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octubre 26, 2004

Hay razones para creer que vivimos en el universo de turno: otros habrían precedido al actual y otros serán después sus herederos

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas
Un día tal como hoy, 26 de Octubre de 1983

Ella la temeraria criatura que es el hombre, ha podido efectuar exploraciones en parajes cósmicos a donde jamás llegará su mirada. Con ese objeto el hombre se ha valido de enormes instrumentos con los que potencia liza de un modo fantástico, el alcance de sus sentidos, de su entendimiento y de su raciocinio. Los radiotelescopios con sus colosales antenas parabólicas, han sido algo más que orejas descomunales para auscultar las palpitaciones del espacio intergaláctico. Captan hondas hertzianas, semejantes a las de nuestras emisoras locales pero procedentes de mundos incógnitos. Con ellas pueden hasta trazar mapas de las más remotas agrupaciones de estrellas.

Hoy se considera que muchas de las hondas radiales recibidas recientemente, pudieron partir hace unos veinte mil millones de años, de una inconmensurable bola incandescente que hacer explosión dio origen a toda la materia existente en los cuatro puntos cardinales del cosmos si existieran, porque como sabemos, en sus jurisdicciones no tienen ni el norte ni el sur ni el este ni el oeste. Hay filósofos que especulan con la probabilidad de que los átomos del género humano sean de los mismos que se formaron en el dramático instante ya aludido. Mientras tanto sabios e ignaros se hacen la misma pregunta: ¿Qué había antes de que ella deslumbrante y apoteósica explosión?

La única respuesta del posible se podría dar apoyándose en esas oscuras vías hacia la luz que no dejó Einstein en su teoría de la relatividad. Esta es hija del rigor de las matemáticas más avanzadas y por lo tanto se afirma en las más relativas bases. Hago la digresión para que se vea lo bien fundado que estaría el optimismo sobre la inmortalidad de cosmos a que da lugar el pensamiento del gran científico. Según las leyes que diseño las galaxias realizan un movimiento de expansión a través del cual, se alejan una de las otras, como los puntitos que dibujáramos en un globo de goma a medida que lo fuéramos inflando.

Según Einstein está expansión llegaría a un límite luego del cual se iniciara un movimiento de contracción, en que las galaxias se acercarían ante sí como los puntitos del globo cuando empezara a desinflarse. Así ocurriría según Einstein el espacio que es curvo e ilimitado, es sin embargo finito. En este esquema los cuerpos seguirían constituyendo el Universo, dentro de un dinámico nacer y renacer, el cual se evidenciaría en la destrucción de las estrellas vencidas por la vejez y la formación de otras nuevas, brillantes y orgullosas de su luz azul, a partir de las concentraciones del polvo y los gases interestatales, sometidos de la enigmática fuerza gravitacional.

Hay la Hipótesis sombría de que el movimiento de expansión que a hora detectamos con mayor precisión en las altas velocidades a que se alejan las galaxias más distantes, sería interminable. La dispersión de la materia podría ser tan inconcebible, que la búsqueda de una galaxia en el espacio sería tan imposible como la de un alfiler en el desierto del Sahara. En estas condiciones la luz habría muerto para siempre y los tres grados C, sobre el cero absoluto del vacío tampoco existirían, borrados por el reinado de la antienergia en el más congelante de todos los fríos. Pero este siniestro espectáculo sólo sería factible en el infinit9o y ya sabemos que la ciencia lo rechaza.

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