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mayo 29, 2006

Los que siguen creyendo en la inferioridad de la mujer piensan de la misma forma como lo hacían los primitivos.

El hombre y la mujer deben complementarse. Las situaciones de injusticia que ha provocado el errado concepto de la debilidad feminina, ha ocasionado el afán muchas veces desmedido de éstas `pr igualarse a sus compañeros.

La humanidad continuaría existiendo sus con sus penas y sus alegrías si se acabaran los hombres y dejarán a unas cuantas mujeres en la compañía de un pequeño un banco de espermatozoides; pero se extinguiría si sólo quedarán hombres provistos de un arsenal de óvulos. ¿Quién es más importante para la vida?

Sabemos perfectamente la crueldad de la naturaleza contra todo lo que no le sirva para perpetuar las especies, se ha la de los microbios, sea la humana. Por lo tanto ella no dudaría en hacer la elección más favorable en el hipotético caso extremo que hemos mencionado. Ante tal alternativa, la naturaleza prescindiría de nosotros después de quitarnos el licor seminal. Ya es posible que ellas conciban sin contacto con el varón, pero en el caso de que un óvulo aislado fuera fecundado, siempre necesitaría el vientre de la madre viva para que el feto progresara hasta convertirse en niño. Biológicamente, y en todos los demás órdenes, la inferioridad de la mujer es un mito. En primer lugar, detrás de los grandes hombres siempre ha habido una mujer que directa u o indirectamente los ha inspirado para su obra en los campos del pensamiento o de la acción. Aunque nos sintamos muy importantes, una sensación de desamparo y de invalidez nos posee cuando perdemos la mujer a quien siempre hemos amado y que nos entregó la acción de placer en el momento de sosiego y de la solidaridad en las emergencias que suelen acosar los hombres responsables.


El cerebro es para ambos sexos, el asiento de la razón, la inteligencia y los sentimientos. En él no sólo es importante el tamaño, sino también la cantidad de arruguas

No hay mejor antídoto para una angustia que la sonrisa fraternal esposa, la novia o la compañera. Este ilusorio concepto de la superioridad masculina nació con los albores de la razón, cuando los seres humanos se mudaron de casa, o sea, de las ramas de los árboles al interior de las cavernas. Entonces observaron que ellas estaban corporalmente menos preparadas para los esfuerzos de la caza o para enfrentarse con fieras como el tigre de los colmillos de sable. Además al verlas tiernas las consideraban débiles y estimaban que no tenían presencia de ánimo, porque lloran desconsoladamente ante la muerte de los seres queridos. Ella solían quedarse en casa a cuidar a los pequeños y esta ocupación no requería, según el punto de vista de los primitivos, mayores esfuerzos. Al llegar las primeras civilizaciones, eran los hombres quienes empuñaban las armas para matar y también las que asumían funciones dirigentes de las naciones y de las sociedades. En los siglos pasados hubo biólogos que reafirmaban la opinión mencionada de las cavernícolas, porque descubrieron que un cerebro mediano de una mujer pesa 1574 gramos contra 1728 que pesa el de un hombre. El corazón de ellas pesa un promedio de 226 gramos contra 350 gramos que pesa el de ellos. Los únicos aspectos orgánicos en que nos superan las féminas son aquellos en que ellas tienen más grasa (un 20%) más que nosotros y que descansando aspiran mayor número de veces que sus consortes.

No hagamos caso de nada de esto. Las lágrimas que con tanta facilidad derrama son más persuasivas que cualquier argumento y son un tranquilizante mejor que los vendidos en las boticas. Las lágrimas, además, lo decía una vez, sirve para despejar los caminos del júbilo. No utilizamos sino un 20% del cerebro, según algunos científicos. Por lo tanto a ellas también les sobran células nerviosas. Nos llegó un informe sobre la curiosa colección de cerebros disecados que hay en la Universidad de Cornell, en EE.UU. Ahí conservan con el mismo solicito cuidado los cerebros de ilustres sabios y malvados inauditos. Allí está precisamente el encéfalo del doctor Burt Green Wilde, primer profesor de biología animal de esa institución, quien comenzó hace más de un siglo la organización de la extraordinaria muestra.

