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octubre 30, 2004

Las plantas guardan en secreto mecanismo como el de la fuerza para impulsar la savia hasta las hojas y para que cobre vida al llegar a ellas.

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 30 de Octubre de 1991



La planta recibe luz y gas carbónico por arriba y por abajo, agua y sales minerales ( Rep. Castillo)


Un examen detenido sobre el funcionamiento de una planta vegetal, nos revela que a pesar de las apariencias, sus procesos vitales son más inexplicables que los de un organismo animal. Sabemos que el corazón es la bomba que hace circular tanto la sangre venosa como la arterial. En cambio, no hay ni siquiera una hipótesis sobre la fuerza que hace circular la savia inorgánica e inerte y la savia orgánica y viviente. Sudamos porque microscópicas góticas de agua salada salen a la piel por la presión sanguínea. Un labrador que pasa ocho bajo el sol puede liberar más de dos litros de agua por los poros. Ahora bien ¿cuál es el mecanismo por el cual una mata de maíz transpira dos litros de agua por día?¿dónde tiene la bomba para elevar la savia inorgánica preparada por las raíces y para distribuirla convertida por las hojas en savia viviente?.

Este enigma nos parece más indescifrable cuando los observamos en las secoyas. Ellas son especies confinadas en California donde forman los bosques más altos del mundo. Entre ellas hay árboles de hasta 106 metros de altura y troncos en torno de los cuales podrían formarse cadenas de 50 personas agarradas de las manos. Estas formidables criaturas envían diariamente a la atmósfera 5 toneladas de agua. Los caudales de energía para ese fin no las desgastan ni las agotan, lo cual se evidencia en las que llevan 4600 años ejecutando de rutinariamente está función. Las plantas no transpiran con todo el cuerpo sino a través de puertecillas o estomas en las hojas.

Estas son el laboratorio central del que dependen todas las manifestaciones de la vida. A través de los expresados estomas toman gas carbónico del aire y lo combinan con el hidrógeno del agua compuesta con la energía solar, para fabricar almidones que encontramos en la harina de yuca, en la de maíz o en la de trigo. No podemos comerlos crudos pues en ese estado son insolubles en el agua las células vegetales. Cada una de ellas debe digerir el almidón para hacerlo soluble. Sólo de ese modo pueden emplearlo como combustible o aprovechar su carbono, hidrógeno y su oxigeno en la producción de amoniacos, combinándolos con nitrógeno. Hemos aludido el equivalente a la circulación de la sangre en los seres vegetales.

Esta analogía es conducente a simple vista pero no a la hora de analizar el fondo del fenómeno. Las raíces tienen un poder para succionar sales de minerales, parecido al del papel secante sobre la tinta. El alcance de este poder de succión puede inferirse de una medición computarizada hecha por físicos y agrotécnicos de la Universidad de California. Ellos comprobaron que en una sola planta del llamado centeno de invierno desarrolla a los cuatro meses 620 Kms. de raicillas con 100 millones de pelillos de absorción. La savia bruta asciende por vasos leñosos hasta las hojas. Su vena central y sus ramificaciones sirven de armazón y al mismo tiempo de tuberías. Por ellas la savia entra inerte y desciende viva a alimentar todos los tejidos a los que además prodiga proteínas para el crecimiento.

Por los vaso liberianos les llega la savia a todas las células de la planta, las cuales ya vimos, hacen individualmente su digestión. Recuérdese que las nuestras no hacen ese trabajo, reservado al estómago y a los intestinos. Cada célula vegetal transforma el almidón en glucosa, mediante una enzima, esta es similar a la Ptialina, a la que se debe el almidón bien ensalivado se vuelva dulce, convertido en azúcar como el de la uva. Pudiera decirse que la savia descendente se vale de la gravedad, pero así como nosotros empleamos una fuerza impelente para alimentar las ramas que forman con el tronco un ángulo agudo
La ciencia dispone de mucha información sobre el proceso por el cual un óvulo fecundado se desarrolla hasta formar un bebé. Es poca la que tiene sobre la oosfera fecundada que se desarrolla hasta formar una fruta. Las plantas carecen de un sistema neurovegetativo que tome nota de las condiciones ambientales y haga que los genes produzcan las correspondientes adaptaciones. La pulpa de la fruta es para que el animal que se la trague, arroje por las heces la semilla en un lugar distante de la planta madre. La palmera de coco renuncia a está alternativa y adopta otra acorde con su medio. La semilla es provista de dos capas protectoras. La interior y dura la aísla de la salinidad marina. La exterior gruesa y fibrosa le sirve para flotar al tiempo que una corriente la traslada a otra playa.

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