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diciembre 08, 2004

Los peces y las ballenas, las tortugas y los pelícanos, nunca toman agua dulce pero sus cuerpos están llenos de ella.

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 8 de Diciembre de 1984



En verdad que los cocodrilos lloran, no por sus glándulas lagrimales, sino porque su glándula nasal filtra el exceso de sal que había en la presa recién comida. (Rep. Lombardi).



Las gaviotas y todos los pájaros marinos mueren irremisiblemente en los zoológicos si las ponen a beber sólo agua dulce. (Rep. Lombardi).

Ya sabemos que los peces marinos beben agua constantemente para impedir que la mayor densidad del medio externo les chupe los tejidos y les ponga la sangre tan espesa que dejaría de circular. Durante mucho tiempo los fisiólogos vivieron como un enigma, el mecanismo de esos animales para deshacerse del exceso de sal en sus cuerpos. Los náufragos se enbarcan en un riesgo mortal si toman el agua oceánica para calmar la sed, porque el riñón humano es incompetente para filtrar las grandes concentraciones de cloruro de sodio que ella tiene. Los riñones de los peces son proporcionalmente más pequeños que los nuestros. ¿Cómo hacían entonces para atender a un compromiso tan exigente?

Las investigaciones dieron así al fin con la intrigante clave. La sal del agua marina es arrastrada en el organismo de estos ases de la natación, hasta las branquias, en los cuales hay células especializadas en tomar la sal para expulsarla en paqueticos acuáticos. Por esa razón los filetes de pescado son insípidos, antes de que se les prepare para la ingestión. Sin embargo, ellos contienen más del 70 por ciento de agua dulce, a expensas de la cual pudo sobrevivir durante setenta días el médico francés A. Bombar. Él sostenía que en el mar se hallaban todos los compuestos necesario para mantener la vida humana. Cruzó el atlántico de Europa a América en una balsa de goma, el espectacular viaje durante el cual comía los productos de la pesca con anzuelo.

Aunque sufrió un debilitamiento nutricional, demostró que, en un aprieto, el líquido exprimido de los animales oceánicos era tan bueno como el agua contra el peligro de la deshidratación. Los fisiólogos se formularon nuevas interrogantes sobre el modo en que las tortugas y otros reptiles liberaban la sal. También sus riñones eran insuficientes para ejecutar el trabajo y carecían de branquias y de ser las especializadas que cumplieran tal función. Los experimentos se hacían en piscinas-laboratorio dentro de los cuales, como se vería más tarde, nunca había hallado las esa puesta que tan afanosamente buscaban.

Estos quelonios pasan ocho años en el mar y sólo cuando han alcanzado la madurez sexual, las hembras vuelven a sus playas nativas para excavar nidos en la arena y enterrar sus huevos, a los efectos de una espontánea incubación. Los naturistas estudiaban sólo esté aspecto notaron que las tortugas, mientras reposaban de la puesta, soltaban lágrimas abundantes. Aunque transparentes, eran extremadamente viscosas y muy pronto los investigadores comprobaron que estaban hechas a base de salmuera. Las botaban, no para llorar por el consorte que las había dejado solas en la tarea de la reproducción, si no para arrojar fuera de sí el exceso de sal en el agua que tomaba. Es obvio que el fenómeno lo puse vía advertirse dentro del agua.

Aunque hay un refrán que pone en duda las lágrimas de cocodrilo, éstas existen de verdad y esos sabios las experimentos, no por hipocresía, pues son ajenos a esa práctica tan exclusivamente humana, sino para hacer llegar la sal en demasía que pudiera haber en la presa que se han engullido. Hay aves como los pelícanos y las gaviotas a las que jamás veremos en las proximidades de un río o de un lago. Sólo el agua del mar les calma la sed apropiadamente, pues la potable es pobre en la sal que es indispensable por alguna causa. Mueren en cautiverio sino se les suministran dosis adicionales del cristalino cloruro de sodio.

Estas aves dan la impresión de padecer un catarro violento, cuando las gotas de salmuera, en concentraciones cinco veces mayores que en la sangre y tres veces mayores que en el mar, les salen por los orificios nasales. Tanto en ella como los reptiles la filtración es hecha por la glándula salina. Las ballenas, los cachalotes y los delfines están entre los mamíferos con riñones suficientes para filtrar la sal del agua oceánica, un 2. 2%, requeriríamos ocho vasos de agua para filtrar la sal que hay en un litro de agua marina. Y sin embargo, esa proporción es igual a la que hay en nuestra sangre.




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