Al principio sólo podía reunir cerebros de idiotas, criminales y desdichados. Les costó mucho convencer a familiares de personas cultas que cedieran sus cerebros para esta colección donde el investigador esperaba concluir fuentes de información adecuada, para ampliar el conocimiento sobre ese órgano humano que nos permite conocerlo todo, menos a él mismo. En abono al pequeño cerebro de las mujeres se determinó en Cornell que el cerebro más infame, el Edward H. Huloff, homicida profesional y compulsivo, ejecutado en 1871, pesaba 1870 gramos, el más grande que tienen en aquella universidad. Huloff era realmente talentoso pero tal virtud más bien es peligrosa en manos de un mal intencionado.

mayo 27, 2006

El cuerpo humano hace un montón de maravillas con una gran sabiduría negada a nuestra conciencia.

Así veían en 1543 los primeros dibujos fieles , de los músculos del cuerpo humano, en el libro que publicara Vesalio, el fundador de la anatomía.

El camino que habría de culminar con la aparición del hombre pudo iniciarse a hace 20 millones de años, cuando algún antecesor de los prosimios que podían andar en cuatro patas, se irguió para tomar con sus dos extremidades delanteras, los apetitoso frutos maduros que viera colgado de la rama de algún árbol. . El procedimiento era más sofisticado y sin lugar a duda, muy superior al de los elefantes, que desarrollan trompas para ramonear, y de las jirafas que adquirieron cuellos muy largos con el mismo fin. Esos dos avances en la búsqueda de alimento, habrían de ser superados por el cuadrúpedo que al ponerse de pie empezaría a fabricarse los canales semicirculares que en la región del oído sirven para mantener el equilibrio.

Seis millones de años después aparecería el Ramapythecus, que aunque seguía con la cabeza doblada hacia abajo, tenía las manos libres para asirse a las ramas y aprenhender las bayas alimenticias y objetos de su interés colocados en el suelo. Aquel tranquilo bípedo, habría sido el padre del género humano, mientras que un hermano suyo, habría sido a su vez el padre de los monos. Hace 13 millones de años los descendientes del Ramapythecus habrían evolucionado, hasta el punto de arrojar los primeros proyectos de hombre. Este, haría su entrada triunfal hace medio millón de años, cuando dejara sus restos en África, Pekín, Java, y Swascombe.

Nuestro bisabuelo tenía un cerebro pequeño, pesaría entre 800 y 1000 gramos. No obstante, era proporcionalmente muy grande con relación al cuerpo, y en ello aventajaba a todos animales. Pero aquel ser primitivo que hacía uso del fuego que habitaba cavernas en grupos familiares según se cree, tenía en su cuerpo las mismas piezas de los demás mamíferos, que no han variado en nosotros, los creadores de la era atómica y espacial. En efecto, las partes del Pythecantropus eran, con las necesarias adaptaciones, las mismas, de un rinoceronte, de un conejo o de un murciélago.

Hemos superado a los demás mamíferos, por el supuesto don de la razón, por nuestra facultad de crear herramientas y de transformar y alterar la naturaleza, gracias al elevada la inteligencia de nuestro género. Más, tenemos sus mismos huesos, sus mismos músculos. Como ellos, somos incubados en un recipiente, el útero, hecho de un material más elástico y flexible que acero. Nacemos de placenta y también nuestros bebes han de acudir a las mamas maternas, para obtener los nutrientes de su crecimiento después que somos paridos, y los anticuerpos protectores contra los gérmenes que pudieran aprovecharse de la vulnerabilidad de recién nacido.

La maravillosa sabiduría que actúa en el cuerpo humano, la encontramos también en los de todas las criaturas. Pero sólo al bípedo humano le están permitidas las peculiaridades de llanto y la risa, el pensamiento y la palabra, y sobre todo, la conciencia del cuerpo en que anda. El cuerpo humano se comporta durante buena parte de su existencia, como el siervo que gusta ser ignorado por su dueño. Mientras tanto acontecen dentro de él continuamente, sucesos de magna importancia para el objetivo de figurar en este buen mundo.

De espaldas a nuestra voluntad, el corazón se mueve rítmicamente para impulsar a perpetuidad ese extraño río en circuito cerrado que es la sangre. Ignoramos cuántos millones de células fabricamos cada día para reemplazar a la que se han muerto. Desconocemos como el estómago y los intestinos separan las moléculas simples y los aminoácidos, de las proteínas que hemos consumido, para enviarla como fuente de energía y como materia prima a las infatigables factorías que poseemos en cada célula viva de nuestros tejidos. Nunca podremos recordar el instante en que éramos tan sólo un óvulo fecundado, y ni siquiera el momento en que después de que un misterioso escultor terminará nuestro cuerpo, fuéramos arrojados al exterior sin que nadie pidiera nuestro consentimiento.

mayo 26, 2006

Hay canguros arbóreos que no necesitan paracaídas si se lanzaran de una altura de un edificio de seis pisos.

