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septiembre 23, 2007

Hoy 23 de Septiembre de 2007, 15 años de la partida de esta vida terrenal del maestro Arístides Bastidas.

Hoy, 23 de Septiembre de 2007 se cumple 15 años de la partida de esta vida terrenal, el gran maestro Arístides Bastidas, padre y labriego del periodismo científico venezolano, quién dedico la mayor parte de su vida como periodista al diario "EL NACIONAL", hasta llegar a ser director de la página científica de ese diario.

Hoy, una vez más, el maestro es olvidado por quiénes dirigen el diario "El NACIONAL", olvido intencional que ha sido denunciado en el 2004, en este blog, en el artículo Recordando y reflexionando sobre el maestro .




Hoy que nos asiste la razón en que este premitado olvido tiene un claro motivo por parte de esa rancia gerencia que dominan este diario, en la que se evidencia que el ejercicio del periodismo que realizan en este diario es totalmente contrario al pensamiento del maestro Arístides Bastidas sobre lo que debe ser el periodismo, pensamiento que se recoge en su Discurso ante la Unesco a propósito de recibir el Premio Kalinga, premio nobel de divulgación científica.

Hoy, 23 de septiembre de 2007, a los 16 años de su partida, no podemos dejar pasar por alto, aquellas palabras del maestro, en entrevista con Alicia Freilinch de Segal, que nos permiten situar a muchos que están en este diario, por ejemplo, Pedro León Zapata y otros.

- Ahora que estás viendo menos pero más lúcido que nunca para comprender, ¿cómo hace, Bastidas, para distinguir a los amigos de los arribistas?

- Antes llegaban esa clase de sujetos y se me confundían con la gente buena, porque los podía ver, pero ahora no.
- ¿Por qué? ¿Desarrollo un sexto sentido, una percepción auditiva especial?

- Hay algo que le voy a decir Se dearrolla una percepción especial y que no es exclusivamente material. Es como si uno pudiera entrar en el fondo de las personas. Parece mentira ¿no?, pero cuando las gentes sienten vistas por uno, como que se sienten más vistas y examinadas que nunca.

- ¿Será porque la vista distrae?

- La gente se confía mucho en los gestos, en los ademanes y en la actuación. Entonces, si el tipo es un vivo, un hipócrita o un ingrato, que son los vicios que más detesto, si el tipo siente que no le están apreciando las genuflexiones que utiliza para engañar, pues se siente como desarmado.

- ¿Y ahora tiene más amigos de estos?

- Los que me quieren hoy son los que siempre me han querido. Ahora los distingo mejor. Siempre he considerado a la vida como un capital que uno encontró en la calle, en el suelo. Yo, ese capital lo he multiplicado y cuando perdí mi capacidad de caminar y la vista, y la de escribir a máquina, me di cuenta que tenía algo capaz de mantenerme erguido, y eso que ha sido el temple, el amor por la vida que yo he cultivado durante estos 52 años, no ha hecho sini acrecentrárseme cada segundo.

-¿Que odia?

-Ya lo dije. La viveza, la hipocrecía y la ingratitud. Perdono la envidia, la gula, la avaricia, aunque no soy dios para estar perdonando..... (fin de la cita).

Te recordaremos siempre maestro Arístides. Y no descansaremos hasta ver todas tus obras publicadas en este medio cibernético, para el disfrute del intelecto de todos sin excepción, y muy especialmente tu país. Comenzamos con La Ciencia Amena de Arístides Bastidas, luego Reflexiones de Arístides Bastidas y recientemente con EL Anhelo Constante de Arístides Bastidas. Muy pronto iniciaremos el camino ya recorrido por tí del Atomo y sus intimidades de Arístides Bastidas.

Sin dejarse descubrir guarda su incógnita el órgano que rige la formación de nuestros anticuerpos.

Batallones de linfocitos acuden al lugar del transplante para impedir personalmente y por las malas de aceptación del órgano extraño.



Entre los avances inmunológicos está el de que con la papaína de la lechoza, los científicos pueden partir en cilindros la proteína de los anticuerpos o cortarlas a lo largo, como en trozos de leña, con el 6-mercaptometano.


En los recientes años ha habido avances en el conocimiento del sistema empleado por nuestro cuerpo para defenderse de las invasiones de microbios y virus. El interés por esta línea de investigación se ha acentuado, por el propósito de hallar un medio de impedir el rechazo de los órganos transplantados, sin que los ejércitos de glóbulos blancos y anticuerpos que nos protegen, bajen la guardia o se debiliten. Como ocurre siempre, los hallazgos y los pasos venturosos en la penumbra de los desconocido han planteado nuevas interrogantes dejándonos la impresión de que penetramos dentro de una oscuridad mayor. Por ejemplo, ya no hay duda de que la glándula timo tiene el papel rector en la inmunidad del cuerpo.

