La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 16 de Octubre de 1991
Un día tal como hoy, 16 de Octubre de 1991
Al hígado, el órgano del cuerpo con más funciones, le queda tiempo para actuar como glándula secretora de bilis. (Rep. Estrella)
Es incorrecta la creencia de que quien no es fiel con su sexo, es porque tiene las hormonas invertidas o porque se le han descompuesto las glándulas. Ciertamente hay glándulas y hormonas hasta en las plantas vegétales en las cuales, por cierto, no hay ninguna que determine la masculinidad o la feminidad. En el reino sí hay con ese fin, pero hay muchas hormonas inútiles para la función erótica. Su imprescindible para la vida, la cumplen en otros quehaceres del organismo. Las glándulas salivares humedecen el alimento y lo lubrican para que lo traguemos. Con la boca seca no podríamos ni deglutir nada ni modular las palabras. Obsérvese que la saliva nos falicita la movilidad de la lengua y los labios para hablar y para comunicarnos con lo demás.
Nuestra piel se recubre con una delgadísima lámina aceitosa como escudo aislante del entorno, para contribuir a anular el ataque de microbios en el aire. Los poros son las boquillas de millones de tubitos por los cuales sale agua salada, cuya evaporación nos hace tolerable el exceso de calor. En el primer caso cuidan de nuestra piel unas amigas, las glándulas sebáceas y en el segundo otras igualmente desinteresadas, las glándulas sudoríparas. Ninguna secreción del cuerpo es objeto de tanta injusticia como la mucosidad. Las glándulas mucosas la depositan continuamente en las paredes del tubo respiratorio para que la detenga a corpúsculos indeseables y capture y asfixie a los microbios. A lo largo del tubo digestivo este líquido viscoso facilita el deslizamiento y del bolo fecal.
Siento la tentación de decir que las glándulas más nobles son la de los pechos maternos porque con la leche que suministren al recién nacido, mantienen el vinculo madre-niño iniciado con el cordón umbilical. Se ha dicho que cada persona tiene una facultad olfativa más infalible que las de huellas dactilares. De allí que un perro encontraría a su amo entre una multitud de personas en medio de las tinieblas. Hace años, científicos de la universidad de Moscú y de la universidad de California trabajan en común acuerdo para determinar si ese olor característico de cada semejante se desprende de la saliva y del moco, además del emanado por las glándulas sudoríparas y sebáceas. Obviamente no se trata del que desagrada a nuestro subdesarrollado olfato.
Hemos hablado de las glándulas llamadas exocrinas porque vierten hacia el exterior sus secreciones. Ahora nos referimos a las glándulas llamadas endocrinas porque vierten sus secreciones a la sangre. Son ellas las únicas que elaboran hormonas, mensajeras personales del cerebro. Este como se sabe, vale del sistema telegráfico, en la mayoría de sus relaciones con el entorno. Es mediante señales eléctricas como captamos la picada de un zancudo y nos rascamos automáticamente de la parte afectada. Este sencillo ejemplo de un mensaje que se recibe y otro de respuesta ocurre a cada instante y el más complejo es el de una conversación. Pero hay otras actividades que no pueden hacerse instantáneamente, porque se trata de procesos en que invierten múltiples y exhaustivas acciones bioquímicas.
Hasta 1902 se desconoció está técnica del cerebro para gobernar y administrar al organismo y su distintas dependencias. En ese año británico William Baylis y Ernest Starling, observaron en un ocurre o conejillo de indias que la digestión le continuaban aunque le habían cortado los cables o nervios del páncreas. Mas tarde encontraron la explicación de fenómeno. Al llegar las grasas al intestino delgado, éste generaba una sustancia en la sangre. Cuando ésta irrigaba la vesícula, la misma liberaba bilis a fin de que saliera a emulsionar mantecas y aceites. La denominaron secretina. Después se descubriría la gastrina que hacia que el páncreas entregara sus jugos digestivos.
Así se inicio el estudio de las glándulas secretoras de hormonas. Una en las hembras y otra en los varones, cumplen en la pubertad la misión de madurar los órganos de la reproducción y los signos externos del respectivo sexo. Despiertan ciertamente, el deseo sexual, trampa de la naturaleza para asegurarse de que contribuiremos a perpetuar la especie. Como dijimos al principio y como vimos con la secretina y la gastrina, la mayoría de las hormonas se dedican a misiones silentes pero fundamentales, unas nos permiten convertir en tejidos vivos los alimentos. Otras dirigen el crecimiento, otras no prodigan fuerzas para luchar o huir de una emergencia, otras nos permiten usar azúcares o carbohidratos como combustible.
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