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septiembre 30, 2004

Como pobres angelitos lucen los tiburones frente a ciertos mamíferos que conquistaron el mar


Las orcas carecen del pico de sus medios hermanos los delfines. Negras por arribas y blancas por debajo son ágiles y a pesar de su corpulencia alcanzan velocidades de treinta y siete kilómetros. En grandes acuarios se les domestica e incluso, como a otros animales, se les enseña a hacer piruetas gratificándolas con trozos de comida. 


Entre las grandes lagunas de la evolución de los mamíferos, está la de los cetáceos, que en algún momento se cansaron de la vida en tierra seca y tornaron al mar. Debió durar millones de años el proceso a través del cual, se hicieron las correspondientes adaptaciones para transformarse de corredores sobre cuatro patas, en nadadores con dos aletas tan expertos como los peces. Sin embargo, conservaron los caracteres más evolucionados de su linaje. Sus esqueletos no tienen ni una espina y sus huesos, aunque modificados, son los mismos que encontraríamos en un rinoceronte, un murciélago o un ser humano. Las hembras paren a sus crías y poseen mamas para alimentarlas al pecho, cuidando siempre de que suban a la superficie acuática para inflar sus pulmones con aire atmosférico.

Pudiera ser que los antecesores de las ballenas y de los cachalotes fueran de corpulencia tal, que los alimentos terrestres a su alcance no les bastaran para saciar su apetito y cubrir las mínimas necesidades de su supervivencia. Con los dones de su cerebro, superiores al de los reptiles y los anfibios, advirtieron que en el océano reinaba la abundancia que los libraría de un forzad ayuno provocado también porque su enorme peso le restaba agilidad para competir con vegetarianos y carnívoros pequeños pero más ágiles y veloces. La conquista del agua se habría iniciado con los que se aventuraran en las orillas en la búsqueda de algas, de crustáceos y moluscos.

Ha sido imposible determinar si los cetáceos o los pinnípedos, otros mamíferos qie también viven en el mar, tuvieron antecesor común. Lo cierto es que se diversificaron. Su dominio del agua llegó a ser tan perfecto que hay una prima hermana de las ballenas, que supera con creces a los tiburones a los que creeríamos campeones de todos los océanos en el arte de la voracidad y de la depredación. Se trata de las orcas, poderosos animales aunque no conocen las armas de fuego, tiene un arsenal de armas blancas en sus mandíbulas, consistentes en cincuenta y dos dientes como puñales, con diez centímetros de longitud y cinco centímetros de diámetros.

Incluidas entre los delfínidos se les halla en todos los mares pero especialmente en los templados, donde exhiben aletas dorsales, triangulares y de noventa centímetros de altitud, cuya constitución no es como las de los peces, sino más bien como las jorobas de los camellos. Al igual de todos los cetáceos, las colas que son sus timones son horizontales, las aletas en los pechos son modificaciones de las manos delanteras mientras que los huesos equivalentes a las patas posteriores, se atrofiaron dejando sólo vestigios de su existencia. Las orcas como ya insinuamos se conducen con una agresividad tan atroz, que frente a ellas los escualos son niños de pecho.

El género de estos mamíferos acuáticos guarda cierto paralelismo con el nuestro. Los machos son más grandes que sus consortes, pues alcanzan diez metros de longitud en comparación con los siete metros de ellas. Basta un solo apareamiento para que las hembras queden embarazadas y los doce meses paran a sus bebes que nacen con dos metros de longitud. Incompetentes para pescar, en los primeros tres meses aplacan el hambre insaciable que sufren, succionando en los pezones de sus madres hasta ochenta litros de una leche espesa por días. Las orcas están entre los especimenes que no respetan ni a su propia familia, pues no vacilan en engullirse a sus medio hermanos los delfines, cuando los
logran sorprender.

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
30 de Septiembre de 1986


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