De los canguros como de los demás marsupiales podría decirse, que poseen casas portátiles con abrigo seguro para sus hijos. En efecto, en la parte inferior de su vientre cargan mullidas bolsas dentro de las cuales se haya una despensa bien surtida de nutrientes que es la mama. A su pezón la cría recién nacida se adherirá con la boca para chupar de cada vez que se le despierte el apetito. Previamente y después de nacer se habrán deslizado por una avenida húmeda que la madre le enmarca con la lengua, para que se dirija al expresado recinto. Ahí permanecerá el cangurito hasta que a los cuatro o cinco meses salga a realizar las primeras exploraciones de su ambiente donde deberá aprender a conseguir su sustento.

Esta cangura nis ilustra sobre la relativa facilidad con que ella cumple sus deberes maternales

Este animal es típico producto de una ecología específica, lo cual se evidencia en el hecho de que no sabe vivir fuera de Australia, que por cierto, lo incluyó en su escudo. Se han reproducido en un numeroso conjunto de especies que van desde lo que alcanzan sólo un tamaño de miniatura, no mayor de treinta centímetros, hasta los corpulentos que miden más de dos metros y pese a 90 kilos. Son herbívoros, pero hay unos que practican una dieta a base de las hojas que ramonean de los árboles. Hay otros que residen en zonas cálidas, de la selva y que sólo comen insectos.

El su continente sobre el equivalente al ganado vacuno nuestro. Ellos rumian las raciones vegetarianas, después de lo cual las depositan en la panza, donde al igual que en las vacas, miles de millones de microbios útiles, transformarán la celulosa, fermentándolas, en moléculas y aminoácidos simples. Con estos materiales obtienen el combustible para moverse y vivir y desde luego, las proteínas para el crecimiento y la renovación de los tejidos. Antiguamente los a australianos los empleaban como animales de cría, pero por razones que se desconocen prescindieron de los bistec de canguro que al parecer serían muy compactos y de difícil masticación.

Son famosos por los saltos de seis metros de longitud que pueden dar cuando huyen. Son animales de paz, carecen de armas agresivas pero tienen una estrategia defensiva, cuya eficiencia se advierte en la continuidad de su supervivencia, a pesar de esa plaga humana que son los cazadores deportivos. A la máxima velocidad de 50 km por hora que pueden desarrollar, dan, virajes repentinos haciendo gala de un pasmoso dominio de la fuerza centrífuga, para aprovechar la sorpresa de sus perseguidores, mientras siguen a todo escape.

Hay zoólogos que cuentan el caso de ejemplares que en plena carrera se volvieron al frente de sus enemigos para saltar limpiamente sobre ellos, también con la misma intención de salvar el pellejo.

Hay un canguro arborícola, a pesar de que no tiene rabo prensil ni tampoco manos con la flexibilidad de la de los monos, este cuadrúpedo es capaz de caer a una altura de 18 metros, sin que se le fracture de ningún hueso ni experimente la menor molestia. Esto se debe a que sus poderosas patas traseras y su musculoso rabo se conducen como resortes de una insólita elasticidad. Este don es característico de todas las especies de canguros, que por cierto adoptan con absoluta fidelidad el mismo diseño. Las únicas diferencias apreciables que ostentan son de carácter antropométrico, es decir que están en el tamaño.

Aún los gigantes que pesan al nacer unos 20 gramos y miden más de dos centímetro y medio. Eso se explica porque la gestación placentaria es muy breve, no pasa de los cuarenta días. De aquí que las criaturitas de estos marsupiales salgan a completar su formación en la bolsas maternas. Los hay solitarios pero a veces se agrupan en hordas, llamadas así porque cada quien anda de su cuenta, sin jefes que se hagan obedecer ni centinela y cuiden de la integridad física del grupo, como ocurre con las manada de otro animales. Parientes de ellos son los rabipelados criollos, también diminutos al nacer, pues no son más grandes que una abeja y pesan apenas dos gramos.

mayo 25, 2006

El componente principal de las rocas anda también en nuestro cuerpo: se trata del silicio al que debemos la calcificación del esqueleto.