Ella es como una horquilla guindada debajo del cuello y tras el esternón. Si se elimina en las crías recién nacidas, de ratones y conejos, éstas mueren precozmente a los tres meses con una empobrecida capacidad para formar linfocitos, los más sabios custodios de la salud. Se considera que hay linfocitos que sólo adquieren sus aptitudes para el contraataque después que procedentes de la linfa o minúsculos vasos sin células rojas, hacen una pasantía por el timo, maestro que les enseña a cumplir las instrucciones que la naturaleza les asigna. Ahora bien, si el timo es tan valioso por qué disminuye gradualmente el tamaño a medida que crecemos, hasta desaparecer casi del todo en los adultos?

Ha sido largo el trayecto cubierto para descubrir los secretos de la sangre, Hace tres siglos, Leeuwenhoek era el primero en ver en una gota de sangre, acumulaciones de platillos escarlatas, con bordes gruesos y el centro hundido. Sin saberlo había descubierto los glóbulos rojos. Estas son las únicas células coloreadas del torrente circulatorio, pues las restantes son blancas. Los glóbulos blancos eran mil veces más grandes y sin embargo, fue hace cien años cuando la mirada humana pudo percibirlos. A comienzos de este siglo se sabía que constituían los escuadrones móviles de nuestro cuerpo, con la misión de aniquilar a los intrusos vivos y a las partículas inútiles.
Fue en los años 60 cuando se vino a establecer el particular rango de los linfocitos, que constituyen el treinta por ciento de los glóbulos blancos. Cuando ellos detectan a un enemigo por primera vez, su primera acción es la de fotografiarlo de frente y de perfil en tres dimensiones. A continuación fabricarán millones de moldes vivientes con las características de armaduras que se adaptan a un cuerpo. Estas armaduras perseguirán a los microbios para cerrarse herméticamente en torno de ellos, matándolos por asfixia y con fermentos venenosos. Este modo de ser y de actuar ha justificado la denominación de anticuerpos que le dan los médicos y nosotros también.
Ahora bien, existen linfocitos con estructuras externas que los habilitan para matar personalmente a los gérmenes adversarios de la vida. La investigación orientada a saber cómo adquieren sus prodigiosas facultades han arrojado informaciones como la de que pueden generar hasta diez mil tipos de esas escuderas que nos inyectamos para fortalecer nuestras defensa y que se llaman gamma globulinas. En el conocimiento de los linfocitos se han dado pasos sutiles para nosotros los que desconocemos la materia, pero tan extraordinarios, que por sus contribuciones en este sentido, le fue entregado el Premio Nóbel a Baruj Benacerraf, un caraqueño de nacimiento que desde su niñez adquiriera en el exterior su alta formación científica.
La nueva fase en esta búsqueda se acaba de abrir al comprobarse que el rechazo de la piel injertada no ocurre en los pollos a los que se ha extirpado el timo. Sin embargo, tales aves conservan el don de fabricar anticuerpos, que les es conferido por un apéndice al final del intestino, la bolsa de Fabricio. Esto ha hecho suponer que el timo rige las respuestas inmunológicas de los linfocitos, que actúan personalmente, pero que la de los que elaboran anticuerpos es controlada por un órgano que en las aves es la bolsa de Fabricio, pero que en los mamíferos y en nosotros, está por descubrirse. Tal se deduce de que los pollos, si conservan el timo, rechazan el injerto de piel extraña, aunque se les privara de su medio de fabricación de anticuerpos.

Apártense que allí voy decían los primeros ferrocarrileros al llegar a cada estación desprovistos de todo freno.

El caballo de hierro era más rápido que el de cuatro patas y jamás se cansaba por larga que fuera la distancia, por enorme que fuera la carga o por numerosos que fueran los pasajeros. Eso sí, tenían un peligrosísimo defecto: no tenían freno para él ni boca para ponérselo. Con todo y eso se impuso en Inglaterra sobre la diligencia y los carruajes. Los administradores ponían en sus contrato de carga y en los boletos de cada viajero, la advertencia de que la empresa no se hacía responsable ni de los accidentes ni de las muertes que ocurrieran en el trayecto.

