Un día tal como hoy, 5 de Octubre de 1983
Hace trescientos millones de años, la actual zona petrolera del Zulia estaba asediada por los continuos cataclismos, durante los cuales fueron atrapados los animales y vegetales cuyas moléculas habróna de transformarse en petróleo. (Rep. M. Grillo)
Durante milenios el petróleo fue visto, no con absoluta indiferencia, pero sí como un material ordinario y de muy pobre utilidad. Dos siglos de Cristo, en las regiones Sechuan y Shensi, en China, unos cadáveres maldijeron su suerte, cuando en vez de encontrar el filón de sal de cocina en el pozo que habían abierto, vieron fluir un chorro negro aceitoso que no les serviría de nada. Según la Biblia, Noé calafateó el arca en que nos salvará del Diluvio Universal, con el pastoso asfalto que había conseguido en su entorno. Restos de las embarcaciones empleadas en la Antigüedad en el Mediterráneo, muestran en sus hendiduras los vestigios del betún con que fueran tapadas por sus armadores.
Seguimos en pañales con respecto al proceso mediante el cual, la naturaleza produjo esta sustancia, en la que le tiempo tuvo jugar un papel decisivo, puesto que debieron pasar trescientos millones de años, más o menos, a fin de que alcanzara sus actuales característicos. A la teoría de que la materia prima del petróleo había constituido en trillones y trillones de microorganismos muertos, se impone ahora la de que formó a partir de los detritos de animales y de seres vegetales, que vivían en el mar, en las lagunas y en las desembocaduras de los río
Seguimos en pañales con respecto al proceso mediante el cual, la naturaleza produjo esta sustancia, en la que le tiempo tuvo jugar un papel decisivo, puesto que debieron pasar trescientos millones de años, más o menos, a fin de que alcanzara sus actuales característicos. A la teoría de que la materia prima del petróleo había constituido en trillones y trillones de microorganismos muertos, se impone ahora la de que formó a partir de los detritos de animales y de seres vegetales, que vivían en el mar, en las lagunas y en las desembocaduras de los río
Edwin Drake, quien en Pensilvania y con un equipo primitivo, taladra en 1859 el primer pozo petrolero del mundo (Rep. M. Grillo)
Atrapados bajo aludes de la corteza terrestre durante los cataclismos de finales de la Era Primaria, sus moléculas habrían sido transformadas, a cambio de una minúscula parte de la energía que poseían, a través de lentísimas degradaciones causadas por bacterias que respiraban oxigeno primero, y después por otras que no lo respiraban y por lo tanto, podían trabajar sin aire. Claro está, que debíamos mostrar llegar al momento de los poderosos microscopios electrónicos, para aventurar, en base a la observación, estas teorías. Habría sido imposible que Marco Polo las imaginara cuando en 1288, según sus datos, vio en la antigua Persia, a mujeres que recogían el aceite negro para curarse los granos de la cara, que era como entonces denominaban al acné de ahora.
Se supone que algunos pueblos de siglos lejanos, usaban el petróleo en las antorchas, aunque no en sus hogares porque el humo que despedirían demasiado toxico para soportarlo. Hay razones para considerar que el petróleo, o aceite de piedra, era el combustible que alimentaba el llamado fuego griego y las llamas eternas del culto a Zoroastro. Fue a comienzos del siglo IXX cuando el polaco Abraham Gesner aplicó a la hasta entonces desconocida materia, los principios de la destilación sistematizados por la química recién fundada entonces.
Su descubrimiento hizo nacer la tecnología química para explotar el viscoso líquido. En un recipiente metálico lo sometió a la temperatura de 350 grados C, en u fogón a base de carbón de piedra. De pronto vio que de la negra masa hirviente se desprendían un líquido volátil y transparente. Los ojos de la codicia y de la naciente industrialización se volcaron sobre la nueva sustancia denominada Kerosene, que casi de inmediato fue la fuente de un lucrativo negocio, pues reemplazaba muy ventajosamente, por su precio y por el mejor alumbrado que daba, a los costosos aceites vegetales de la palma africana, que como su nombre lo indica eran importados del continente negro.
En 1840 funcionaban en Europa refinerías que utilizaban el primitivo procedimiento referido para elaborar Kerosene y parafina, destinada a la fabricación de velas. Durante la destilación obtenían gasolina, usada sólo como desmanchador, pues de resto era considerada como un subproducto de desecho. En los años 1840 se repetía en Pensilvanya, Estados Unidos, el episodio ocurrido 21 siglos antes en la nación de la raza amarilla: unos taladros conseguían petróleo en vez de la sal gema que andaban buscando, por ser más barata que la acarreada desde la alejadas salinas del mar. Pero en este período, la investigación científica exploraba el oro negro, y se daba cuenta de que allí había una riqueza de compuestos químicos en los que debió ocultarse algo bueno para el conocimiento y para el porvenir humano.
Atrapados bajo aludes de la corteza terrestre durante los cataclismos de finales de la Era Primaria, sus moléculas habrían sido transformadas, a cambio de una minúscula parte de la energía que poseían, a través de lentísimas degradaciones causadas por bacterias que respiraban oxigeno primero, y después por otras que no lo respiraban y por lo tanto, podían trabajar sin aire. Claro está, que debíamos mostrar llegar al momento de los poderosos microscopios electrónicos, para aventurar, en base a la observación, estas teorías. Habría sido imposible que Marco Polo las imaginara cuando en 1288, según sus datos, vio en la antigua Persia, a mujeres que recogían el aceite negro para curarse los granos de la cara, que era como entonces denominaban al acné de ahora.
Se supone que algunos pueblos de siglos lejanos, usaban el petróleo en las antorchas, aunque no en sus hogares porque el humo que despedirían demasiado toxico para soportarlo. Hay razones para considerar que el petróleo, o aceite de piedra, era el combustible que alimentaba el llamado fuego griego y las llamas eternas del culto a Zoroastro. Fue a comienzos del siglo IXX cuando el polaco Abraham Gesner aplicó a la hasta entonces desconocida materia, los principios de la destilación sistematizados por la química recién fundada entonces.
Su descubrimiento hizo nacer la tecnología química para explotar el viscoso líquido. En un recipiente metálico lo sometió a la temperatura de 350 grados C, en u fogón a base de carbón de piedra. De pronto vio que de la negra masa hirviente se desprendían un líquido volátil y transparente. Los ojos de la codicia y de la naciente industrialización se volcaron sobre la nueva sustancia denominada Kerosene, que casi de inmediato fue la fuente de un lucrativo negocio, pues reemplazaba muy ventajosamente, por su precio y por el mejor alumbrado que daba, a los costosos aceites vegetales de la palma africana, que como su nombre lo indica eran importados del continente negro.
En 1840 funcionaban en Europa refinerías que utilizaban el primitivo procedimiento referido para elaborar Kerosene y parafina, destinada a la fabricación de velas. Durante la destilación obtenían gasolina, usada sólo como desmanchador, pues de resto era considerada como un subproducto de desecho. En los años 1840 se repetía en Pensilvanya, Estados Unidos, el episodio ocurrido 21 siglos antes en la nación de la raza amarilla: unos taladros conseguían petróleo en vez de la sal gema que andaban buscando, por ser más barata que la acarreada desde la alejadas salinas del mar. Pero en este período, la investigación científica exploraba el oro negro, y se daba cuenta de que allí había una riqueza de compuestos químicos en los que debió ocultarse algo bueno para el conocimiento y para el porvenir humano.
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