Se ha especulado que los 61 elementos disueltos en el mar están presentes en todos los seres vivos, los cuales tuvieron en las aguas directa o indirectamente, su origen común. Nosotros no estaríamos fuera de esta apreciación aunque sea corta la lista de los metaloides y metales hallados en nuestro cuerpo humano. Es el siglo pasado se ha creído que el silicio, principal componente de las rocas y de la arena, podía desempeñar el papel que tiene el carbono en la vida de las bacterias, de las plantas, de los animales y hasta de los virus. Pero no se consiguió ni una sola especie en que así fue era. Por lo tanto, se le descartó como asunto de estudio en los procesos relacionados con la bioquímica.

Los bellos dibujos de esta diatomea unicelular se deben a la presencia de silicio en ella.

A pesar de que el silicio se ha encontrado siempre en el esqueleto de los animales inferiores, el interés que los biólogos por él volvió a despertarse sólo cuando se comprobó que estaban en la membrana de las diatomeas, algas de una sola célula que en enormes agrupaciones sobre la superficie del océano, lo adornan por la noche con el vivísimo colorido de sus destellos. Los investigadores se preguntaron sobre el rol que podía jugar en tan microscópicos seres, el silicio con su aspecto azul oscuro y su densidad, que es casi dos veces y media la del agua. Recordaron entonces que la abundancia de este metaloide en la corteza terrestre, donde en se encuentra en un 28%, hace inevitable que interviniera en las combinaciones químicas de la naturaleza en cuerpo orgánicos.

El silicio fue detectado en diversas plantas, pero se le siguió considerando común simple polizón, que se embarcaba en la savia ascendente, después que las raíces de los vegetales, lo absorbían junto como otros minerales. En los años 60 se probó palmariamente que este metaloide desquebradizo, realizaba una misión sobresaliente en los vegetales, lo cual se deduce de un experimento, que hicieran inicialmente miembros de la Academia de Ciencias de Letonia. Al privar de silicio a las matas de arroz, se reducía notoriamente la velocidad su crecimiento, se atrofiaban las panículas y se necrosaban las hojas.

Ahora bien, ¿cumplía este elemento funciones igualmente valiosas para la existencia de los animales y de los seres humanos? Los investigadores usaron aparatos electrónicos, y detectan sustancia de hasta de una millonésesima de gramo. Administraron a ratones y pollos dietas que tenían todos los nutrientes pero ni un átomo de silicio. Las consecuencias negativas se reiteraron en sucesivos ensayos. Los infelices animalitos que no ingerían silicios mostraban esqueletos mal calcificados y alcanzaba un peso hasta de un 50% menor que el de los pollos y ratones sometidos a una dieta con un contenido normal de silicio. Otros experimentos revelaron ese componente, número uno de la arena y de las piedras, se hallaban en nuestros tejidos, en la proporción de un gramo por cada diez kilos. .

Está en las uñas, en el cabello, en las plumas, en los cuernos, en los pulmones, en los nódulos linfáticos y en las glándulas. Sin el silicio el tejido epitelial y el conectivo carecerían de la consistencia, la flexibilidad y la permeabilidad tan propias de la piel y de las mucosas. Se estableció que el silicio es un protagonista en el escenario donde se crea la vida, pues opera en el corazón de los ácidos nucleicos. Es el responsable de que el armazón cartilaginoso del recién nacidos, adquiera la firmeza del esqueleto óseo, durante un proceso que incluye a los 18 años de edad. Por último, genetistas de Sibería elaboraron un fármaco que ha sido único con algún efecto de los casos de la calvicie incipiente.

mayo 24, 2006

Nueve modelos de criaturas a partir de una que parecía un cerdo en ascendente evolución culminaron con el elefante.

Los elefanticos son buenos nadadores pero no tan veloces como sus padres, que no los abandonan cuando en medio de ello, atravesian un rio.



Hay algo de simbólico en el fracaso del extinto tigre de los dientes de sable y el éxito de los elefantes. Ambos hace millones de años poseían las armas de más largo alcance que ha habido en el reino animal. Las usaban para bregarse los alimentos. La necesidad forzaba al tigre a darles una función ofensiva. El elefante no necesitaba agredir a nadie y les daba una función defensiva. El agresivo se quedó sin descendientes. El pacifista tiene muchos. Entre hace 58 millones y 36 millones de años, un animal no mayor de 60 cm. de altura vagaba por los pantanos de Egipto, masticando la hierba abundante que había en sus márgenes. La forma de su cabeza era la de un semiarco y disponía de una piel gruesa y dura.

