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diciembre 26, 2010

El hombre cree que es superior a los microbios pero se equivoca.

Por Arístedes Bastidas.
Tomado de la Revista M. No. 54. Sept. 1975.


Durante
millones de años
la vida prosperó sin el hombre
y podría continuar sin él,
pero jamás sin
los microbios del suelo.


Objetos innecesarios,
que sólo cubren
las necesidades artificiales
señaladas por Marcuse,
aumentan el gasto de energía
y nos acostumbran
a una molicie perjudicial pa
ra
la salud



La naturaleza debe estar arrepentida de haber promovido como el más equipado de sus modelos, a ese llamado hombre.

Durante 420 millones de años la vida conquistó la parte seca de la superficie planetaria, y allí proposperó a través de las más rica y diversas manifestaciones, tanto en las especies animales como en las vegetales. Los descendientes de las algas y de los peces se instalaron en tierra firme y edificaron sobre ella un generoso imperio natural, regido por opulenta armonía entre los seres que caminaban por los suelos, los que volabam por los cielos y los que habían hincado sus raíces en las entrañas suberráneas para obtener la savia vivificante con que crearían el verde esplendoroso del paisaje.

En tan largo periodo se extinguieron formas de vida que no supieron adaptarse, sustituidas por otras mejor preparadas para la sobrevivencia. Las áreas que permanecieran descubiertas durante 4 mil millones de años fueron cobijadas por un almohadón de restos orgánicos constituidos por dinámicos gérmenes, insectos y lombrices que hacían, antes como hoy, los cambios químicos formadores de las sustancias que absorberán las plantas.

Ahora bien, cuando apareció el bípedo, orgulloso de su inteligencia superior, impuso sus propias reglas persuadidos de que era el rey de la creación. Al intentar sustituir a la naturaleza, la quebrantó con tal gravedad, que no sólo ha extinguido diversas especies animales sino que ha puesto en jaque la existencia de su propio género.

La biosfera, es decir, la franja donde transcurre la vida, comienza a 10.000 metros en las simas del mar pobladas de peces provistos de órganos luminosos, continúa por toda la superficie terrestre y termina en el aire, en las copas de los árboles donde están los más elevados nidos de las aves. Esta franja es proporcionalmente una lámina más delgada que la que cubre una manzana. La residencia de la vida ocupa pues una pequeña dimensión del globo y no hay modo de mudarla para otra parte.

El recién llegado no parece comprender esto. Ufano de su razón la ha deformado tanto que luce preferible la sinrazón con que se han desempeñado los animales. Estos se ajustaron siempre a las normas del bosque, de la selva o la sabana donde estuvieran sus domicilios. Nosotros irrespetamos esas leyes y aplicamos las nuestras que, con el surgimiento de las primeras civilizaciones, consistieron en derribar árboles para diversos usos, sin preocuparnos por sembrar los sustitutos.

El hombre es el único ser que hace guerras masivas contra los miembros de su propia especie. Hubo quienes las justificarán con el absurdo argumento de que los conflictos bélicos, de modo igual a las pestes, controlaban el crecimiento humano. Les declaró también la guerra a distintos animales que ha eliminado, con el objeto de complacer ciertos atavismos como el de la caza, o de atender requerimientos lucrativos. Está a punto de desaparecer el Tigre de Bengala, víctima de una ensañada persecusión a tiros como la sufrida por hervíboros y carnívoros de Africa.

El hombre ha procedido así porque el rompimiento de esos enlaces ecológicos no ha causado dramático desequilibrio aunque, desde luego, lo causa.

Los investigadores estados unidenses quedaron sorprendidos cuando encontraron rastros de DDT en los pinguinos de Alaska, quienes habitan regiones muy distantes de aquellas en que se aplicacban los insecticidas graduales. De inmediato no se podrían vaticinar las consecuencias que ello acarree a esos animales y a los camarones con que se alimentan, que seguramente asimilaron el DDT al ingerir los corpúsculos orgánicos disueltos en el mar contaminado con el mismo, que llegaran a traves de los ríos, procedentes de los labrantíos. Esto podría ser un ejemplo de la vinculación que hay entre todos los fenómenos de la biosfera, aun entre aquellos separados por largas distancias.





Los animales dieron en un regio escenario la bienvenida al hombre hace 500.000 años. Deben estar pensando ahora que es así como paga el diablo al verlos manejar los bienes de la naturaleza con la audacia y los riesgos del aprendiz de brujo, y los respectivos riesgos, por supuesto.

Subrayemos el principio de que la conservación correcta es la que se hace en función de una vida sana y feliz.

Debemos aplicar las normas del mutuo auxilio. Si auyudamos a la naturaleza ella estará en condiciones de ayudarnos más y mejor. Sacrificamos permanentemente cabezas de ganado, aves de corral, cerdos, cuyas carnes han permitido este avasallante aumento de la población. Más como al mismo tiempo renovamos e incrementanmos el número de esos animales, nosotros ganamos por las proteínas que nos suministran, y ellos ganan porque aseguran su perpetuidad. La sociedad con el hombre, por otra parte, los libra de la preocupación de que buscar el sustento.

