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junio 12, 2015

Roberto Hooke es mejor conocido por el descubrimiento de la célula; fue también el inventor del pelo de los relojes modernos.



Lo que Hooke descubrió en realidad fueron las paredes de los envases de cada célula. Vemos uno de los admirables dibujos que él hiciera en una época en que faltaban tres siglos para que se ideara  la micrografía.

Si Roberto hubiera gastado menos tiempo en zanjar sus resentimientos injustificados, la ciencia de hoy tendría para él una gratitud mayor que la que le debe por el descubrimiento de la célula. En 1635 cuando naciera en Inglaterra, los caballeros se distraían con los tubos provistos de dos lentes, inventados en 1590 por los hermanos Jansen. A través  de los rústicos artefactos una pulga se veía del tamaño de un cigarrón, pues los mismos lograban aumentos hasta 30 veces. En su infancia Hooke se aficionó a estos instrumentos, que ya conocía cuando realizara sus estudios universitarios en Londres. A la vivacidad de su inteligencia unía la tendencia a aprender con prontitud los asuntos del saber, que todos le interesaban.


A los veintiocho años era miembro de la Royal Society, un mérito que hasta entonces alcanzaran sólo personas de una edad mayor. Era dueño de una inventiva fecunda que se manifestara en las innovaciones que hizo del barómetro, el micrómetro, el pluviómetro, el telescopio, la balanza de proporción y el helioscopio. Hizo aportaciones tan originales en el estudio de los resortes que su hallazgo de las propiedades de los que tienen formas de espirales guarda la más completa vigencia  en nuestros días. Veremos por qué hasta mediado del siglo XVII los relojes más adelantados que había eran los accionados por un péndulo. Por tanto no eran portátiles y dejaban ser útiles en los barcos cuyo bamboleo de entonces les restaba esta habilidad.


El microscopio de Hooke tenía un tubo principal de doce centimetro de largo dentro del cual había otro más pequeño deslizable. Subiéndolo o bajándolo se lograba el enfoque.

El muelle en espiral de Hooke se contraía y se dilataba sin que se alteraran sus funciones. De allí que empleara en los primeros relojes de pulsera y en los cronómetros marinos, en los cuales están representados por lo que llamamos el pelo. A pesar de su dinámica creatividad, Hooke sufría de cierto complejo de persecución. Tenía un carácter insoportable. Argumentando que él había sido el descubridor de la fuerza gravitacional, atacó insistentemente en lo personal a Isaac Newton, quien lo veía con terror por las crisis nerviosas que le desatara en una época en que no existían para nada los tranquilizantes con que en la hora presente se calman los maniáticos y los neuróticos.

En 1667  Hooke alcanzó la distinción de Secretario de la Royal Society y desde esta posición desencadenó sus más irreconciliables actitudes. Pero no cesaba de trabajar y de investigar todo a través de un microscópico primitivo que él mismo mejorara. Un día en 1663 observó en una lámina de corcho algo así como una red de compartimientos vacíos. Dio a cada  uno de ellos la denominación de célula al tiempo que anticipaba la teoría, de que en el interior de las mismas se alojaba un misterioso fluido vital. El bautizo sería confirmado setenta y cinco años más tarde por dos alemanes: Matías Shleider y Teodoro Shwam.


Hooke había considerado que los conjuntos de células podían compararse con las celdillas de un panal de abejas. Los avances de la microscopía en la tercera década del siglo XVIII le permitieron a Schleider advertir que la célula era la estructura primordial de las plantas. Un año más tarde, en  1839, Shawm señalaba que la célula lleva una doble vida: la que le correspondía como individuo y la que la vinculaba al tejido de que formaba parte. Luego concluía  en que la célula era el constituyente principal de todos los seres vivos,  vegetales o animales. Hooke no llegó a intuir esta culminación de un camino inicido por él, pues murió en 1703 cuando hacía nuevas búsqueda ontas y proyectaba nuevos pleitos con enemigos que solo existían en su imaginación.


Hooke no contaba desde luego, con los bombillos eléctricos que ilumina hoy las preparaciones deu los bionalistas. Veamos cómo se las arreglaba según sus propias palabras: “tomo un cono hueco de latón. En su extremo pequeño, fijo  con cera una lente plano-convexa, con la cara convexa vuelta hacia el objeto, en el extremo más ancho ajusto del mismo modo una gran lente plano-convexa con la cara convexa vuelta hacia mi ojo. Después gracias a un orificio lateral, que en segunda cierro con unos tornillos lleno de agua todo el espacio  entre las dos lentes. La imagen es mucho más clara que si el espacio estuviese ocupado por aire”. Eso no era del todo. De día colocaba el aparato cerca de una ventana por donde entraba el sol. Y de noche le ajustaba una lámpara de aceite con  un sistema de lupas para potencializar su luz.

junio 07, 2015

En el reino vegetal hay seres que saben moverse aunque carezcan de cerebro y de músculos para ese fin.






