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octubre 16, 2004

El aparato digestivo sigue ocultando el don de preparar sustancia inertes para que cobren vida después.



La capsula provista de antenas es un módulo telecomando que los fisiólogos de la nutrición están usando para seguirle los pasos a un bocado desde que es deglutido hasta que se incorpora a la sangre. (Rep. Grillo).

Todavía quedan muchos aspectos de la digestión al margen de la comprensión científica, no obstante los notorios avances de la fisiología. Por ahora sigue siendo una empresa quimérica la de seguirle la pista a las partículas alimenticias, desde que son masticadas y deglutidas hasta que cambian su estado inerte por el animado que cobran cuando se vuelven vivientes en el protoplasma celular. Las primeras observaciones directas de este proceso se hicieron a través de fístulas accidentalmente abiertas en las paredes externas del estómago de ciertos enfermos. Por las mismas eran introducidos trozos de carne o pan en las vísceras, que horas más tarde se sacaban con el cordón con que habían sido atados.

En nuestro tiempo se filman los movimientos de esa cavidad mediante alimentos cubiertos con sustancias opacas a la acción de los rayos X. Por otra parte, se usan contadores gelger para vigilar el rastro de proteínas, grasas o carbohidratos marcados con isótopos radiactivos. En trabajos recientes se han empleado ratas hámster y, en especial, cerdos para investigar la inasible acción de las hormonas digestivas y las reacciones extremadamente complejas que ocurren especialmente en la parte inicial del intestino delgado. Allí hay aduaneros con la asombrosa facultad de distinguir, en medio de impenetrables tinieblas, las moléculas útiles a las que le dan puerta franca hacía la sangre y las inútiles a las que abren pasos hacia el intestino grueso.



En el estómago las proteínas pierden su consistencia sólida, se desintegran y se vuelven solubles, pero sólo en el intestino delgado quedarán listos sus aminoácidos para ingresar en la sangre.


El pan, la arepa, los tubérculos, son impregnados con la saliva de una enzima llamada amilasa. Esta los acompaña hasta el estómago, donde continúa el trabajo de simplificar sus estructuras. En este nivel las proteínas de un bistec o de un huevo son desplazadas en aminoácidos o en péptidos, que los contienen. En trabajo es preparatorio de la fase inmediata que es la del vaciado en el intestino delgado, donde se realizarán múltiples operaciones enzimáticas, acompañadas de bilis, disgregadora de las grasas y de una especie de bicarbonato de sodio, que neutralizará el ácido muriático o clorhídrico, que ayudará a ablandar los componentes sólidos de la comida.

Según Alain Rérat, director del laboratorio de fisiología de la nutrición en Jouy Josas en Francia, se han conseguido nuevas informaciones en este sentido, que pudieran permitir la intervención positiva del conocimiento en la digestión. La razón de que los bebés sólo puedan ingerir leche, está en que disponen únicamente de la enzima lactasa encargada de asimilar el azúcar del producto lácteo. Esa enzima disminuye a medida que aumentan de edad. En la mayoría de los adultos de raza negra y amarilla desaparece y entre el diez y el veinte por ciento de los adultos de la raza blanca la pierden también. Eso explica los desórdenes estomacales de ciertos individuos cuando se toman un vaso de leche.

Ahora bien, los recién nacidos tienen que aguardar a que el páncreas empiece a segregar jugos gástricos y enzimas en suficiente cantidad, para empezar a comer de todo. Los experimentos en cochinos, cuyo aparato digestivo, aunque nos pese el decirlo, tiene un funcionamiento parecido al nuestro, han demostrada que el páncreas puede ser activado precozmente para que las crías recién nacidas comiencen casi de inmediato a ingerir una dieta variada. Este hallazgo tendría importancia económica si por ejemplo se programara a los becerros para que en vez de nutrirse de leche, que es cara, lo hicieran con pastos y cereales baratos.

Otro hallazgo igualmente interesante fue el de que los cerdos y otros animales de laboratorio agrandan sus intestinos para compensarse de la carencia del páncreas que le había sido extirpado. Al principio digerían con dificultad raciones reducidas, pero a medida que se les hipertrofiaba el intestino delgado aumentaban la ingesta de alimentos, porque ese órgano y el estómago generaban el ácido clorhídrico y las enzimas que en circunstancias normales son aportadas exclusivamente por el páncreas. De esto se desprende que el tubo digestivo es de cierto modo un superdotado. Recordemos que hay personas que han sobrevivido saludablemente después que les quitaran el estómago en las llamadas gastrectomías totales. 


 La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
16 de Octubre de 1986

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