A fines del siglo pasado, los taladores de los árboles fueron una plaga que asoló los bosques de costa a costa en los Estados Unidos. Quedaron desnudas las superficies ocupadas por los estados de Michigan y Wisconsin. Aparecieron enormes desiertos erosionados donde antes la flora luciera su majestuosa belleza. El gobierno de Teodoro Roosevelt adoptó medidas eficaces. Gracias a las mismas , hoy, cuando la explotación maderera es la mayor en la hostoria norteamericana, se multiplican las reservas forestales porque siembran tres áboles por cada dos que se cosechan. No creo que hagamos algo parecido los venezolanos en la actualidad.

Nos han enseñado a juzgar mal a los microbios. Entre ellos hay algunos que producen enfermedades que nos obligan areplicar con una guerra defensiva. La mayoría, sin embargo, son buenos y provechosos para la existencia de las plantas, de los animales, de los seres humanos. En un puñado de tierra fértil hay un mundo de cientos de veces más poblado que el nuestro. Los contituyen gérmenes que transforman los cadáveres de animales o vegetales en gratos nutrientes de las raíces. Con esos nutrientes de tan feo origen se formarán mas tarde los pétalos de una flor, la pulpa azucarada de una fragante fruta, o el verde sugestivo del césped. Cuando esos microbios , milagros químicos invisbles, no están en la tierra, ella se torna estéril, y sólo sirve de sepultura a las semillas. Durante los incendios, gran parte de esos microraganismos mueren achicharrados por las altas temperaturas.

Dedúzcase fácilmente esta cadena ecológica: los microbios y los animalejos del suelo alimentan a las plantas; éstas alimentan a los animales y a los humanos a través de diferentes niveles; los cuerpos muertos alimentan a los microbios que lo transforman, y este ciclo se repite indefinidamente mientras no sufra interrupciones importantes. La ecología está representada por cadenas de la vida en las cuales los eslabones representan diferentes formas de lela en orden sucesivo. El error del hombre está en estimar que él es el eslabon más significativo y que los parásitos son el más despreciable. O rectifica esa opinión o su porvenir quedará gravemente comprometido. Deberá advertir que la vida existió durante millones de siglos sin su concurso, y aunque podría prescindir de él le sería imposible imposible mantenerse sin el auxilo de los microrganismos ya eludidos.

El señor Marcuse tenía razón cuando censuraba las necesidades artificiales que nos alienan. Podemos entender el papel de las máquinas que nos transportan o que fabrican los productos de utilidad esencial. No podríamos decir lo mismo de los artefactos que empleamos, no para hacer más confortable la existencia, sino para aumentar la molicie y librar a nuestros músculos y a nuestro cuerpo de movimientos y ejercicios buenos para la salud. Además, hemos aceptado masoquistamente la tiranía de ciertos artículos objetables, sin los cuales no estaríamos cómodos.

Entre los mismos se encuentran los recipientes desechables de aluminio, latón, plástico y de vidrio no retornable, con los que ensuciamos el planeta. Y ¡qué decir de la interminable sucesión de las modas!.

Ropas y calzados sin desgaste son echados a la basura para ser sustituidos por aquellos que constituyen el último hit de la novelería. En resumen, hay cosas y objetos innecesarios cuya producción consume enormes cantidades de energía a pesar de que sus fuentes tradicionales se agotan y que arrojan desperdicios químicos contaminantes de la tierra, de las aguas y del aire.

Sería absurdo secundar a Rousseau en su prédica de que el hombre retorne a sus estadios primitivos para ser dichoso. Lo juiciosos es proponer que use más inteligentemente los frutos de la inteligencia, y que no se deje ahogar en el océano de maravillas suntuosas y artificiales que le ofrece la tecnología cuando la dejan de su cuenta, sin las riendas que le den carácter profundamente humano.

Nos jactamos de los ingeniosos hallazgos de la ciencia moderna. Y soslayamos verdades que estaban presentes en otras gentes no tan doctas como las de hoy, pero más conscientes. Veamos unos párrafos de la carta que el Jefe Piel Roja Sealth le escribiera en 1855 al Presidente estadounidende Franklin Pierce:

