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diciembre 17, 2007

Aunque en el estómago la comida sufra un fuerte bombardeo, los intestinos son los únicos que la hacen asimilable

Durante toda mi vida , yo también creí que el estómago se hallaba detrás del ombligo, pero ayer un médico amigo me sacó del error. Está mucho más arriba, a la izquierda, debajo del diafragma, el músculo que nos da la fuerza para toser y estornudar. Con su forma de pera invertida el estomago puede almacenar hasta dos litros de alimentos, mientras les aplica los jugos digestivos y las enzimas que elaboran cinco millones de glándulas, distribuidas en toda la superficie de su pared más interna. Además de ésta , tienen una membrana submucosa que a la hora de trabajar, porque hay comida o porque la persona sufre una excitación, asume un color rojo por la sangre que en tales momentos ofrecen los minúsculos vasos que la forman.

Obsérvese que la mayor parte del aparato digestivo, no se halla en el estómago, sino en los intestinos que no están tan bajo como creemos.

Son activados por innumerables nervios periféricos que hay en esa zona, los cuales al agitarse, nos producen ahí la sensación que experimentamos cuando nos dan un susto, por ejemplo. La tercera capa está constituida por resistentes fibras musculares, encargadas de batir la comida hasta que pulverizada y semisólida, está lista en el quimo que será despachado en pequeñas porciones al intestino delgado. La pared exterior del estómago es serosa y al igual que la de todas las visceras está revestidas permanentemente de un lubricante por el cual los órganos se deslizan entre sí, sin hacerse el menor daño.

Ni Hipócrates, ni el autosuficiente Galeno y ni siquiera el modesto Vesalio, el fundador de la anatomía moderna sospecharon lo que ocurría en esta cavidad después de la deglución de los nutrientes sólidos. Durante siglos se supuso que se pudrían, lo cual, de ser cierto habría originado las más graves intoxicaciones.

Hay en Europa unos pájaros llamados Milanos que tienen el don de regurgitar las cosas inútiles que pudieran tragarse. Esta propiedad le sirvió al investigador francés René de Reaumur, para crear el primer conocimiento acerca de lo que hacía el estómago. Eso lo logró cuando una de estas aves devolvió los pedacitos de esponja que él le había hecho ingerir. Los mismos estaban impregnados de un líquido corrosivo, que en vano había intentado desmenuzar las fibras de la esponja.

En 1822, en las fronteras del Canadá con Michigan, Alexis San Martín, joven traficante de pieles, recibía un tiro de escopeta en uno de sus costados. Aunque se recuperó de la herida, ésta le dejo un orificio de seis centímetros de diámetro, el cual fue para su cirujano, William Beaumont, como una ventanilla por la que saciaría una curiosidad que le acuciaba desde sus años de estudiante: la de saber lo que realmente le sucedía a los alimentos que masticados y ensalivados, llegaban a esta zona después de cruzar el cardias o puerta de salida del esófago.

San Martín se prestó durante más de catorce años a los respectivos experimentos, dada la gratitud por su salvador. Este introducía por la fístula trozos de carne, de pan, de tubérculos y los extraía después, saturados de potentes sustancias que estaban a punto de desintegrarlos. Sacó más de cincuenta conclusiones de sus resultados, entre los cuales estuvo la de que esta cámara era un puente de paso, donde los alimentos eran simplificados pero no del todo, pues el resto de la tarea para que el organismo absorbiera sus principios útiles, debía cumplirse en los intestinos. Estos, por ciertos están en el lugar que nos tocamos en la infancia cuando decimos que nos duele la barriga.

Las úlceras del estómago se deben al jugo gástrico, que cuando es segregado por desequilibrios emocionales, vuelve a su acción digestiva contra las paredes del estómago, por encontrarlo vacío. A fin de que ello no suceda, estos pacientes reciben la recomendación de comer pequeñas porciones a lo largo del día. Como ya informé, la digestión del estómago es siempre parcial salvo dos casos, la de la miel y el alcohol que son asimilados allí mismo. La razón de que una persona que ha cenado bien tarde más que bien no lo ha hecho en embriagarse, es que la bebida en tales casos, es trasportada a los intestinos con el bolo alimenticio. Así baja su agresividad y es más lenta su integración al torrente circulatorio, que es el que la lleva a la cabeza

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