Los botánicos consideran que durante el crecimiento la planta desarrolla tejidos en espiral, en un movimiento al que llaman nutación (con "n")

Incluso en la madurez de sus existencias hay personas que conservan la noción infantil, de que la capacidad para moverse y desplazarse es propia de los animales. Al mismo tiempo consideran que la quietud es característica de los vegetales. Sin embargo, nadie ignora el don del fototropismo, mediante el cual, una planta en una habitación oscura se inclina aunque muy lentamente hacia la luz que le entrara por una ventana. Tampoco hemos olvidado la lección escolar sobre el geotropismo, cualidad que induce a las raíces a penetrar en la tierra. La evidencia de que este movimiento no es causado por la fuerza de la gravedad, está en el hecho de que ella y sus raicillas se dirigen siempre hacia donde están el agua y los minerales que necesita.

El tallo por su parte desafía triunfalmente la adaptación terrestre y se desplaza hacia arriba durante su periodo de crecimiento. Hay plantas que orientan ese movimiento ascendente  de acuerdo a su conveniencia. Este es el caso de las enredaderas, que para sostenerse forman espirales en torno de los troncos sólidos. Donde aprenderían las leyes de  la física en que se funda esta manera de superar su fragilidad? La contestación a ésta y muchas interrogantes sobre esa vida sin sistema nervioso pero con inteligencia, la tendremos cuando develemos los secretos del mundo infinitesimal de los ácidos nucleicos.  

Hay plantas que carecen de la firmeza de los robles, las ceibas y otros árboles, frente a la acción de los ventarrones. Ellos están entre las inventoras de la flexibilidad del acero, que se dobla pero no se rompe. De este modo desarrollaron un sistema de resistir la agresividad del aire en movimiento. Ustedes saben desde luego, que me refiero a las especies como la de los  bambúes y las palmeras, cuyas ondulaciones han inspirado a los poetas la imagen de mujeres bellas. . Los microscopios electrónicos han permitido  mirar el burbujeo de los protoplasmas celulares, que con esa actividad cinética preparan las sustancias para el crecimiento y la renovación de los tejidos.
Ciertos microorganismos tienen flagelos que usan para nadar, colocados en sus partes traseras como remos automáticosen la popa de una lancha.

Se infiere que la célula primigenia que lo engendró todo no sabía desplazarse a voluntad, pero en su interior había ya el movimiento del sancocho cuando está hirviendo. De allí partieron células que empezaban a evolucionarse, adquiriendo piezas de locomoción acuática. En tan remoto período estos micro seres carecían de toda identidad y no podría llamárseles ni vegetales ni animales. Hoy es de todos conocida la virtud natatoria de muchas bacterias, que aunque están clasificadas en el reino animal, van de un lugar a otro en solicitud de los nutrientes para subsistir y multiplicarse, en una actitud semejante a la de quien va al mercado o a una casa de abastos.

Cuando yo era niño me pasaba horas tratando de captar con mis ojos el imperceptible movimiento   del girasol, que le da la cara al astro rey desde que sale en la mañana hasta que pone en las tardes. En las plantaciones naturales de hierba que abundan en mi aldea, solía divertirme, tocando el raquis de las sensitivas o adormideras, para mirar el inmediato desvanecimiento de los foliolos de sus hojas compuestas. Existen una especie de malvas cuyas hojas cambian de posición a medida que el candente disco describe su aparente orbita de Este a Oeste en el firmamento. Cuando llega el crepúsculo vespertino y desaparece la luz celeste, esas hojas vuelven a inclinarse a la derecha para aguardar de frente el retorno del sol.

Hay flores que abren sus pétalos y los cierran. Las de una planta acuáticas llamada Vallisneria, adoptan una conducta poco frecuente en el supuesto sexo débil. Las flores femeninas de esa especie tienen un pedúnculo enrollado en forma de soporte, que al dispararse la impulsan hacia inmóvil flor masculina con cuyo polen, se fecundarán.  Entre los parientes de las algas está la sorprendente Eugenia, que al acumularse, origina las capas  verdes en cuerpo de agua. Este microorganismo  cuando anda solo duerme en el fondo del agua, pero en las mañanas marcha con la máxima velocidad de sus flagelos o remos naturales para hacer la fotosíntesis en la superficie del líquido. Véase pues que es relativa la idea de la inmovilidad de los seres del generoso reino al que debemos todos los alimentos que ingerimos. 