"No hay un lugar de quietud en las ciudades del hombre blanco. No hay lugar donde oir las hojas de la primavera o el sonido de las alas de los insectos. Pero tal vez porque yo soy un salvaje y no comprendo, el ruido sólo parece insultar mis oídos. El indio prefiere el suave sonido del viento volando como un dardo sobre la superficie del lago, y el olor del viento limpio por la lluvia del mediodía o aromado por los pinos. El aire es precioso para el piel roja. Porque todas las cosas comparten el mismo aire, las bestias, los árboles, el hombre. El hombre blanco parece no darse cuenta del aire que respira." "¿Qué es un hombre sin las bestias? Si todas las bestias desaparecen, el hombre moriía de gran soledad de espíritu, porque todo lo que ocurre a las bestias tanbiém le pasa a los hijos de la tierra. Cuando todos los búfalos sean liquidados, los potros cerreros sean domados, los rincones secretos del bosque estén cargados del aliento de muchos hombres, y la vista de las colinas salpicadas por los cables del progreso, ¿dónde estará el águila? No existirá. Y ¿qué será decirle adiós al lazo y a la caza, el fin de la vida y el comienzo de la supervivencia? Nosotros podríamos comprender si supiéramos cuáles son los sueños del hombre blanco, qué esperanzas él les describe a sus hijos en las largas noches de invierno, qué visiones queman su imaginación y qué deseos tienen para el mañana. Pero somos salvajes , y los sueños del hombre blanco están ocultos para nosotros"

Yo sostengo a priori de que esos microseres que hay en el silente patrimonio de los suelos, poseen secretos para desafiar airosos grandes inclemencias. A Dios gracias.

Hace casi 30 años, las pruebas atómicas hechas en Bikini hicieron desaparecer todo vestigio de flora y fauna en la isla. Los microorganismos que allí quedaron, como redivivos, facilitaron la germinación de las semillas que retornaron en las aguas o en los vientos a la desértica región. El esplendor de la vida animal y vegetal volvió a Bikini, y yo me pregunto si ese reverdecimiento vital habría ocurrido si la isla hubiera sido invadida por la civilización de que tantos nos envanecemos en nuestras burbujeantes ciudades.


diciembre 21, 2010

Brutos son los que juzgan la filosofía que aplican los asnos a los fines de la convivencia y de su seguridad personal.


En Platero y yo, Juan Ramón Jiménez decía que a los asnos malos deberían llamarlos personas y a las personas buenas deberían llamarlos asnos. Estos animales carecen de la elegancia de los caballos y de expersiones afectivas con sus socios humanos. Diríase que son fríos e indiferentes, y que se rigen por la norma "Que nadie se meta conmígo que yo con nadie me meto". Sin embargo, deben poseer un don subjetivo, porque de otra manera, ¿por qué se le atribuyó a uno de ellos, el privilegio de haber sido el compañero de José, María y el Niño durante la huida a Egipto, o como dócil cabalgadura durante la victoriosa entrada de Jesús en Jerusalén?. Desde la antiguedad los asnos han inspirado a los buenos poetas y Sancho Panza, quien nunca quiso un cordel, derramó lágrimas vivas cuando un atracador de camino le robo a su Rucio

Ahora puedo contestarme la pregunta que me hacía en mi infancia sobre el origen de estos amigos, a los que nunca he dejado de considerar como filósofos serios y como genuinos amantes de la paz. Por sus venas y por las de las cebras corren genes del caballo, el cual hace 50 millones de años era registrado por la naturaleza como un nativo norteamericano. Desconocemos la causa por la que emigrara al Asia y al Africa. En estos continenetes, el caballo no sólo diversificó sus razas, sino también dio lugar a varias especies de burros, a la cebra y a una especie parecidas a estas, el Kwaga extinguida por el sujeto que ya ustedes conocen. Los asnos son sobrios, saborean por igual una porción de cebada en granos y un puñado de hierba seca. Pero gustan calmar su sed con agua cristalina y se espantan en una nevada repentina.



En el sudeste de Asia se establecieron tres especies de estos équidos, que nunca se han dejado montar. Entre ellas está la popularizada por los crucigramas. Es el onagro, de 30 cms. más bajo que el asno doméstico. Es el único de este grupo que vive en manadas organizadas, las cuales ven un paraíso terrenal cualquier desierto arenoso, porque en el mismo localizan restos de plantas lignificadas, que ingieren como el más tierno de los platos. Aunque se hayan alejado mucho de sus residencias habituales, nunca se pierden y disponen de un sexto sentido para dirigirse en línea recta a los oasis con pozos de agua en los que nunca han estado. Durante las tormentas se colocan de espaldas al viento y despliegan los abanicos de sus colas a modo de escudo contra el impacto de la arena.