Los últimos descendientes de este predecesor de los proboscidios, el Moeritherium, vivieron em Europa y en América, además de Asia y Africa donde están hoy.

Los carnívoros ni siquiera se le acercaban pues abundaba la caza de cuero blando. Un buen día empezaron a secarse los pantanos, a disminuir sus vegetales y el Moeritherium, que tal es el aludido, se dio cuenta de que perecería, sino desarrollaba equipos, para servirse de la nueva despensa que florecería en las arboledas. Sus genes eran ases de la adaptación, pues engendró una serie de eslabones, que culminaron con los elefantes actuales, que se le parecen pocos. Dio lugar a formas cada vez más competentes entre las cuales estuvieron seres que a pesar de sus aspectos de bichos cumplieron la honrosa misión de proyectar aquel linaje hasta nuestros días.

Esos eslabones fueron el palemastodon, el gomphotherium. el mammut, el amebeledon, el platybelodon, el gnathobelodon, el stegodon, el mammuthus, el loxodonta y el elephas. Los últimos cuatro pertenecían francamente al género de los elefantes que devorarán entre 140 kilos y 180 kilos de vegetación diaria. La naturaleza hubo de tomarse 55 millones de año para diseñar el modelo ideal. Hoy se conocen dos especies, el Elephas Maximus paisano de Gandhi y Loxodonta Africana, paisano de Lumumba. Hasta hace 10.000 años vivieron los mammutes de cuero peludo y los mastodontes. El primero se estableció Norteamérica y restos del segundo han sido encontrados por el profesor Cruxent en Falcón.

Los elefantes desarrollaron los incisivos más largos de este mundo, para destripar a los felinos que consumaran la insensatez de atacarlos o de amenazar a sus crías. Estos animales adoptan con sus hembras refinamientos que deberían ser aleccionadores para los machistas de nuestra especie. Efectuar la cúpula el silencio después de un prolongado cortejo de caricias y de sonidos que entre ellos son seguramente los equivalentes a las palabras de los enamorados. Sus gigantescos incisivos son pesados y a fin de soportarlos se quedaron con un cuello corto con poderosos músculos. Un caballo o una jirafa se desnucarían con las vértebras cervicales rotas si tuvieran que sostener un peso como el antedicho.

No podían bajar sus bocas ni alzarlas para tomar su dieta estrictamente vegetariana, del suelo o de los ramajes. Superaron el problema prolongando su labio superior para formar la flexible trompa. Fueron virtualmente inmunes a todos los depredadores que los siguen mirando con respeto, hasta que apareció el hombre el primitivo que los cazaba, valiéndose más de la inteligencia que de sus armas de piedra y nunca los puso en el riesgo de desaparecer La codicia por el marfil de sus incisivos hizo que el llamado hombre blanco y civilizado, los destruyera por millares con fusiles ante los cuales son indefensos. Por fortuna, los gobiernos que sucedieran a lo colonialistas les han devuelto parte de su predio a estos animales y los están protegiendo.

Los tatarabuelos de los elefantes convivieron con los del caballo. La línea evolutiva de ambos fue similar pero son diferentes sus medios defensivos y sus tácticas ante el peligro. Los caballos no se avergüenzan de correr frente a sus enemigos, porque la velocidad es su mejor arma. Para los elefantes son su epidermis gruesa e impenetrable, su corpulencia y sus marmóreos y colosales alfanjes. Enfrentan a quien sea y de nada les serviría escapar con unas patas lentas, que se mueven primero la del lado izquierdo, luego la del derecho y así sucesivamente. Los elefanticos nacen después de un embarazo de 20 meses y de inmediato ingieren tres de los quince litros de leche que requerirían por día. Sus padres les prodigan afectos, atenciones y seguridad hasta que cumplen 24 meses, cuando sería un loco el que se metiera con ellos.

mayo 07, 2006

Hasta Linneo se equivocó al clasificar como moluscos a un género de crustáceos que construyen casas de las que nunca salen de ellas.

Una colonia de bellotas, cada una encerrada y sin ojos , en su vivienda después que baja la marea.

