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noviembre 06, 2009

Caracas tiene pies de barro: descansa sobre un terreno con hendiduras semejantes a las de un vidrio estrellado.

A pesar de sus consecuencias, los terremotos contribuyen al nacimiento de montañas y de tierra que permiten renovar la vida.

SI CARACAS BAILARA al son que le tocan los terremotos, no habrían sido tan fatales las consecuencias de los mismos, y los del porvenir serian menos peligrosos si dispusiéramos de un buen equipo sismológico en Venezuela. Es cierto que la Providencia nos dio las bienaventuranzas del subsuelo que nos convirtieron en unos pobres ricos. Lo es de igual manera que en el interior de esa tierra tan generosa hay enormes heridas geológicas jamás cicatrizadas, las cuales representan un permanente riesgo por su inestabilidad.

Cuando el continente, como una persona dormida, se cansa de permanecer en una misma posición, la cambia para reacomodarse. No pasa nada si es usted el que se despereza y cuando la corteza terrestre hace lo mismo, surgen los alarmantes cataclismos en su superficie. Hay regiones en Europa donde las ciudades no han sufrido jamás estas catastróficas adversidades. Pero nosotros estamos ubicados en un cinturón frágil del planeta. Estamos hospedados en una zona convaleciente de antiquísimas lastimaduras que, al parecer, nunca serán subsanadas.



Estas sencillas recomendaciones pueden evitar muchas muertes durante un sismo; mantenga la calma y aléjese de objetos que puedan herirlo. En edificaciones bajas, salga pronto y apártese de balcones y paredes exteriores. En edificios altos, protéjase debajo de vigas o dinteles de puertas. Corte el gas, la electricidad y el agua. Si esta en la playa, aléjese del mar.

Los habitantes de San Francisco de California, donde a comienzos del siglo ocurriera un SISMO con pérdida de vidas relativamente escasa, tiene en su urbe y a lo largo de la linera zigzagueante que originara el hecho, miles de sismógrafos de todos los tamaños. Esto no tiene importancia para predecir un gran temblor. Ello seria contraproducente, por razones obvias. Sin embargo, es de una gran significación para conocer las debilidades probables del piso y construir los edificios de modo que se mantengan en pie, porque como los buenos nadadores, se dejan llevar por la ola. O sea, que cuando la Tierra se mece, ellos se mecen con ella. En Venezuela no tenemos esta previsión. Carecemos de una red de aparatos para vigilar este potencial riesgo bajo nuestro pies, y cientos de edificios no llenan los mínimos requerimientos de seguridad que tantas veces han señalado los bomberos.

Todo el norte de Venezuela es zona sísmica y aunque es muy difícil establecer las razones de esta contingencia, supone que su origen está en una época que se remota a los mil millones de años. Entonces África, America Latina y la India formaban un continente llamado Condwana. Si el mundo hubiera sido como hoy, una autopista nos conduciría a las pirámides egipcias a la derecha y la otra situada a la izquierda nos permitiría llegar a la India, sagrada, sensual y hambrienta. Desafortunadamente para las empresas turísticas, una reorganización del globo determinó la separación de esos tres grandes bloques, los cuales, como colosales baldosas, siguen alejándose entre si a una velocidad que se mide en centímetros por siglo. Este desplazamiento dio lugar a fracturas en la corteza terrestre, parecidas a las resquebrajadas en un cristal de ventana. Son las fallas, tan aludidas por los especialistas.
Hace unos años conversamos con los doctores Günter Fiedler y Luis Urbina Luigi, directivos de la Fundación Venezolana de investigaciones sismológicas, Fundavisis, quienes nos hablaron acerca de estas cicatrices geológicas que surcan nuestro país. Hay una que tiene varios ramales y por eso se denominan un sistema de gallas. Es la que parte de Boconó y termina en San Felipe. Tiene 400 kilómetros de extensión y en la misma ocurrieron los temblores que destruyeron Mérida en 1894, y El Tocuyo en 1950. Tenemos también la falla de El Pilar, que parte desde la Isla tortuga, atraviesa cumana y termina en el Golfo de Paria. Causo la destrucción de Cumaná y termina en el Golfo de Paria. Causo la destrucción de Cumana en 1929. Caracas tiene pies de barro porque descansa sobre un terreno con múltiples hendiduras. Además, tiene sectores aluvionales que tampoco ofrecen seguridad.

Ella está bajo la acción negativa del sistema de fallas de La victoria, la de Tacagua, y la probable de San Sebastian. De esto se desprende que la “sucursal del cielo”, puede serlo por otro motivo. Según los citados científicos, el 26 de marzo de 1812 murieron cuarenta mil personas en el SISMO que asolo a Caracas, es decir, un cinco por ciento de la población, que era de 800 mil habitantes en el país. No es descartable que un sismo de esta magnitud volviera a acontecer, porque hay vestigios que fortalecen la hipotesis de que el valle de Caracas fue transformado por un violento movimiento telúrico antes de la llegada de Colon. La única forma de oponerse a este posible suceso seria construir edificios con la flexibilidad apropiada para mantenerse durante estas estiradas de la tierra. Es inexplicable que aun la protección antisísmica de nuestra ciudad se haga simulando los módulos de terremotos extranjeros, en las computadoras donde se hacen los cálculos sobre el tiempo que debe durar la oscilación de los nuevos edificios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es lamentable pero eso es lo que puede pasar. Dios nos ayude a estar listos incluso si tenemos que irnos con él

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