega a subir más.

Si no cuidamos el planeta protagonizaremos en un día no remoto, la fabula del tonto que ensuciaba el agua que le quitaba la sed. Y a fin de prevenir este riesgo, será necesario que el hombre del átomo y del espacio se reeduque, es decir, que readquiera el don con que Trucutú y los suyos, usaban la naturaleza sin enfermarla. Ella sabe emplear la materia con sabiduría indescriptible. El insolente bípedo cree que la suya es mejor y por eso está en muchos aspectos, en el caso del aprendiz de brujo, cuando se puso a usar por su cuenta los conjuros de su maestro. Un ejemplo de lo que decimos está en lo que sucede hoy y en lo que podría pasar mañana con el torpe manejo de una sustancia tan amiga nuestra, como el gas carbónico.

No es un componente normal del aire pero se halla en el mismo, en esta primera parte de la atmósfera, que en una altura oscilante entre los ocho y quince kilómetros, forma la troposfera. En cada diez litros de aire inhalado se hallarán tres milímetro de gas carbónico. Antes ceríamos que no nos servía de nada porque lo expulsamos a razón de veinte por cada cien parte del aire exhalado. Había en esta apreciación un pequeño error que aclaremos más adelante. Recordemos que las plantas, con excepción de las cien mil especies de hongos, absorben ese compuesto, del que obtienen el carbono para fabricar los alimentos que nos prodigan, y también el elemento capital de su constitución y de la nuestra.

En los primeros mil kilómetros de la atmósfera hay franjas en que el aire se enfr´´ia y en el que se vuelve a calentar. Cuando sepamos las causa de ello, será posible hacer que las nubes obedezcan al hombre como las ovejas a su pastor. (Rep. Grillo)

Durante millones de años los animales, en cuyas células se elabora ese compuesto, lo arrojan en cantidades iguales al tomado por las hojas verdes para producir la celulosa, las raíces, los granos y las frutas que aquellos comieran. Las existencias del mismo se mantenían equilibradas, y no se afectaron tampoco cuando el hombre hizo fuego con leña o con carbón, que mientras se quema lo desprenden. El aumento de gas carbónico en torno nuestro, comenzó con la generalización de los hornos metalúrgicos, que para las fundiciones debían gastar reservas cada vez mayores de carbón de piedra. Hoy estaríamos preparando la crisis ambiental de orden planetario por causa de la inocente sustancia.

El petróleo, el carbón y el gas metano consumido hoy por más de mil millones de vehículos y de factorías industriales en el mundo dejan como residuo una porción de gas carbónico, que según las estadísticas nortamericanas es, diez mil millones de veces superior a la de origen animal y humano a mediados del siglo pasado. La revista Impacto, Ciencia y Sociedad de la Unesco comenta la preocupación de los científicos que intervienen en el programa internacional e climatología de la ONU, sus ultrasensibles detectores de partículas infinitesimales le han permitido calcular que en lo que va de siglo el gas carbónico se incrementó en billones (con b) de kilos.

Esto determinó que las marcas promedio de los termómetros en la Tierra se hayan elevado en un uno coma cuatro grados C (1,4 ). Mientras tanto, hay que evaluar el daño que en este sentido hacen las telas. Cuando se sacrifica un bosque desaparece un consumidor de gas carbónico y el área que ocupaba se trueca en una fuente de suministro. Ustedes se estarán preguntando por qué esta exagerada concentarción de gas carbónico, pudiera ser catastrófica. Ocurre que éste encarcela el calor de los rayos infrarojos y no lo suelta. Los mismos quedan atrapados, igual que los de la luz solar cuando entran en un invernadero.

la temperatura podría aumentar a niveles que redujeran el frío de las zonas polares, el cual, al intercambiarse a través del viento, con el ardor sofocante del trópico, origina el equilibrio climático de la Tierra. En las nuevas condiciones se suscitarían cambios metereológicos como veranos largos y ausencias de lluvia, por lo cual arruinarían las cosechas del mundo entero y faltarían las aguas que alimentan las cabeceras de los ríos. Urge una solución que no podemos esperar de la prudencia humana, porque no existe y porque la sociedad moderna no podría subsistir sin el uso de los combustibles fósiles, causantes de esta embrionaria saturación de CO2, que como dije al principio es útil para nuestro cuerpo, pues pequeñas proporciones de él son las que advierten al cerebro que se acabó el oxigeno.

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