La Ciencia Amena de Aristides Bastidas. 
Publicado en el Diario El Nacional el 3 de Abril 2014.
Caracas, Venezuela.

mayo 17, 2015

Las avispas usan sus tenazas en actos de neurocirugía y para fabricar el cemento de sus avisperos.




La oruga anestesiada por una aguijonazo , será la comida viviente de la larva de la avispa, mientras crece y se hace adulta para repetir este ciclo.


El avispero tiene una construcción calculada tan matemáticamente, que  el soporte que lo une a la rama resistiría quince veces mayor.




Cuando la naturaleza vio que le había dado a los insectos demasiadas alas para multiplicarse, se las recortó acentuando el gusto que pájaros, lagartos y batracios tienen por las finísimas proteínas de esa procedencia. Y rebasó el principio aplicado entre los carniceros de que tigre no come tigre, porque ha permitido que insecto si come insecto. Esta es una verdad a medias porque las avispas son ajenas al canibalismo y se alimentan diezmando poblaciones con las que no tienen ningún parentesco e impidiendo una explosión demográfca que sería perjudicial para el sistema ecológico en que actúan. 

Hay avispas especializadas en capturar arañas y tarántulas, a las que paralizan cortándolas con sus tenazas bucales y en el cuello, el cordón medular que une al diminuto cerebro con las patas y demás órganos del movimiento. Los arácnidos tan temidos por las moscas y otros animalejos, son en este caso víctimas indefensas e incapacitadas para el contra ataque con sus venenosos cuando las tienen, por alevosía y la precisión de sus agresoras. En  estado cataléptico las presas son arrastradas a nidos subterráneos. Las cazadoras depositan sus huevos en los falsos cadáveres, que serán devorados por las futuras larvas. 

Las avispas tienen el soñado perfil de cimbreantes odaliscas, pero !ay de quien se engaña con ellas!. Su erotismo es mínimo y desaparece apenas la hembra o la reina disfruta del único contacto intersexual en toda su existencia. En su cabeza hay un equipo de microscópicos computadoras que lo dirigen todo: la visión de sus ojos simples y compuestos, la detección de ese entorno mediante antenas y un sistema automatizado de molienda que portan en sus piezas bucales.  En el tórax hay una red de poderosos músculos que accionan las alas  y las seis patas. En el abdomen tienen además del aparato digestivo, cosa curiosa, el respitarorio y el corazón.

Todas las avispas son expertas en fabricar sus viviendas. Las del barro construyen  tubos, unos al lado del otro, que harían recordar las quenas peruanas. En cada uno deposita un animalejo en estado cataléptico  y el huevo de donde saldrá la voraz criatura que se la comerá mientras alcanza la fase adulta. Mediante una  memoria heredada se repetirá una y otra vez el mismo ciclo, se supone que hasta el fin de la vida en el planeta. Hemos hablado de las avispas solitarias, que aceptan a un cónyuge sólo por el brevísimo instante en que la fecunda. Después se las arreglarán para cumplir con los quehaceres de la maternidad y asegurar el porvenir de sus crías. Hablemos de las que forman el avispero. 

Los de aquí son pequeños y nunca tiene más de cien individuos. En los del Viejo Mundo llegan a tener poblaciones de cuarenta mil habitantes. Sin embargo, guardan muchas semejanzas entre sí. Mstican restos de troncos y de manera hasta formar con su saliva un verdadero cartón piedra. Con el mismo hacen una soga gruesa que colgada de la rama de un árbol, sostendrá una bola dentro de la cual están dispuestas horizontalmente las celdillas o cunas de las larvas. Estas son alimentadas por las obreras que regurgitan un nutritivo bolo formado con los insectos que han cazado o con trizas de carne o de pescado que hayan conseguido. En su interior y dedicadas a la profesion del desove, están las reinas.

Se desconoce el mecanismo genético que las produce.  Jovencitas se aparean con machos de vida efímeras y se marchan a echar bases de residencias multifamiliares. Las obreras serán las primeras en nacer de los huevos puestos por la soberana que delegará sus responsabilidades, exceptuando la procreativa, en manos de sus laboriosas hijas. Se sobrentiende que el agujón es una arma defensiva que clavan en la dirección que más le interesa. Es también un arma de caza cuando inyectan ácido  fórmico a las orugas de las mariposas para inmovilizarlas. Las bolsitas de la ponzoñoza son capaces de dilatarse y contraerse por sí misma para introducirlos en la parte afectada, con las intenciones que ya sabemos.


La Ciencia Amena de Arístides Bastidas. 
2 de Mayo de 1986




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