Parece que mientras el caballo se extendía por las zonas templadas del Asia, sus primos avanzaban resueltamente hacia las zonas calientes. Esto explica que los asnos y las cebras se les adelantaran en la toma de las regiones con más de 25 grados C, del sueste asiático y del norte de Africa. Hay que señalar que las reinas de las rayas descendieron al centro del continente negro y, por tanto, son tan tropicales como los cimbreantes palmeras o la cimbreadora rumba. Los asnos, en cambio, desarrollaron una especie en Nubia, la cuna del heroico esclavo Espartaco. Este medio era como una conjunción entre las arenas solitarias que sedujeran a sus ancestros y la fuente de verdes y apetitosos pastos silvestres, a ambos lado del Nilo. Fueron estos los primeros équidos que se dejaron enjalmar por el hombre.
Fue después cuando los caballos concertaron un pacto parecido, mediante el cual recibían cuidados y alimentación a cambios de sus servicios. Nuestros asnos proceden indirectamente de Nubia, pues del norte de Africa fueron llevados a las costas europeas del Mediterráneo. Los asnos es extendieron en Sevilla, Málaga y Alicante por su eficiencia de ayudantes y por su paciencia inconmovibles con quienes lo trataban bien. Durante la invasión de Granada por los árabes, los españoles también fracasaron al intentar usarlos como transportadores de soldados y de efectos militares. Tanto en Egipto como Mesopotamia, los asnos habían hecho gala de su terquedad. Ni por las buenas ni por las malas, habían aceptado que los enrolaran en los ejércitos y mucho menos en las guerras.
Su prodigiosa intuición los hace detenerse ante una víbora enrollada a varios metros de distancia, aunque al igual que quien las conduce, no la hayan visto todavía. Les pueden caer a palos, pero cuando adoptan una alternativa que siempre es hija de la razón, no hay forma de que cambien de parecer. Hace 2 millones de años eran fáciles presa de los tigres y otros felinos. Hoy eluden ese riesgo, con su olfato que les permite detectar, como si lo estuvieran viendo, a un felino oculto a cinco kilómetros de distancia. Hay versiones ciertas de jaguares cebados con rebaños de ganado vacuno. Pero nadie recuerda una historia en la que un carnívoro se haya comido un burro. Este es un campeón en el diseño de medidas precautelativas. Cuando se siente a buen seguro, y hay un ruido que le molestia, corre una cortina que tiene sus oídos y se sumerge en un silencio gratificante. ¿Envidiable verdad?

La Ciencia Amena. 2 de Junio 1992




diciembre 04, 2010

Como una mariscal de campo pero sumisa ante el cerebro se comporta la glándula hipófisis, gobernante de nuestras hormonas.

La Ciencia Amena de Arístides Bastidas.
18 de Diciembre de 1981


Un diagrama de la hipófisis o pituitaria. Hipócrates intuyo la existencia de los principios vitales que ella genera y los llamo hormonas.


Una insuficiencia de la hipófisis da lugar a un enanismo de personas que aunque bien proporcionada tiene aspeco infantil y son incapaces de reproducirse.

Además del rápido sistema de comunicaciones telegráficas que tiene le cerebro en la red nerviosa, cuenta con otro semejante al de los mensajeros a pie que usaban los Incas y otras culturas del pasado. Este último está representado por las hormonas que llevan personalmente las instrucciones de lo que debe hacerse a la tiroides, a las suprarrenales y a las gónadas, responsables del impulso sexual y cómplices de la naturaleza en el hecho de procurar placer para asegurar las oportunidades de la procreación. El cerebro es el señor supremo de esta organización postal, pero no le rige directamente, sino a través de una lugarteniente a la que ha cedido una parte de sus poderes. Se trata de la hipófiis o pituitaria.

Si ella y sin el trabajo de sus emisarias, no podríamos ser lo que somos ni comportarnos como seres normales. El cerebro está recibiendo continuamente, una nutrida información de la marcha del organismo y sobre todo de las necesidades que experimenta para mantener la existencia y actividad. El mismo se encarga de desatar la sed para obligarnos a ingerir agua que nos falta o estimularnos el apetito, para que cubramos el déficit de nutrientes y de calorías que estamos sufriendo. Pero hay otros quehaceres que como veremos, se los encomienda a la expresada glándula, verdadero mariscal de campo en el arte de mandar y de hacerse obedecer.

¿Qué aspecto tiene este órgano con tan altas responsabilidades?. Los anatomistas dicen que es un poco más grande que un garbanzo. En su cara delantera segrega seis (6) hormonas, una de las cuales actúa desde el momento en que se forma el embrión. Se trata de la Somatotropina(STH) a la que debemos el crecimiento. Con un método que se ha negado revelarnos, sintetiza las proteínas para aumentar el número de células e incrementar el volumen de ellas y el de los tejidos que lo forman. Aunque al concluir la adolescencia ya no crecemos más, la hipófisis sigue produciendo Somatotropina para mantener en buena forma partes blandas del cuerpo como la piel, el hígado o la lengua.


Además, a medida que llega la vejez esta sustancia va haciendo crecer los huesos de la nariz y el de la quijada. La hipófisis suministra la tiroxina la cual sacude a la tiroides, a fin de que el metabolismo, proceso básico de la vida, no se detenga ni por un instante. Desde los años 50 en las farmacias vendían la ACTH, imitación mala como todas las imitaciones, de las hormonas adrenocorticotrópica, que al establecer contacto con las suprarrenales, las obliga a generar cortisona natural, ese medicamento que es como una hojilla, pues puede cobrar a la salud intereses usurarios, los bienes que a veces le concede. Las suprarrenales como se sabe, se parecen a dos maníes y cabalgan sobre los polos superiores de los riñones, como lo indica su nombre.

