Los corpúsculos del plancton adoptan formas como anilos, anclas, floceritas, cajitas brillantes con sus tapas.
Las células primigenias como las nuestras, tenían en su protoplasma una solución liviana que el agua salada les habría chupado, paralizándole sus procesos vitales. Hay descendientes de ella, unicelulares y multicelulares con mecanismos físico-químicos para neutralizar esta contrariedad. Los peces marinos beben agua continuamente para equilibrar su densidad interior con la que los circunda. Con este fin, igual que gaviotas, pelícanos y alcatraces, disponen de procedimientos fisiológicos para filtrar la sal, cien veces más eficientes que el de nuestros riñones. Ahora bien, un organismo pluricelular como nuestro cuerpo moriría si calmara la sed con agua marina. ¿Por qué es posible que organismos tan rudimentarios como el da las células del plancton prosperen sin el menor tropiezo en esa concentración de 35 gramos de sal por litro que hay en el mar?.
La inmensa mayoría de los microbios terrestres perecen en este medio y es por eso que es pasajera la contaminación de los excedentes cloacales en el mismo. Hay un conocido microorganismo terrestre que encuentra en el mar un ambiente tan favorable para su multiplicación como el del cuerpo humano. Es el famoso espirilo del cólera o vibrión. Los científicos se devanan los sesos tratando de comprender cómo microseres que llamamos inferiores proliferan donde los llamados superiores se extinguirían. La mayor parte de la masa viviente de los océanos está representada por corpúsculos unicelulares del plancton, el cual contiene el 99% de la flora acuática. Si pudiéramos agruparla su peso sería mayor que el de todos los árboles continentales.
Esos corpúsculos flotan en el agua como los del rayo de luz en una habitación. Sin ellos no existirían ni las ballenas ni los calamares gigantes, ni los tiburones ni las especies intermedias. Los corpúsculos del fitoplancton son los únicos en el agua que saben fabricar alimentos. Pueblan una capa de 30 metros de superficie, y hacen la fotosíntesis con la debilitada luz que llega a esa profundidad. De ellos se nutren otros seres microscópicos, los dinoflagelatos. Estos no son ni plantas ni animales, sino formas intermedias que comen lo que encuentran o fotosintetizan. De noche y junto con las diatomeas, algas unicelulares que forman las seis décimas de plancton, suelen formar impresionantes alfombras luminiscentes.
Ciertos especimenes, lejos de arrobarse con este espectáculo, lo inundan en virtuales nubes para darse grandes festines. Son los copépodos, no mayores que cabezas de alfiler, los cuales constituyen los animales multicelulares más numerosos del planeta. Son hermanitos menores de los langostinos y demás crustáceos y al parecer están entre los que inauguraron el aditamento de las patas para usarlas como aletas. Los Copépodos son a su vez el manjar más preciado por pececillos y aun por arenques y sardinas. Son, con las larvas de muchos animales, el tercer eslabón de las cadenas alimenticias del mar, después del número uno, el fitoplancton y el número dos, el zooplancton . El lector se preguntará de que viven los animales que habitan el lecho de las aguas en las más insondables tinieblas.
Unos digieren y metabolizan los restos de cadáveres hundidos, otros ingieren el lodo y otros los microorganismos de ésta procedencia. También en este dintel hay depredadores que viven de la pesca. Investigadores de la Universidad de California siguen profundizando el estudio de extraños y novedosos animales que no viven de los alimentos que da la fotosíntesis directa o indirectamente. Se mantienen a expensas de la quimiosíntesis y fueron descubiertos en 1985 a 2 mil metros de profundidad cerca de las Islas Galápagos. A ese hábitat no llegan ni siquiera los Detritus de seres que estuvieran vivos. Hay peces que comen cangrejos, que a su vez comen gusanos, que a su vez comen animalitos que a su vez comen bacterias que toman su energía del azufre de géiseres que salen por aberturas del lecho marino.
