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diciembre 20, 2008

Las gallinas combaten en busca de un alto rango y cuando lo logran se vuelven indiferentes con el gallo.

Se ha dicho que las aves y mamíferos que forman sociedades, son menos ordenadas en Latinoamérica que en el Viejo Mundo. Esto fue discutible hasta que los naturalistas confirmaron que los monos del Nuevo Mundo son indisciplinados y no hacen mucho caso de sus jefes, que, por otra parte, les falta carácter para hacerse obedecer. Yo, que presencié en mi infancia el trato igualitario entre las gallinas de los patios campesinos, leo ahora, no sin cierta incredulidad, los resultados de investigaciones en el mundo avanzado, según las cuales las gallinas en un mismo corral conquistan rangos y establecen diferencias jerárquicas que hacen recordar la organización de los militares. Al tanto de que en la naturaleza todo hábito tiene explicación, los ornitólogos tratan de confirmar la correspondiente a este comportamiento.

El especialista en conducta animal de la Universi­dad de Oslo, Noruega, T. Schjelderup-Ebbe, anotó las desigualdades sociales entre gallinas criadas en un mismo ambiente. Debió usar la agudeza del buen investigador para percibirlas, pues pasarían inadvertidas para un observador común. Sabía que se daban picotazos entre sí y el mérito de su trabajo estuvo en descubrir que esos signos de agresividad no eran la consecuencia de antipatías recíprocas o de estados neuróticos. Respondían, llana y simplemente, a una norma destinada a mantener su ordenamiento social. Hizo un experimento, que consistió en aislar una comunidad de pollas a punto de hacerse adultas y ponedoras de huevos.

Los pollos de ambos sexos, al igual que las demás especies de animales evolucionados, crecen dotados de una neutralidad sexual que se apaga cuando llegan a la edad crítica en que se les despiertan las hormonas genitales. Schjelderup-Ebbe cuidó de que entre sus pollas no hubiera ningún sultán. Ellas constituían un harén en el que ni siquiera había eu­nucos encargados de cuidarlas. Las nuevas gallinas protagonizaron inicialmente un caos de picotazos en las horas en las que estuvieran despiertas durante tres días. Al cuarto día los picotazos eran escasos y al quinto día, el investigador confirmó sus sospechas de que los mismos tenían el objetivo de establecer un sistema de categorías escalonadas. La gallina "A" era como un general en jefe que manda a todo el mundo, pero nadie lo manda a él.

Para ser más claros diremos que ella podía picotear a las demás sin que ninguna se atreviese a replicarle. La gallina "B" tenía el mismo privilegio con sus subalternas, pero no con ia gallina "A". La escala descendía con la gallina "C", que podía picotear a las que estaban por debajo de ella, pero estaba obligada a dejarse picotear por las gallinas "A" y "B". La última gallina, digamos la "Z", era el trompo servidor del grupo porque las de más categoría podían picotearla a ella y si intentaba ripostar, las demás le caían encima por meterse a rebelde. El lesbianismo es rarísimo en la naturaleza, pero cada una de estas hembras sin consorte, tenía la opción de cubrir platónicamente a otra de menor categoría.

En la Universidad de Chicago el endocrinólogo W.C. Alley y sus estudiantes inyectaron hormonas masculinas en gallinas débiles y al día siguiente se rebelaban con inesperada agresividad contra las fuertes y opresoras. A su vez éstas inyectadas con hormonas femeninas protagonizaron el caso de sargentos déspotas que de buenas a primeras se conducen como mansos reclutas. Pusieron en contacto dos gallineros que de inmediato se declararon una guerra sin cuartel. Las gallinas de ambos bandos se resistían recíprocamente a reconocer los rangos que establecieran separadamente. Quedó claro que la lucha por una mayor jerarquía no era causada por la selección natural, como la que ocurre cuando dos ve­nados pelean para ganarse los favores de una diva. Resulta que las gallinas de alto rango eran relativamente frígidas al lado de las de bajo rango.

Entre los pollos a punto de hacerse gallos se notó que los mayores cubrían platónicamente también a los menores. Se probó que no lo hacían por razones homosexuales sino para ensayar su técnica de acoplamiento. Esta consiste, ya lo sabemos, en la danza con la cabeza agachada y ladeada del gallo, en torno de la pretendida antes de encaramársele y pisarle ambas alas para efectuar la más veloz de las cópulas. También se confirmó que las aparentes lesbianas dejaban ese comportamiento para siempre apenas entraban en un corral donde las esperara un galán. Ya sabemos que los gallos llegan al extremo de consumar gallicidios con sus dos puñales para establecer »u supremacía sexual y por lo tanto procreativa. La jerarquía escalonada de sus odaliscas, es sólo, ya lo dijimos, para resguardar el orden social. 

EL NACIONAL / Viernes 12 de abril de 1991).

NOTA DE Manuel Esparragoza Herrera: Esta situación ha sido estudiada por sociólogos estadounidenses, quienes la han denominado principio del pick up. Conozco un artículo de Arturo Uslar Pietri, donde alude a esta materia.