Las vías eran trazadas en terrenos de un mismo nivel y sin pendientes. En la proximidad de las estaciones se reducían las dotaciones de carbón en las calderas hasta que el ferrocarril se paraba por completo por falta de energía impulsora, un poco más allá o más acá.

Un modelo de las primeras locomotoras que a comienzos de siglo usaban el aire compimido para detener su marcha que por cierto era irregular. Esto impedía la puntualidad cronométrica de los trenes modernos.


El constructor inglés de las primeras locomotoras de máquinas de vapor Jorge Stepheson, quién previó también la construcción de puentes para atravesar las hondonadas y para mantener el mismo nivel, pues un cambio inesperado era desastrosos.

Cuando la velocidad máxima, que era de treinta y cuatro kilómetros por hora se disminuía a diez o menos, sonaban unas bocinas en cada vagón, para que los pasajeros saltaran y contribuyeran a detener la marcha. En 1821, en los días de nuestra Batalla de Carabobo, los ingleses celebraban una victoria tecnológica: habían logrado para las unidades de sus veinticuatro vías ferroviarias los primeros frenos. Consistían en manivelas en cada compartimiento, a las que un operario daba vueltas para que unas zapatas presionaran las ruedas hasta pararlas totalmente. Ellos creían que el efecto se debía a la simple fricción. Hoy se sabe que así de desprendía un calor que dilataba tanto a la rueda como a las zapatas.

Este sistema era muy tardío y había que tener un obrero en cada vagón para que al sonar la sirena, todos ellos empezaran simultáneamente a girar las expresadas manivelas. Los norteamericanos estaban bajo el apremio de cubrir las grandes distancias de su territorio, por lo cual se apropiaron de la capacidad de los europeos en este campo. A mediados del siglo pasado fabricaban locomotoras tan buenas que sus inventores de Inglaterra comenzaron a importarlas por ser más rentable y más eficaces. Entre sus ventajas estaba la que duplicaba la presión del vapor por centímetro cuadrado, dando un mayor impulso al rodaje.

Era imposible aumentar la velocidad por el carácter tan primitivo de los frenos. Esto complicaba la instalación de los rieles pues había que dar muchos rodeos para evitar las bajadas. En los años de 1860 los ingenieros europeos maravillaban a sus contemporáneos, abriendo un túnel en los Alpes, con el bombeo de aire comprimido por tuberías de un kilómetro de longitud. Si con este aire se obtenía la presión para romper la dura roca de una montaña, también se podría emplear para detener la marcha de un tren, pues en ambos casos la resistencia era análoga más o menos. El que así razonó fue un joven norteamericano llamado Jorge Westinghouse.

El ingeniero personaje ensayó reiteradamente el aire comprimido en la detención en el mismo momento de la totalidad de las ruedas de un ferrocarril. La primera prueba la hizo con una locomotora que iba a sesenta y cuatro kilómetros por hora. Sus frenos funcionaron tan bien que el vehículo se paró ciento cincuenta metros más adelante después que se los accionaran. Pero cuesta mucho imponer una innovación tecnológica, sobre todo en un negocio que generaba tantos dividendos sin el menor compromiso de indemnizar a las víctimas de los accidentes que llegaron a arrojar un saldo de veinte mil muertos en un solo año. Pasaron casi dos décadas para que los nuevos frenos fueran aceptados.

Ello hizo posible un mejoramiento espectacular en la manufactura de las locomotoras, que desde 1885 tuvieron diez ruedas en lugar de las cuatro con que hasta entonces contaban. Este relato debe convencer al lector de la tracalería de las películas del oeste norteamericano, en que los bandidos hacen que el maquinista detenga de inmediato el ferrocarril, mientras ellos recorren los vagones para consumar su atraco. Será asunto de otra columna la continuación de la historia del freno. Esta culmina en los alerones de las naves aéreas que puestos contra el viento atenúan la velocidad y con los inversores, mediante los cuales al tocar la tierra , las élices giran en sentido contrario y el chorro de los modernos aviones se emite hacia delante y no hacia atrás. Este hecho causa el ensordecedor ruido de esos aparatos cuando llegan a cada terminal.

A sabiendas de que son indefensas las garrapatas forman una familia con hasta 12 mil hijos por pareja a fin de que unas pocas sobrevivan.