Las tres hormonas restantes de la parte anterior de la hipófisis, tienen el destino de ordenarle a los ovarios la liberación del óvulo y la segregación de estrógeno y de progesterona. Hacen lo mismo con los testículos al imponerle el deber de producir semen y testosterona. Se cree que en la pared central de la hipófisis se sintetiza la hormona que va a determinar el color de la piel y la raza o mestizaje al que pertenecemos. Por último,, en la parte posterior de la hipófisis se aposentan dos hormonas procedente del cerebro que tienen entre sus facultades, la de provocar las contracciones del parto y la inducción de la leche materna después del nacimiento(Oxitocina) y la hormona que estimula el incremento de la reabsorción de agua en los riñones y en los vasos sanguíneos. (Vasopresina –ADH)

Si la cara delantera de la hipófisis funciona mal el afectado padecerá de la diabetes insípida o enfermedad de la sed, durante la cual un individuo puede beber diariamente treinta litros de agua y orinar una cantidad aproximadamente igual. Afortunadamente, esta enfermedad se cura con un extracto del lóbulo anterior de la hipófisis tomada de los animales. Olvidaba decir que esta soberana de nuestro organismo está situada en la base del encéfalo, en una cavidad ósea, cerca de la silla turca y encima del conducto nasal. La denominación de pituitaria se la dio Vesalio, el fundador de la Anatomía, porque creyó que era la que originaba las mucosidades de la nariz.

septiembre 19, 2010

El rol principal de la digestión no puede cumplirlo el estómago: es un privilegio que se reserva el instestino delgado.

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 11 de Diciembre de 1991






Todas la paredes del tubo digestivo generan ondas peristálticas que cumplen el aspecto mecánico de la digestión.


El tubo digestivo es un laboratorio, en distintos departamentos, dotados algunos de funciones específicas. Este laboratorio está afuera de nuestro cuerpo aunque creamos todo lo contrario. Las mucosas de la boca, el esófago, el estómago y los intestinos están tan aisladas y tan en contacto con el aire como la propia piel. Pero en ellas hay determinaciones nerviosas más tupidas que un arrozal. Antes de una comida se activan, unas para avisar al cerebro que nos van a servir del filete que estamos apeteciendo. Otras, para traer la orden del mismo a fin de que se nos vuelva agua la boca, de éstos encargan las glándulas que segregan la saliva. Esta contribuye a la fase pre-digestiva con una propiedad mecánica y otra de carácter químico.

Este par de propiedades actúan a lo largo de los ocho metro de este tubo. La saliva posee una viscosidad que lubrica los alimentos masticados para su deglución. Una vez que el bolo alimenticio atraviesa el esfínter superior del esófago, no puede devolverse. Las ondas peristálticas lo obligan a descender hasta el estómago. Este, con su aspecto de pera invertida, puede almacenar hasta dos litros de comida. Se toma todo su tiempo para amasarla con un movimiento constrictor de sus paredes. No le hace nada a los almidones convertidos en azúcar por la tialina de la saliva, pero si a las proteínas que identifica, nadie sabe como. En éste propósito juega un papel precioso para nuestra vida, el ácido clorhídrico, mejor conocido como ácido muriático.

El estómago lo libera y simultáneamente se reviste de una capa de moco que lo protege contra el mismo. Este ha sido activada por la enzima denominada pepsina y entre ambos libran una paliza demoledora a las proteínas. La carne y la arepa, verbigracia, son reducidas a un puré, en el que no distinguiría quien es quien y con el ácido clorhídrico mata los microbios que pudieran podrirlo.

Ésta previsión es necesaria porque el quimo no puede pasar todo al mismo tiempo, a la estación inmediata, el duodeno, parte inicial del intestino delgado. Entre este y el estómago hay un portero, el píloro, muy estricto en su tarea de controlar el paso de pequeñas porciones del mismo. Deben hacer cola pues se le admite en la medida en que el duodeno las procesa. Al cruzar los siete metros y medio de intestino delgado, toda la sustancia han cambiado de identidad, salvo las vitaminas y sales minerales..

Unas y otras se mantienen intactas, ya que de otro modo no podrían ayudar al mantenimiento de nuestro organismo. En el duodeno, en el yeyuno y en el íleon, los tres segmentos de intestino delgado, ejércitos de enzimas, vapulean al quimo para transformarlo y apoderarse de sus compuestos útiles. Los azúcares y carbohidratos entregan rápidamente la guardia, desdoblándose en glucosa, el combustible de todos los animales. Las proteínas son los siguientes en aceptar que las despojan de su personalidad, las grasas oponen una tenaz resistencia pero las enzimas y la bilis la convierten en góticas microscópicas, emulsionadas igual que las sometidas por el jabón en las manos cubiertas de manteca.

El siguiente ejemplo nos dará una idea es la relampagueante eficiencia de tales enzimas. Para disgregar los aminoácidos de una proteínas los químicos deben hervirlas durante más de 18 unas en una solución fuerte de ácido clorhídrico y a una temperatura de 165°.C. Pues bien, este trabajo lo hacen las enzimas del intestino delgado en menos de cuatro horas y a una temperatura de 37 grados C.