Nota importante:
Gracias a la colaboración del amigo Manuel Esparragoza Herrera es posible la publicación de este artículo, quien el 1ro de Mayo de 2008 nos hizo llegar este escrito del Gran maestro Arístides. Prometimos publicarlo en este blog y hoy cumplimos nuestro compromiso. Gracias amigo por tan bello hallazgo.

noviembre 19, 2008

De la materia podríamos decir que una cosa piensa el burro y otra el que lo va montando: El calor hace con ella lo que quiere

En la escuela nos enseñaron que la materia tenía tres estados: el sólido, el líquido y el gaseoso. Sin embargo, cuando mencionamos esa palabra pensamos de inmediato en alguna estructura que podemos tocar con nuestras manos: un metal, una tabla, un hueso o nuestro propio cuerpo. Nos cuesta creer que el agua transparente y deslizante o el aire invisible e inodoro, sea también materia.


Podría decirse que la materia baila al son que le toque el calor. De las intensidades de éste en el seno de ella, dependen su estado gaseoso en el aire, su estado líquido en el agua y su estado sólido en los metales con excepción del mercurio. Es así como la conocemos a las temperaturas ambientales de la corteza terrestre. Si nos trasladáramos al planeta Plutón o al corazón de una estrella, veríamos que el calor juega con la materia como el gato con el mísero ratón. Plutón es el más alejado de los miembros de la familia del Sol: Los rayos de éste la llegan mil veces más debilitados que los que inciden en los dos Polos de la Tierra. Su calor es tan pobre que no alcanza ni a licuar , ni mucho menos a gasificar sus perpetuas montañas de hielo. Y sin embargo, este hielo no está hecho ni siquiera con una sola gota de agua.

Si aquí estuviéramos a los 230 grados centígrados bajo cero de ese cuerpo, no sólo los océanos estarían gasificados, también la atmósfera que formaría una envoltura transparente de 3 kilómetros de espesor. En su interior luciríamos como pececillos de colores atrapados en cubos plásticos de ciertos adornos de escritorios. Claro está que en estas condiciones es inconcebible la vida. Obsérvese que a éstas temperaturas hay un solo estado de la materia, el sólido. El lector se estará preguntando de que son las montañas de hielo de Plutón, Si por un milagro de la astrofísica recibieran el calor promedio de por aquí, se dispararían en el gas metano, el gas amoníaco y el gas carbónico que contiene, después de haberse licuado.

Si nos fuera dable el otro imposible de visitar el núcleo del Sol, nos enteraríamos de otro hecho sorprendente. Allí habría océanos de materia, millones de veces más grandes que los nuestros de agua. No hallaríamos por ninguna parte ningún gas, ningún líquido, ningún sólido. ¿Qué habría pasado con los tres estados de la materia que nos circundan?. Habrían desde luego masas de hidrógeno, de helio, de carbono. Pero el calor de 15 millones de grados C° sería el causante del más indescriptible de los caos. Los átomos se volverían nudistas porque los núcleos perderían las capas de electrones que los orbitan. Núcleos, fragmentos de núcleos, electrones, protones y neutrones se desplazarían a velocidades próximas a la de la luz. Se sobreentiende la inimaginable sucesión de choques que ocurrirían en esta situación.

Hemos descrito la desconcertante estructura del cuarto estado de la materia. Se le llama plasma porque ofrece el color del plasma sanguíneo, cuando se observa a través de complejos aparatos denominados espectroscopios. ¿Cómo puede mirársele si está oculto en el corazón de las estrellas?. De vez en cuando el Sol lanza erupciones de partículas atómicas con tanta velocidad que al estrellarse con los átomos de oxígeno y nitrógeno sobre los dos polos, despojan a los núcleos total o parcialmente de sus electrones. Se desata una anarquía semejante a la que vimos durante nuestra teórica inspección del corazón del Sol. Los cien mil grados C° del plasma, a causa del violento impacto de las partículas de las erupciones solares, duran milésimas de segundo. Ese lapso es más que suficiente para retratarlo.

La energía de este plasma se disipa como la de un relámpago, dando lugar al colorido de las cautivantes auroras boreales y australes. Ya vimos que todas las formas de la materia se vuelven sólidas a determinados niveles de calor. Este fenómeno es familiar en el vapor que se convierte en agua y el agua que se convierte en hielo. Este último ciclo es llamado congelación, la cual no es para los físicos un sinónimo de frío. La congelación es también la que sufre el hierro líquido al solidificarse a 1.500 grados C° o la experimentada por la roca derretida que expulsan los volcanes en forma de lava, origen de auténticas montañas de piedra. A 210 grados bajo cero el nitrógeno se vuelve hielo pero la industria lo prefiere líquido porque es así como se vuelve servicial.

