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mayo 17, 2015

Las avispas usan sus tenazas en actos de neurocirugía y para fabricar el cemento de sus avisperos.




La oruga anestesiada por una aguijonazo , será la comida viviente de la larva de la avispa, mientras crece y se hace adulta para repetir este ciclo.


El avispero tiene una construcción calculada tan matemáticamente, que  el soporte que lo une a la rama resistiría quince veces mayor.




Cuando la naturaleza vio que le había dado a los insectos demasiadas alas para multiplicarse, se las recortó acentuando el gusto que pájaros, lagartos y batracios tienen por las finísimas proteínas de esa procedencia. Y rebasó el principio aplicado entre los carniceros de que tigre no come tigre, porque ha permitido que insecto si come insecto. Esta es una verdad a medias porque las avispas son ajenas al canibalismo y se alimentan diezmando poblaciones con las que no tienen ningún parentesco e impidiendo una explosión demográfca que sería perjudicial para el sistema ecológico en que actúan. 

Hay avispas especializadas en capturar arañas y tarántulas, a las que paralizan cortándolas con sus tenazas bucales y en el cuello, el cordón medular que une al diminuto cerebro con las patas y demás órganos del movimiento. Los arácnidos tan temidos por las moscas y otros animalejos, son en este caso víctimas indefensas e incapacitadas para el contra ataque con sus venenosos cuando las tienen, por alevosía y la precisión de sus agresoras. En  estado cataléptico las presas son arrastradas a nidos subterráneos. Las cazadoras depositan sus huevos en los falsos cadáveres, que serán devorados por las futuras larvas. 

Las avispas tienen el soñado perfil de cimbreantes odaliscas, pero !ay de quien se engaña con ellas!. Su erotismo es mínimo y desaparece apenas la hembra o la reina disfruta del único contacto intersexual en toda su existencia. En su cabeza hay un equipo de microscópicos computadoras que lo dirigen todo: la visión de sus ojos simples y compuestos, la detección de ese entorno mediante antenas y un sistema automatizado de molienda que portan en sus piezas bucales.  En el tórax hay una red de poderosos músculos que accionan las alas  y las seis patas. En el abdomen tienen además del aparato digestivo, cosa curiosa, el respitarorio y el corazón.

Todas las avispas son expertas en fabricar sus viviendas. Las del barro construyen  tubos, unos al lado del otro, que harían recordar las quenas peruanas. En cada uno deposita un animalejo en estado cataléptico  y el huevo de donde saldrá la voraz criatura que se la comerá mientras alcanza la fase adulta. Mediante una  memoria heredada se repetirá una y otra vez el mismo ciclo, se supone que hasta el fin de la vida en el planeta. Hemos hablado de las avispas solitarias, que aceptan a un cónyuge sólo por el brevísimo instante en que la fecunda. Después se las arreglarán para cumplir con los quehaceres de la maternidad y asegurar el porvenir de sus crías. Hablemos de las que forman el avispero. 

Los de aquí son pequeños y nunca tiene más de cien individuos. En los del Viejo Mundo llegan a tener poblaciones de cuarenta mil habitantes. Sin embargo, guardan muchas semejanzas entre sí. Mstican restos de troncos y de manera hasta formar con su saliva un verdadero cartón piedra. Con el mismo hacen una soga gruesa que colgada de la rama de un árbol, sostendrá una bola dentro de la cual están dispuestas horizontalmente las celdillas o cunas de las larvas. Estas son alimentadas por las obreras que regurgitan un nutritivo bolo formado con los insectos que han cazado o con trizas de carne o de pescado que hayan conseguido. En su interior y dedicadas a la profesion del desove, están las reinas.

Se desconoce el mecanismo genético que las produce.  Jovencitas se aparean con machos de vida efímeras y se marchan a echar bases de residencias multifamiliares. Las obreras serán las primeras en nacer de los huevos puestos por la soberana que delegará sus responsabilidades, exceptuando la procreativa, en manos de sus laboriosas hijas. Se sobrentiende que el agujón es una arma defensiva que clavan en la dirección que más le interesa. Es también un arma de caza cuando inyectan ácido  fórmico a las orugas de las mariposas para inmovilizarlas. Las bolsitas de la ponzoñoza son capaces de dilatarse y contraerse por sí misma para introducirlos en la parte afectada, con las intenciones que ya sabemos.


La Ciencia Amena de Arístides Bastidas. 
2 de Mayo de 1986




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