Cuando sentimos acidez es porque el quimo que llegó al duodeno es mayor que el que éste es capaz de procesar. En este caso son insuficientes las dosis con los dones alcalinizantes de bicarbonato de sodio, suministrada por el páncreas a través de sus jugos. ¿Cómo integrar en nuestro cuerpo las sustancias digeridas? Son absorbidas por las paredes de millones de pelillos más finos sin hilos de telaraña.

Todavía los fisiólogos desconocen el modo en que estos pelillos que cubren la superficie del intestino delgado, reconocen la sustancia amigas para abrirles las puertas e identifican a las residuales para rechazarlas.

Antiguamente se pensaba que estos pelillos denominados Villi, cumplía su función por ósmosis, como las raíces de las plantas. Se acababa de descubrir que en la medida en que están mojadas atraen más agua en sus proximidades. Este hecho desobedece las leyes de la física, según las cuales los cuerpos líquidos de mayor densidad absorben a través de un tabique a los de menor densidad. Es bueno recordar que los villi se las arreglan para remitir las grasas directamente a la sangre y para enviar por otro conducto, la glucosa o gasolina del cuerpo y los aminoácidos a esa silenciosa fábrica que es el hígado.

La gran carga de agua que tienen los espermatozoides es para el mismo fin que el riego de las semillas en el surco.

La Ciencia Amena de Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 1 de Diciembre de 1982




El departamento reproductivo del varón humano contiene todo un instrumental de funcionamiento más sofisticado que el equipo de computadoras electrónicas. (Rep. Dimas)

En cualquier jurisdicción del Universo en la que haya vida, ésta seguirá sufriendo su irrompible dependencia del agua. Ella es el disolvente infalible de todos los elementos de la materia, desde gases como el oxígeno y el carbónico, hasta metales como el hierro y el oro. Sólo en este sentido, encuentran las sustancias vitales, la neutralidad que no hallarían ni en los alcoholes ni en los ácidos, para efectuar las combinaciones químicas indispensables en la formación de compuestos, como los aminoácidos de las proteínas. Además, el agua posee una propiedad injustamente desdeñada que es la de atenuar la fuerza gravitacional.


Esto facilita la flotabilidad de los corpúsculos atómicos y las posibilidades de que hagan sus correspondientes enlaces.

Los helechos fueron grandes usuarios de la reproducción bisexual, pues a partir de sus esporas se constituían los gametos femeninos y los masculinos. Pero estos sólo podían nacer cuando tenían la suerte de haber caído en un medio húmedo. A pesar del gran éxito de estas plantas en el período del Carbonífero, la naturaleza se dio cuenta de que no debía dejar al azar este aspecto en las criaturas animales. Debió razonar que las más avanzadas de estas, no tendrían una virtud reservada entonces a los helechos, musgos líquenes y algas: la capacidad de fabricar todos sus elementos desde el momento mismo en que les brotan las primeras hojuelas verdes.



El espermatozoide tiene una cabeza en la que van toda la carga genética y elsexo del nuevo ser. El rabito es un medio de locomoción que por eso se queda fuea y muere en el instante de la feundación.


Como sabemos, en el mar los seres unicelulares tomaban los minerales y los nutrientes que caprichosamente les cedieron el entorno. En los seres multicelulares, se invirtió el proceso, pues en ellos cada célula aguarda los materiales y el oxígeno que expresamente les son transportados por la savia ascendente y descendente o por la sangre circulante. Recuérdese que el 90% del plasma sanguíneo es agua salada como la del mar; y que el 70 % de nuestro cuerpo es también agua. En consecuencia resulta normal la previsión de la alta humedad que caracteriza a los espermatozoides y al líquido que se hace acompañar.

Ellos están relacionados con varios productos acuáticos, como lo son el líquido seminal, el líquido prostático, secreciones de las glándulas de Cowper y moco de las glándulas de Littre. Dentro del agua se constituyen los ácidos nucleicos y los genes ultramicroscópicos, provistos de instrucciones que cumplirán al pie de la letra, en la confección de alguna pequeña parte de un futuro ser.

Los cuatros centímetros cúbicos de esperma de una eyaculación juvenil, nos parecerían una piscina muy pequeña para los quinientos millones de nadadores que en es medio realizarían la más dramática de las competencias. Pero son tan chiquitos los espermatozoides, que en esta cantidad de líquido se sienten como bañistas en mar abierto. Además, al río portátil del líquido seminal añaden el de la humedad que los recibirá en la vagina. Pero ésta hace trampas porque su grado de acidez favorece a los espermatozoides que darán hembras. A sabiendas de esto, la naturaleza ha compensado a los que darán varones, pues esto son los dos tercios del total.