En el nitrógeno líquido se conservan indefinidamente listos para sus quehaceres vitales, espermatozoides de toros y humanos, así como embriones tomados de vacas finas, para implantarlos en úteros de vacas ordinarias. Las mencionadas células se congelan de manera tan rápida que no da tiempo para la formación de cristales relativamente grandes, que pudieran afectarlas. Cuesta creer que en cualquiera de sus cuatro estado la materia es la misma. La diferencia reside en el número de protones que hay en los núcleos atómicos del hidrógeno, del uranio o del bromo, el segundo elemento líquido de la tabla de Mendeleiv. Todos los cuerpos, colosales o ínfimos, inertes o vivos, están hecho con los mismos materiales de construcción, protones y electrones.

abril 05, 2008

Los niños ven la desnudez con inocente curiosidad: son los grandes quienes la contemplan con picara frivolidad.

En nuestro primeros años estamos liberados de los tabúes de la desnudez, pero en la madurez puede significar un pecado.


Cuando una niña y un niño se miran desnudos, su lógica funciona. ¿Por qué sin son iguales nuestros ojos, nuestras narices, nuestras bocas, nuestros brazoss, nuestras pierna y nuestros cuerpecitos, por que somos diferentes en esto? La mayoría de los padres no están bien preparados para responder la pregunta, y una gran parte de ellos se ruborizaría antes de contestarlas. “son diferentes en esto porque no son iguales en todo, por que tú eres un varón y tú una hembra”, es lo que habría que decirles de inmediato. En vez de ello, le sembramos con nuestra actitud una sensación de misterio y de cosa prohibida con algo tan natural como es la diferencia sexual. Es increíble que en los niveles actuales de la cultura humana, la gazmoñería siga desvirtuando la verdad.

Cuando mi hermanita me indagaba sobre lo que yo tenía, mi papá hacia gala de su sabia pedagogía campesina: “ese es un pichoncito que le compre a Arístides en Barquisimeto. A ti te compre esta muñeca ¿Qué prefieres?” y mi hermanita no habría cambiado por nada del mundo la muñequita de celuloide que guardaba en un rincón. De ese modo nos afianzamos en San Pablo el sentido de nuestro sexo. Yo me sentía orgullo de mi supuesto juguete y mi hermanita también lo estaba del suyo. De ese modo quedé bien formado, ya que si no soy un modelo en este aspecto, estoy a salvo de las falsificaciones necias o interesadas, de las cuales es objeto el sexo.

No hay nada malo en el deseo de algunas niñas de ser como sus hermanitos. Lo que en verdad les envidian es la libertad con que pueden subirse a un árbol o a un andamio. Como los varoncitos tienen todo esto es inusual que ellos quieran ser como sus hermanitas. Las limitaciones que sufre la mujer en todas partes la acompañan desde su infancia. Su mayor inclinación a la obediencia, el sometimiento que les impone la madre, se traducen en adquisición temprana de un carácter. La hembra es más disciplinada en la escuela y su vida interior es más rica y más metódica. Se queja menos que el varón por que es menos exigente y mas resignada. ¿Fue siempre así o este es un comportamiento surgido al calor de la civilización?

Yo creo que esto es de reciente data. El hombre primitivo no veía a la mujer como un plaza placentera. Actuaba impulsado principalmente por el instinto de la reproducción. Se dice que los instintos andan desbocados. Esta cualidad del instinto sexual es nueva entre los humanos. Ningún instinto más moderado que el sexual entre los cavernícolas. Ellos, al hacer el amor, aceptaban el control de las leyes naturales que el nombre moderno pisotea en similares circunstancias. Ante el cerco que le tiende el macho, la mujer ha desarrollado defensas. Entre ellas está la de meditar cada uno de sus pasos. Como el hombre no esta obligado hacer lo mismo, medita menos y madura menos.

Por estas razones, una muchacha de veinticinco años posee una inconsciente experiencia, mayor que la del joven de su misma edad. La mujer madura pronto y el hombre madura tardíamente. La mujer suele casarse con un hombre que le aventaja varios años de edad. Esto se debe a que solo un cónyuge mayor que ella, la esposa encuentra el equivalente aproximado de su madurez. Estudios realizados por la Liga Venezolana de Higiene Mental revelan que es pura patraña de versión, según la cual, el hombre es mas ardoroso que su compañera. El gusto por el intercambio amoroso es igual en ambos. Solo que la mujer le atribuye una trascendencia superior y demanda un acopio emocional mayor para disfrutarlo integralmente.

Las hormonas femeninas son cuantitativas y cualitativamente igual a las hormonas masculinas, en sus correspondientes radios de acción, desde luego. Suponer que no es así seria como creer que dos corrientazos de ciento diez voltios son desiguales, porque preceden de baterías distintas. Es hora ya de tratar con adecuada franqueza a los niños. Ellos descubren nuestras mentiras y se ríen por lo bajo, cuando les referimos el cuento de la cigüeña. Entre los embustes que debemos derribar ya, está el de que la desnudez es un pecado. Sorprende que quienes más creen sean gentes piadosas. Es como si hubieran olvidado que Adán y Eva se pusieron la hoja de parra, después que cometieron la travesura de la manzana.

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