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diciembre 15, 2013

Los reptiles Voladores no tienen que ver con las aves: Hace treinta y cinco millones de años se extinguieron para siempre.

Los Pterosaurios ahuecaron inclusive sus huesos para aligerar su peso en el aire, pero fracacaron cuando aparecieron las aves pescadoras, más ágiles, más competentes y mejores dotadas.

Los primeros animales que intentaron la navegación aérea fueron los peces voladores, que todavía se impulsan dentro del agua para saltos hasta de seis metros fuera de ellos. El honor de la locomoción en la atmósfera lo conquistaron los insectos a pesar de que sus alas tienen un movimiento primitivo análogo al de un helicóptero. Hubo un momento en que sin enemigos que los controlaran, se multiplicaron exageradamente. Constituyeron peligrosas plagas que amenazaban la propsperidad de los helechos gigantes y sus cálidos bosques  llenos de humedad y de hermosura. En eso se aparecieron los antecesores de los reptiles que se liberaban del agua, atraídos por las excelentes  proteínas de las libélulas, las cucarachas  y sus afines. 

Los recién llegados también proliferaron alimentados con diminutas presas que cazaban en grandes cantidades. Algunas de estas especies variaron su dieta, haciéndose vegetarianos y carnívoros insaciables. Hubo grupo insuficientemente equipados para compartir por la comida. Entre éstos se hallaban los pterosaurios, que no eran rivales ni para lo gigantescos  brontosaurios ni para el enorme y sanguinario tyranosaurio que tenía fauces armadas con centenares de puñales del más blanco marfil. Los pterosaurios dominaron entonces el aire a través del cual explotararían la despendas del mar.

Los reptiles asumieron el comando del planeta hace unos doscientos cincuenta millones de años. Se desconoce con exactitud el período en que aparecieron los que volvieron al océano con el aspecto de ballena y los que desarrollaron alas membranosas de hasta 7 metros de envergadura. Sus cuerpos eran livianos para aprovechar las corrientes en el planeo. Cuando sorprendían a un pez en la superficie de las aguas, descendían en vuelo rasante, lo atrapaban entre sus mandíbulas  con dientes y se volvían a elevar. Se ignora si eran capaces de aletear al escalar las alturas, pues ello pertenece en el terreno de la hipótesis. Los fósiles rescatados  revelan que poseían  un largo dedo, con el cual sostenían el tejido tegumentoso, ensamblado en forma parecida al de las alas de los murciélagos.

Sin duda de que sus patas les permitieran una marcha normal, aunque es evidente que los restantes dedos de sus brazos los usaban para subir a los acantilados, desde donde se lanzaban de un modo más acertado que el de los seres humanos que practican hoy el deporte de los ícaros. A pesar de su rudimentario dominio de la areonáutica, permanecierion en este mundo por varios millones de años hasta que se acabaron para siempre sin dejar seguidores. Al igual que sus hermanas de  tierra  y agua sufrían la contrariedad de ser animales de sangre fría, que así se continua llamando a los que no tienen la propiedad con que las aves y los mamíferos se mantienen calientes aunque sea baja la temperatura exterior.

Sería imposible que Raquel Welch fuera amenazada por un pterosaurio cuando se bañaba como se ve en ciertas  películas, por la sencilla razón  de que  hace treinta y cinco millones de años, cuando se extinguieron esos animales, no existían ni siquiera los monos, mucho menos las mujeres. Hay que recalcar que el bisabuelo de las aves  fue un reptil muy distinto de los que llegaron a volar. Se supone que fue un tecodonto, de poco tamaño, que andaba sobre sus patas traseras equilibradas con la cola. Por alguna mutación dio lugar al Archacpteryx, que existió hace ciento cincuenta millones de años. Tenía cabeza de cocodrilo, huesos macizos, carecía de quilla y sólo sabía planear. Con todo y eso era un ave porque tenía plumas y sangre caliente.


Los reptiles voladores y los dinosaurios fueron ensayos que la naturaleza archivó  por sus malos resultados. Pero otras líneas lograron perennizarse en el planeta. Fueron aquellas de las que se derivaron los caimanes, las babas, las tortugas, los morrocoyes, los lagartos, las iguanas, las serpientes y las tuateras. Los mamíferos reemplazaron a los reptiles, pero éstos tuvieron los tres caracteres propios de la evolución: extinción, sobrevivencia y radiación. No recordemos que el huevo con cáscara protectora del agua y del futuro embrión de una criatura, no lo inventaron las aves, los heredaron de los reptiles que con esa innovación suprimieron la dependencia del agua que siguen sufriendo los sapos y otros anfibios. 

La Ciencia Amena



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