El semen y la invisible población que lo usa como vehículo, se están generando constantemente. Antes de la pubertad el muchacho produce un líquido pegajoso al que se incorporarán los espermatozoides, sólo cuando haya ocurrido el despertar de las hormonas. Sabremos con exactitud la edad en que un jovencito puede procrear, cuando nos lo digan los resultados del Proyecto Venezuela, que tiene en este cometido, entre los múltiples que se ha trazado en la búsqueda de la identidad del venezolano. Por cierto, que aún en la mas avanzada ancianidad de un hombre puede segregar espermatozoides de excelente calidad para engendrar descendientes normales. La mujer después de los 35 años, corre el riesgo de tener un hijo defectuoso; y con la menopausia pierde sus admirables dones germinativos.

julio 10, 2010

Sin el motor eléctrico el hombre sería un huérfano en las grandes urbes pero sigue en el anonimato Joseph Henry, el que la inventó.

En 1831, Joseph Henry inventaba el motor eléctrico con est emodelo, que era capaz de hacer ciertos casos el trabajo de los motores a vapor.

Hubo en el siglo pasado un norteameriaco excepcional, que renunció al precio que compatriotas suyos, le pusieron al fruto de su ingenio y de su creatividad. Se llamó Joseph Henry (1797 - 1878) , quien fuera más competentes que Morse y tan innovador como Faraday. Sin embargo es poco menos que desconocido, como si la modestia de su existencia le restara brillo a su posteridad. En 1810 era uno de los chiquillos sin rumbo que deambulaban por Albany, New York, su ciudad natal. Luego de una pasantía ligera por la escuela primaria, habría de dejar los cuadernos en que escribiera sus primeras letras para iniciarse como aprendiz de relojero, en una tienda de reparaciones, en la que además de adquirir un oficio, le pagaban por ello.

Al despuntar en la adolesccencia, Henry hacia gala de un temperamento extrovertido y observador y una inteligencia avivadada a menudo frente a las cosas inexplicables que trataba de comprender. En la casa del pastor de su comunidad encontró un libro que sería para su ingénita curiosidad puerta abierta de un mundo llenos de hechos penumbrosos pero fascinantes. Se llama: Lecturas de Filosofía Experimental, tal contenía la información acumulada hasta entonces sobre un fluido misterioso y excitante: la electricidad. Al terminarlo sintió la ansiedad de seguir internándose en tan extraños parajes del conocimiento y con ese fin frecuentaba en sus momentos libres las bibliotecas públicas donde hubiere textos con el mismo material.

No tenía ni siquiera el certificado de escolaridad pero gracias a su sobresaliente examen de admisión, pudo ingresar como alumno de Física y Matemáticas de la Academia de Albany. Costeaba sus estudios con los estipendios escasos que percibía como maestro rural y por sus clases a domicilio. Cuando se graduó como ingeniero, la institución decidió contratarlo a tiempo completo, exonerándolo, por los altos dones de su talento y de su trabajo del nutrido curriculum que solía pedirles a sus nuevos docentes. Como empleado las noches en la exhaustiva preparación de las clases, sólo en las vacaciones de agosto realizaba sus originales experimentos.

A la sazón, los electroimanes eran como juguetes mágicos en manos de los investigadores. Tenían el defecto de los cortocircuitos que ocurrían en el enrollado de los cables desnudos en torno a una pieza de hierro. Henry sortéo este problema, mediante un sistema de aislamiento que eliminaba la contrariedad. Fabricó electroimanes que levantaban pesos hasta de una tonelada. Los manucafturó de distintos tamaños, inclusive los que cabían en la palma de la mano. En 1831 echaba las bases del telégrafo. Abriendo y cerrando un interruptor trasmitía corriente por un cable que, a mil seiscientos metros (una milla) comunicacaba a un electroimán la energía para atraer una barra metálica y rechazarla, producciendo un repiqueteo de tac tiqui tac.

Joseph Henry fue también el creador del primer sistema meterológico norteamericano, que se auxiliaba con la información telegráfica del clima en los diferentes estados de la Unión.

Henry advirtió que la corriente se debilitaba durante el recorrido. Par hacer que la señal sonora llegara lo más lejos posible inventó los relé o relevos, mediante los cuale sse restablecía la fuerza trasmisora de la electricidad, cada vez que empezaba a debilitarse. Asistido por un absoluto desprendimiento se negó a patentar sus distintos hallazgos. Entregó los que ya referimos a Samuel Morse, quién los utilizó sin reconocerle ni el menor mérito a su verdadero autor.
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La invención del relé .

Funcionamiento del relé.

Henry descubrió también la inducción magnética al mismo tiempo que Faraday. Mediante la misma, las fuerzas de la electricidad y magnetismo pueden engendrar otras en su torno, en objetos con los que no tiene ningún contacto. Un fenómeno de inducción es el que se produce cuando un clavo atrae a un alfiler porque en las próximidades se halla un imán. Henry encontró también la autoinducción, pero el más notable de sus inventos fue el que hizo aprovechable la electricidad: el motor eléctrico. Henry advirtió algo que como suele ocurrir, parece hoy muy sencillo. En dinamos como los de las bicicletas, el roce del caucho hace rotar las bobinas en medio de imanes para originar electricidad. En los motores, es la electricidad aplicada a los imanes la que hace girar las bobinas, originando el trabajo de las licuadoras, las neveras, lavadoras de nuestros hogares, o las grandes maquinarias fabriles.

