Traductor

septiembre 19, 2010

El rol principal de la digestión no puede cumplirlo el estómago: es un privilegio que se reserva el instestino delgado.

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 11 de Diciembre de 1991






Todas la paredes del tubo digestivo generan ondas peristálticas que cumplen el aspecto mecánico de la digestión.


El tubo digestivo es un laboratorio, en distintos departamentos, dotados algunos de funciones específicas. Este laboratorio está afuera de nuestro cuerpo aunque creamos todo lo contrario. Las mucosas de la boca, el esófago, el estómago y los intestinos están tan aisladas y tan en contacto con el aire como la propia piel. Pero en ellas hay determinaciones nerviosas más tupidas que un arrozal. Antes de una comida se activan, unas para avisar al cerebro que nos van a servir del filete que estamos apeteciendo. Otras, para traer la orden del mismo a fin de que se nos vuelva agua la boca, de éstos encargan las glándulas que segregan la saliva. Esta contribuye a la fase pre-digestiva con una propiedad mecánica y otra de carácter químico.

Este par de propiedades actúan a lo largo de los ocho metro de este tubo. La saliva posee una viscosidad que lubrica los alimentos masticados para su deglución. Una vez que el bolo alimenticio atraviesa el esfínter superior del esófago, no puede devolverse. Las ondas peristálticas lo obligan a descender hasta el estómago. Este, con su aspecto de pera invertida, puede almacenar hasta dos litros de comida. Se toma todo su tiempo para amasarla con un movimiento constrictor de sus paredes. No le hace nada a los almidones convertidos en azúcar por la tialina de la saliva, pero si a las proteínas que identifica, nadie sabe como. En éste propósito juega un papel precioso para nuestra vida, el ácido clorhídrico, mejor conocido como ácido muriático.

El estómago lo libera y simultáneamente se reviste de una capa de moco que lo protege contra el mismo. Este ha sido activada por la enzima denominada pepsina y entre ambos libran una paliza demoledora a las proteínas. La carne y la arepa, verbigracia, son reducidas a un puré, en el que no distinguiría quien es quien y con el ácido clorhídrico mata los microbios que pudieran podrirlo.

Ésta previsión es necesaria porque el quimo no puede pasar todo al mismo tiempo, a la estación inmediata, el duodeno, parte inicial del intestino delgado. Entre este y el estómago hay un portero, el píloro, muy estricto en su tarea de controlar el paso de pequeñas porciones del mismo. Deben hacer cola pues se le admite en la medida en que el duodeno las procesa. Al cruzar los siete metros y medio de intestino delgado, toda la sustancia han cambiado de identidad, salvo las vitaminas y sales minerales..

Unas y otras se mantienen intactas, ya que de otro modo no podrían ayudar al mantenimiento de nuestro organismo. En el duodeno, en el yeyuno y en el íleon, los tres segmentos de intestino delgado, ejércitos de enzimas, vapulean al quimo para transformarlo y apoderarse de sus compuestos útiles. Los azúcares y carbohidratos entregan rápidamente la guardia, desdoblándose en glucosa, el combustible de todos los animales. Las proteínas son los siguientes en aceptar que las despojan de su personalidad, las grasas oponen una tenaz resistencia pero las enzimas y la bilis la convierten en góticas microscópicas, emulsionadas igual que las sometidas por el jabón en las manos cubiertas de manteca.

El siguiente ejemplo nos dará una idea es la relampagueante eficiencia de tales enzimas. Para disgregar los aminoácidos de una proteínas los químicos deben hervirlas durante más de 18 unas en una solución fuerte de ácido clorhídrico y a una temperatura de 165°.C. Pues bien, este trabajo lo hacen las enzimas del intestino delgado en menos de cuatro horas y a una temperatura de 37 grados C.

Cuando sentimos acidez es porque el quimo que llegó al duodeno es mayor que el que éste es capaz de procesar. En este caso son insuficientes las dosis con los dones alcalinizantes de bicarbonato de sodio, suministrada por el páncreas a través de sus jugos. ¿Cómo integrar en nuestro cuerpo las sustancias digeridas? Son absorbidas por las paredes de millones de pelillos más finos sin hilos de telaraña.

Todavía los fisiólogos desconocen el modo en que estos pelillos que cubren la superficie del intestino delgado, reconocen la sustancia amigas para abrirles las puertas e identifican a las residuales para rechazarlas.

Antiguamente se pensaba que estos pelillos denominados Villi, cumplía su función por ósmosis, como las raíces de las plantas. Se acababa de descubrir que en la medida en que están mojadas atraen más agua en sus proximidades. Este hecho desobedece las leyes de la física, según las cuales los cuerpos líquidos de mayor densidad absorben a través de un tabique a los de menor densidad. Es bueno recordar que los villi se las arreglan para remitir las grasas directamente a la sangre y para enviar por otro conducto, la glucosa o gasolina del cuerpo y los aminoácidos a esa silenciosa fábrica que es el hígado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenísimo artículo, como siempre, nuestro nunca olvidado Arístides poniéndola bien

Recientes publicaciones de otros blogs dedicados a Arístides Bastidas: