Un día tal como hoy, 8 de Diciembre de 1982
La ciencia ignora los secretos del corazón natural, y por eso, entre otras causas, no puede dárselo al indiferente órgano de plástico. (Rep. Ruiz.).
La posibilidad de que un hombre pudiera seguir vivo, aún después de que le dejaran vacía la cavidad izquierda del pecho pudo alcanzarse, gracias al corazón - pulmón artificial. Utilizándolo fue como Barnard, el 13 de diciembre de 1967 pasmó al mundo con la noticia del primer ser humano a quien le reemplazaran su propio corazón por el de un cadáver que ese momento era velado. El corazón - pulmón artificial, está constituido por un motor igual al de la nevera. Conectado a los tubos principales de un paciente (le impulsa) la circulación de la sangre, mientras le hacen la reparación en seco de algún defecto en el músculo cardíaco o mientras éste es cambiado por otro.
En 1969, Denton A. Cooley implantó un ventrículo izquierdo de plástico a un cardiópata que sobrevivió sólo unos días. De entonces a acá, ante la imposibilidad de sortear el rechazo de los transplantes, Barnard desistió de la técnica, aplicada entre los por el soviético Demijov, de inyectarle a personas con el corazón defectuoso, otro de reserva el exilio radial durante y en una emergencia, pudiera sustituirlo. Ahora vemos a la ciencia dando otro paso en esta fragorosa partida contra la muerte y en aras a la mayor longevidad de nuestro género. En Utah, un joven campeón del escalpelo, William De Vries, ha logrado preservarle la existencia a un desahuciado extirpándole el órgano vital inservible y poniéndole en su lugar otro hecho de plástico flexible.
Debemos a Eduardo Delpretti, a su sagacidad intelectiva y a la originalidad de su periodismo científico la anticipación de éste promisorio suceso de El Nacional. Congratulaciones. El más reciente material bibliográfico sobre éste asunto, nos hace concluir en que a pesar del Cordero que sobrevivió 221 días a una operación de este tipo y de que De Vries la ha practicado el 300 vacas y 60 ovejas, no cabe duda de que estamos ante su primer ensayo en un ser humano. Suponemos que en su interior, el corazón plástico está libre de los factores que hacen que la sangre se coagule. Este obstáculo era uno de los que había que sortear aunque reconozco la razón de que ello pareciera muy difícil. Pero hay otras contrariedades más inabordables en este empeño. Porque aparte el corazón no es sólo una bomba sino un regulador del flujo sanguíneo. Por un mecanismo misterioso todavía, percibe en cualquier momento con la más absoluta precisión matemática, los grados en las alzas y las bajas de las demandas de oxígeno y de nutrientes que hacen los tejidos. Cuando dormimos baja su ritmo, que aumentan de inmediato con nuestra primera actividad al despertarnos. Ahora bien, en el atleta que corre a toda velocidad en una competencia, los requisitos fisiológicos son muy altos, el corazón lo sabe y por eso puede multiplicar más de cuatro veces sus palpitaciones para bombear unos 45 litros de sangre por minuto en vez de los 10 habituales .
Esta diligencia extrema en sus quehaceres, la muestra también en el caso de dos muchachos que se hacen su primera declaración de amor. Véase pues su capacidad para atender las emergencias, sean ellas físicas o emocionales. Pero no sólo incrementa su actividad en esas oportunidades, sino también, cuando por algún motivo las arteriolas se constriñen retardando el paso del rojo torrente. Para cumplir estos cometidos el corazón tiene que hacer gala de los dones mecánicos, con los cuales puede ensanchar sus aurículas y esos ventrículos para darle cabida en ella a una cantidad de sangre que puede ser de hasta 300cc por latido, en lugar de los 150cc que suelen demandar cuando no pasa nada extraordinario en nuestro entorno.
En la aurícula derecha hay una minúscula protuberancia constituida por fibras musculares muy finas, parecidas a las de los nervios. Se trata del llamado nódulo del seno encargado de marcarle el paso a la admirable víscera, a fin de que mantenga un ritmo fijo. El corazón de plástico carece de todos estos atributos, aunque no dudamos de que en el porvenir los pueda recibir el ingenio humano, autor de tantas maravillas. Si los tejidos de alguien que hace un ejercicio violento o que sufre un susto no recibirá tiempo las proporciones especiales de glucosa y de carburante, la persona afectada se desmayaría con pérdida del conocimiento, después del doloroso calambre. Se colige que el corazón plástico tendrá que adquirir esos otros dones de natural, para asegurar su futuro.
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