La Ciencia Amena de Arístides Bastidas.

15/04/1983

enero 02, 2010

Con sus linternitas oscilantes los isótopos radiactivos lo ven y lo revelan todo cuando los meten en nuestros cuerpos.

Ya SABEMOS que nuestros ojos son demasiados toscos para captar las pequeñísimas longitudes de onda que caracterizan los rayos. La importancia de su descubrimiento se ha hecho mayor para la ciencia a medida que pasa el tiempo. Sin embargo tenían la limitación de que solo retrataban las partes duras. Para captar con ellos las partes blandas del cuerpo, que se hace necesario la ingestión de un líquido contraste que muchos pacientes no pueden tolerar. Y aun en los casos en que no ocurre este inconveniente, tiene otro de que no llega a las zonas intersticiales ni nos muestras deformaciones microscópicas, causantes de problemas serios de salud. Hacia falta otro medio para explorar detalladamente a los órganos que nos forman.

Los isótopos radioactivos en los pulmones, despiden impulsos que al ser ampliados, se registran graficamente durante la escintigrafía.

En los años 40 fallaron todos los intentos de enviar sustancias a zonas determinadas del organismo con el fin de que nos dijeran lo bueno y lo malo que encontraran a su paso. Al finalizar la guerra en 1945 los científicos y los políticos, algunos de ellos con remordimiento de consciencia, se apresuraban a desarrollar planes para usar la energía atómica a favor de la especie humana y de la paz. En 1934 los esposos de Frederick e Irene Joliot Currie habían descubierto la radiactividad artificial, es decir, la desatada por el hombre en sus laboratorios. Con ese fin tomaba átomos normales, y les sobrecargaba el núcleo hasta hacerlos inestable.


Los contadores Geiger - Muller son detectores electrónicos que reflejan en un centelleo luminoso o golpeteo sonoro la radioactividad de los isótopos, vengan de donde viniera.

Tales átomos trataban de recuperar su estabilidad, desintegrando algún nucleon. Así empezaban a expulsar radiaciones, las cuales, se podían medir por la velocidad del golpeteo sonoro o del centello luminoso en los contadores gelger. En 1935 Schoenheimer había descubierto con el deuterio, que las grasas que comemos tenían que pasar ocho días como parte del tejido adiposo, antes de que el organismo utilizara su energía. Había hallado también que el gas carbónico que expulsamos por toxico, era parcialmente usado en la confección de ese combustible biológico concentrado, que es el glucogeno del hígado. Aquel año también se había hecho un pequeño ensayo sobre el comportamiento del fósforo radiactivo en los tejidos animales.

La guerra había detenido tales trabajos, pues todo el esfuerzo para el dominio de la fuerza nuclear, se dirigía exclusivamente a la confección del pavoroso artefacto. En 1946 y en la preocupación de la energía nuclear dejara algún provecho constructivo, tales estudios encontrarían un marco adecuado. Previamente se comprobó que la introducción de microdosis de átomos e isótopos radiactivos en el cuerpo no causaba daño. Los utilizados eran los que despiden las radiaciones gamma, que por ser las más poderosas, dejan un rastro fácil de seguir con los contadores geiger, administradas en cantidades del todo inofensivas. Así fueron las vísperas de la medicina nuclear, en las que el país tiene a especialistas tan calificados como Raúl Vera y Rubén Merenfeld.

Pronto se supo que cada isótopo enviado a través de la sangre se detenía en un órgano al que era a fin: los del yodo, en la glándula tiroides; los del fósforo, en los huesos; los del oro, en el hígado; los del cromo, en los glóbulos rojos; los del tecnecio, en los tejidos cerebrales y así sucesivamente. Con isótopos radioactivos se estableció por ejemplo que la orina de hoy contiene el agua que nos tomamos hace un mes. Esto dejo claro que el cuerpo humano protagoniza una perpetua renovación en sus materiales. El agua que nos bebemos hoy iniciara una aventura a través de los billones de células hasta que finalmente encontrara en los riñones la puerta de salida.

Gracias a los isótopos radiactivos, algunos de los cuales se aplican en el tratamiento de ciertos tumores malignos, pudimos establecer que los glóbulos rojos duran tres meses y que nuestros organismos no se desprenden del hierro que había en ellos, sino que lo recicla en la fabricación de los reemplazantes. Con esta técnica se precisan las cantidades de sangre que los ventrículos arrojan por minuto y la velocidad de la circulación. Con este recurso son explorados el hígado y los riñones, para determinar las anormalidades que pudiera haber en su funcionamiento. Se ha avanzado mucho en este aspecto pero son muchas las expectativas insatisfechas de esta medicina.

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