El común de la gente imaginamos que los crustáceos son solamentes las langostas, los camarones, los cangrejos y otros seres que estrenaran las patas en el mar hace ochocientos millones de años o más. Ese error es tan excusable que lo cometieron el gran Carlos Linneo y otros notables estudiosos de las ciencias naturales. Durante mucho tiempo se incluyó entre los moluscos a ciertas criaturas parecidas a las ostras, a los mejillones y a los caracoles, porque se rodeaban de envolturas calsificadas y duras. Aunque estos coincidían con aquellos en acorazarse para que no se la comieran, era de otra estirpe. He aludido a los percebes y sobre todo a ciertos parientes suyos clasificados también a ultima hora, entre los antecesores de los insectos y los arácnidos.

Yo diría que son los únicos seres que una vez que fabrican casitas portátiles se quedan en su interior sin salir jamás, por el resto de sus vidas. Son pocos comunes en los trópicos y los europeos los bautizaron con el nombre de Bellotas. Les recordaban los frutos de la encina, el árbol en cuyas ramas el ruido del viento vaticinaba lo que iba a pasar entre los griegos. Al menos eso es lo que aseguraban los vicarios terrenales de Zeus. Algo de esa condición sacra le fue transferido a las bellotas marinas por los romanos. Ellas se ven como volcanes en miniatura cuando baja la marea, y por eso las obserbaban convencidos de que les anticiparían con alguna señal, los estallidos del Vesubio.


Dentro de su casa la bellota de mar vive apoyándose en el piso con su cabeza para mantener fuera de ella las patas que usan para mantener fuera de ella las patas que usan como redes de pesca.

Pasan la mitad del tiempo en el agua y la otra mitad fuera de ella. Ya sabemos que la mayoría de los crustáceos captan el oxigeno con la humedad que guardan en las partes descubiertas de su piel. El proceso es semejante al de los sapos porque carecen de nariz, laringe y tráquea para inhalar el aire. Si esto es verdad ¿por qué las bellotas de mar no mueren asfixiadas durante las doce horas que pasa diariamente expuestas al sol.? En sus microcráteres tienen bocas con cuatro delgadísima valvas que se ciertran al quedar fuera del agua con el automatismo del obturador de una cámara fotográfica.

De este modo el animalito que está dentro de su morada completamente encerrado, preserva la humedad en su piel y las reservas mínimas de aire para su respiración. Las bellotas de mar, cuyo nombre científico es Balanus blanoides se las arregla para ganarse el pan nuestro de cada día sin abandonar su vivienda. Cuando la marea sube y el agua la cubre, despliega seis pares de patas con el aspecto de plumas o de cirros, por lo que su familia es la de los crirrópodos. No las usa ni para caminar ni para remar como nos los indicaría una lógica sencilla. La emplea para provocar remolinos del líquido ricos en corpúsculos de planckton, los cuales descienden hasta sus bocas que los ingerieren y apartan el agua. Ya dijimos que sus residencias se fijan a perpetuidad en estructuras como rocas o trozos de madera.

Son machos y hembras al mismo tiempo pero jamás incurrirían en la piña genética de autofecundarse. Largos apendices en el abdomen se contactan con las articulaciones de las patas traseras de sus extranas cónyuges. En esas articulaciones cargas los ovarios. Huevos con el tamano de un alfiler, son lierados a su suerte y flotando bajo el impulso de las aguas salen por las bocas de la vivienda. En ellos se formarán larvas que crecerán al tiempo que mudan de envolturas con las sustancias que les aportan los microorganismos que se comen. Esta es la única fase natatoria de estos seres. Y al estudiarlas, los embriólogos aclararon que no eran moluscos sino crustáceos. Luego de su máximo desarrollo las larvas se adhieren con ventosas de sus antenas a la primera superficie sólida que encuentren.

Aún si conservararan su competencia de expertas pescadoras y se proveerán de lo necesaro para convertirse en adultas al tiempo que se rodean de placas calcificadas con bocas provistas de un dispositivo que abren y cierran con un nervio accionado a control remoto con una técnica comparable al ojo mágico de ciertas puertas. Por las bocas de sus casitas sacan sus doce patas que son más bien redes para atrapar los córpúsculos alimenticios que descienden en mini-torbellinos de un modo semejante al de un tornillo que da vueltas hasta incrustarse del todo en una estructura. Su diseño será tosco y antiquisi,o pero les ha servido para atravesar inedmnes la noche de los tiempos y para seguir prolioferando exitosamente y a salvo de sus enemigos.

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