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noviembre 09, 2007

Como vírgenes celosas de sus dones y milagros las prostaglandinas se niegan a que las desnude la ciencia.


Sune Bergtrom, Bengt Samuelsson y Jhon Vane ganaron el Nóbel por sus novedades sobre las prostaglandinas. Precisaron que el ácido araquidónico es el padre de ellas dentro del cuerpo pero se niega a engendrarlas en el laboratorio.

La tecnología de la industria farmacéutica mundial, está en el caso de quien se consigue la lámpara de Aladino, pero no sabe despertar el genio guarecido en ella , ante las prodigiosas y evasivas prostaglandinas. Si se dejaran domesticar en el laboratorio y si no fueran tan sigilosas en su comportamiento, habrían sido la panacea con la que siempre han soñado los enfermos y los médicos. Las prostaglandinas están permanentemente formándose y actuando en los tejidos de todos los seres animales. Se supone que pertenecen al linaje de las hormonas, pero aún carecemos del menor informe de quien las dispara y como se generan y se regeneran en el cuerpo. Su gran importancia puede inferirse de que sus estudiosos ganaron el Nóbel de 1982.

Van a cumplirse seis décadas del año en que dos ginecólogos de Nueva York advirtieron las contraindicaciones en el corte del útero de una acura al entrar en contacto con la esperma de su compañero. El experimento in vitro fue repetido innumerables veces por otros investigadores, que se preguntaban cuál era la sustancia responsable de aquella agitación. La respuesta fue encontrada por el sueco Ulf Svante von Euler, en unas partículas de grasa de una muestra de semen, Eso fue en 1934 y se necesitaron veintisiete años para dar otro paso en éste campo de la ciencia básica. Este honor le correspondió a su discípulo Sune Bregstrom, también del Instituto de Karolinska de Estocolmo.

Las prostaglandinas son hechas principalmente por el ácido araquidónico que es sintetizada así mismoa por el ácido linoleico encontrados en los aceites vegetales. Una enzima se adhiere a la molécula del oxigino entre el carbono 9 y 11, para formar un endo-peroxido, enlazándose junto con el carbo 8 y 12. Varias reacciones de hidrólisis convierte el peroxido en grupos de carbonil o hidroxil, produciendo un número primario de prostaglandinas.

El pudo observar una verdadera colección de sustancias en la eyaculación de un becerro, la cual es veinticinco veces más copiosa que la de un ser humano. Confirmó que en contacto, no sólo con el útero sino también con los intestinos y otros músculos lisos, les despertaba una particular actividad. Convencido también de que la sustancia se vinculaba con la próstata, acogió el nombre de prostaglandina, que le seguimos dando. Sin embargo se demostraría que ésta se hallaba en la menstruación y en todas partes del organismo. Era además antiinflamatoria poseía un don antihemorrágico.

Luego empezaron a identificarse sus múltiples virtudes. Era el arma secreta del sistema defensivo de la salud, porque lo estimaban de modo estable y general, con una eficiencia superior a la de las gammaglobulinas. En 1977 había médicos serios, confiados en que las prostaglandinas serían el eje de una revolución terapéutica más expectantes. Que la de los antibióticos. Esa esperanza sigue planteada en un plano teórico, entre otras razones porque se requiere un equipo de especialistas de alta competencia y laboratorios sofisticados, para aislar unos cuantos miligramos de los dos tipos de prostaglandinas identificadas hasta hoy. Su costo de producción es sumamente prohibitivo.

Fue en el útero donde el 1930se halló el primer indicio de las prostaglandinas, hormonas locales que cuidan el ritmo de las células y se lo mantienen ante la emergencia.

Habrá que espera todavía para que sus derivados se expendan en la botica, destinados a tratar por ejemplo, las úlceras estomacales o a inducir con más eficacia que ningún otro medicamento, las convulsiones en los partos retrasados.

Administrada en las ratas embarazadas, las hacen abortar antes de los tres meses. Son las únicas sustancias que pueden aislar a recién nacidos con problemas cardiológicos, porque les restituyen la normalidad del flujo sanguíneo entre la aorta y las arterias pulmonares. Deberían ser muy buenas contra la artritis, pero no le hacen nada, si bien eliminan la mortificación de algunas damas durantes las reglas.

En el caso de las úlceras, las cubren con renovadas capas de mucosidad, aislándolas de los ácidos que las empeoran. En un simposio internacional en Caracas el año pasado sobre la materia, se concluyó en que las prostaglandinas cicatrizaban esas oquedades sangrantes y que no cabía duda de su poder coagulante. Respetuoso, como siempre, de la ética científica, me abstengo de señalar los fabulosos atributos que se han supuesto. Podrían abaratarse produciéndolas artificialmente, es decir, sintetizándolas en los laboratorios, pero en estas condiciones, sus resultados dejan de ser tan promisorios, y persisten las inseguridades sobre su manejo y sus indicaciones. Según la alteración el peso y la sensibilidad del enfermo.

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