Pudiéramos decir que las garrapatas se aprovechan del calor de sus víctimas, para preservar el suyo ya que no poseen esos abrigos rígidos, que son las caparazones o exoesqueleto de las arañas y los insectos. Esta apreciación es aceptable en los climas tropicales, pero no en las vecindades del Círculo Polar Artico. En efecto, en Groenlandia hay garrapatas a 5 grados bajo cero que aguardan sin el menor signo de congelación en las ramas de un pino o de algún arbusto, el paso de un caribú para adherirse a su piel y asegurarse una despensa perpetua. Hay un poder vital en estos animalejos, que desafía las leyes conocidas de la biología. Un naturalista comentó que los esquimales podrían vivir desnudos sin comer durante meses, si poseyeran los mecanismos fisiológicos de tales extoparásitos.


Se han conseguido ejemplares fosilizados de estos seres, es estratos geológicos de hace 400 millones a 350 millones de años. En estos períodos no había aparecido ni los zancudos ni las pulgas, por lo cual se considera que las garrapatas fueron las precursoras de Drácula en este mundo. Seguramente vivían a expensas de la sangre fría que le chupaban a sapos, ranas, salamandras y otros anfibios, únicos seres con aparato circulatorio , entonces. Sin alas para volar y sin las patas ágiles de las hormigas que inauguraran las primeras formas de la vida en sociedad, los ácaros alcanzaron tal éxito que dejaron representantes suyos en los 5 fragmentos que quedaran en Pangea, el continente único que hubo hasta hace 200 millones de años.



Las garrapatas comprendieron que su indefensión las hacía un plato fácil para los pájaros y también para los insectos que las utilizaban como incubadoras de sus huevos y como despensas vivientes de sus larvas, En algún momento los pobres debieron envidiar la movilidad de los demás arácnidos cuyos cefalotórax y abdómenes estaban bien diferenciados. A cambio de ello hacían gala de las ventajas de la metamorfosis característica de los insectos. En efecto, igual que los demás ácaros tienen una fase de huevo fecundado, otra de larva, otra de ninfa y la final de adulta. La larva debe localizar con sus seis patas un anfitrión, para abandonarlo mientras se hace ninfa de ocho patas, ésta debe busca a otro huésped que también la alimente del cual se desprenderá mientras se hace adulta, la cual a su vez tomará a la fuerza un huésped definitivo.

En todas esta fases la criatura acecha desde un arbusto o una herbácea al mamífero del que tomará la sangre que la nutra. Esta es chupada por una faringe que segrega un líquido anticoagulante. Contra la creencia general, la garrapata no clava sus ocho patas en la piel de su pensionista. Se adhiere fuertemente a la misma con dos apéndices o queliceros, dotados de dientecillos que actúan como sierras, para abrir un agujero en el que se fijan con algo así como un ancla. Al lado de los queliceros hay dos paleticas o palpos con los cuales la garrapata, que es casi ciega, detecta al novillo que pasa y sobre el cual hará su agosto. Los ganaderos de los climas templados emplean a partir del otoño y cuando los pájaros se adormecen o emigran, avispillas que inyectan sus huevos en las garrapatas con el propósito que ya enunciamos. Entre las enfermedades que transmiten a los vacunos está la hemogloburia, la cual consiste en la destrucción de los glóbulos rojos y en la eliminación de la hemoglobina a través de los riñones.

Hay garrapatas que se inflan de sangre alcanzando un tamaño diez veces mayor que el normal. En el Africa hay una especie que además de parasitar a caballos, perros y herbívoros, constituye una mortificación para tigres y leones, alérgicos al anticoagulantes de ellas. Desesperados por una picazón se ubican en parajes frecuentados por bandadas de pájaros en los que ven una bendición, ya que se posan sobre sus cuerpos para comerse las garrapatas. En Norteamérica estas parásitas son vertoras del agente de la llamada fiebre purpurada de las Montañas Rocosas, mortal a veces en animales y en seres humanos. La razón de la perpetuidad de los ácaros está en la infinidad de huevos que ponen y en su potente fertilidad. Hasta las larvas pueden soportar largos ayunos.

En las garrapatas los sexos están bien diferenciados y la cópula que realizan frente a frente es relativamente prolongada, tal vez para que el macho libere todos sus espermatozoides por lo cual se quedará estéril. En estas parejas el intercambio sexual sella para siempre sus suertes. La hembra no sólo, al igual que su cónyuge hace el amor por primera y última vez, sino que también pierde la vida al poner doce mil huevos, porque en la función de madurarlos y en la de expulsarlos agota sus reservas calóricas. Es admirable que estos diminutos seres posean facultad de hacer de las proteínas de la sangre, un combustible como el de cualquier azúcar.

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