Hoy se considera que el origen de la vida se habría retrasado de no haber sido porque el mar, que le sirvió de cuna , era de agua dulce, y a que no había discurrido el tiempo mínimo para que las lluvias lo inundaran de la sal disuelta por ellas en las rocas. A medida que surgieron seres de mayor competencia, partir de uno que apareció hace 3500 millones de años, se fueron adaptando a las cada vez más elevadas concentraciones de sal en el agua. No se sabe a ciencia cierta, si los peces evolucionaron a partir de ésta, cuya alta densidad obraría como un papel secante sobre el líquido de nuestros tejidos. Por eso la mayoría de los mamíferos nos deshidrataríamos si bebiéramos agua del mar.
Las células primigenias como las nuestras, tenían en su protoplasma una solución liviana que el agua salada les habría chupado, paralizándole sus procesos vitales. Hay descendientes de ella, unicelulares y multicelulares con mecanismos físico-químicos para neutralizar esta contrariedad. Los peces marinos beben agua continuamente para equilibrar su densidad interior con la que los circunda. Con este fin, igual que gaviotas, pelícanos y alcatraces, disponen de procedimientos fisiológicos para filtrar la sal, cien veces más eficientes que el de nuestros riñones. Ahora bien, un organismo pluricelular como nuestro cuerpo moriría si calmara la sed con agua marina. ¿Por qué es posible que organismos tan rudimentarios como el da las células del plancton prosperen sin el menor tropiezo en esa concentración de 35 gramos de sal por litro que hay en el mar?.
La inmensa mayoría de los microbios terrestres perecen en este medio y es por eso que es pasajera la contaminación de los excedentes cloacales en el mismo. Hay un conocido microorganismo terrestre que encuentra en el mar un ambiente tan favorable para su multiplicación como el del cuerpo humano. Es el famoso espirilo del cólera o vibrión. Los científicos se devanan los sesos tratando de comprender cómo microseres que llamamos inferiores proliferan donde los llamados superiores se extinguirían. La mayor parte de la masa viviente de los océanos está representada por corpúsculos unicelulares del plancton, el cual contiene el 99% de la flora acuática. Si pudiéramos agruparla su peso sería mayor que el de todos los árboles continentales.
Esos corpúsculos flotan en el agua como los del rayo de luz en una habitación. Sin ellos no existirían ni las ballenas ni los calamares gigantes, ni los tiburones ni las especies intermedias. Los corpúsculos del fitoplancton son los únicos en el agua que saben fabricar alimentos. Pueblan una capa de 30 metros de superficie, y hacen la fotosíntesis con la debilitada luz que llega a esa profundidad. De ellos se nutren otros seres microscópicos, los dinoflagelatos. Estos no son ni plantas ni animales, sino formas intermedias que comen lo que encuentran o fotosintetizan. De noche y junto con las diatomeas, algas unicelulares que forman las seis décimas de plancton, suelen formar impresionantes alfombras luminiscentes.
Ciertos especimenes, lejos de arrobarse con este espectáculo, lo inundan en virtuales nubes para darse grandes festines. Son los copépodos, no mayores que cabezas de alfiler, los cuales constituyen los animales multicelulares más numerosos del planeta. Son hermanitos menores de los langostinos y demás crustáceos y al parecer están entre los que inauguraron el aditamento de las patas para usarlas como aletas. Los Copépodos son a su vez el manjar más preciado por pececillos y aun por arenques y sardinas. Son, con las larvas de muchos animales, el tercer eslabón de las cadenas alimenticias del mar, después del número uno, el fitoplancton y el número dos, el zooplancton . El lector se preguntará de que viven los animales que habitan el lecho de las aguas en las más insondables tinieblas.
Unos digieren y metabolizan los restos de cadáveres hundidos, otros ingieren el lodo y otros los microorganismos de ésta procedencia. También en este dintel hay depredadores que viven de la pesca. Investigadores de la Universidad de California siguen profundizando el estudio de extraños y novedosos animales que no viven de los alimentos que da la fotosíntesis directa o indirectamente. Se mantienen a expensas de la quimiosíntesis y fueron descubiertos en 1985 a 2 mil metros de profundidad cerca de las Islas Galápagos. A ese hábitat no llegan ni siquiera los Detritus de seres que estuvieran vivos. Hay peces que comen cangrejos, que a su vez comen gusanos, que a su vez comen animalitos que a su vez comen bacterias que toman su energía del azufre de géiseres que salen por aberturas del lecho marino.