Traductor

abril 30, 2007

Hay fetichismo sexual hasta en los enamorados que se sienten felices con un pañuelo de sus dulcineas


El concepto de ídolo en que ciertas religiones ven un espíritu, fue transferido al de los objetos en que ciertos individuos ven un excitante erótico.

En nuestro tiempo el fetichismo sexual no es visto con el rótulo de pecado mortal que se le asignaba en el medioevo en los predios de la cristianidad. Es, desde luego una desviación en que cualquier prenda de vestir o una región del cuerpo, se convierta en foco de excitación erótica. Como lo aseguraba el insigne Ignacio Buró, los ovarios y los testículos son dependencias del cerebro. No son autónomos ni andan de su cuenta, porque deben obedecer no solo las riendas del sistema neurovegetativo que rige las funciones involuntarias, sino también las de la corteza cerebral, sede de la conciencia, que rige las funciones voluntarias. Se desprende que en el hombre, al contrario de los animales, el instinto sexual están sometidos a ciertos condicionamientos.


Los especialistas coinciden en que la moral del sexo difiere según los tipos de cultura que la determinen. La prueba de que no es fruto de la biología, está en las sociedades que autorizan los actos contra natura. Existieron en el pasado y las vemos hoy en el caso de Inglaterra que ha legalizado el matrimonio de parejas del mismo sexo. Hábitos como la autocomplacencia eran execrables a comienzo de siglo en todo el mundo y hoy se les ve como hechos permisibles. Estas consideraciones son aplicables al fetichismo sexual, cuyas manifestaciones pueden ser cándidas e impregnadas del más puro lirismo. Así lo insinuó Sigmund Freíd en su libro “Tres configuraciones a la Teoría del Sexo”.



Sigmund Freud cuyos aciertos en el conocimiento de la mente fueron limitados, por ver en el sexo y no en el contexto económico-social los móviles de la conducta humana.

El fundador del psicoanálisis cita a un personaje de Goethe, el gran romántico alemán. Tal personaje se sentía dichoso con sólo el pañuelo de la mujer que lo amaba. En el caso opuesto están verdaderos enfermos que solo alcanza la gratificación erótica, con el doble estimulo del fetiche y la sensación real y ficticia de que lo están azotando. Las investigaciones de este fenómeno revelan que puede ser causado por una situación en que la fuente del erotismo natural era inaccesible, salvo un objeto vinculado con la misma. Freud, está en quienes en la época victoriana, se enardecían recordando las faldas largas debajo de las cuales habían logrado ver los tobillos.

Es curioso que esta desviación es exclusiva del sexo masculino, lo cual tal vez se explique porque las pertenecientes al sexo débil conservan el instinto natural. En la Biblia, Adán y Eva antes de morder la manzana vivían desnudos. De esa manera el Libro de los Libros consagro la verdad de que la desnudez es realmente sana. Pero atribuyó el carácter de pecado al intercambio sexual, y estableció en la hoja de parra el primer símbolo de fetichismo sexual. Por cierto que esa palabra es de origen portugués, pues procede de feitico. Fue así como los colonialistas lusitanos llamaron a los objetos venerados en la religión de los africanos occidentales en el siglo XV.

Los antropólogos has prescindido de este término y prefieren darle el nombre de animistas a las creencias en que adoran los árboles, loa animales, la lluvia, el cielo, los ríos y otras expresiones de la naturaleza. Hoy son pocos los clientes siquiátricos por causas de los fetiches sexuales, entre otras razones, porque solo en los casos extremos se convierten en neuróticos obsesionados. Se consideran que se hayan en esta situación aquellos en quienes el objeto reemplaza del todo a la fuente natural del placer. Parece que hay un fetichismo sexual generalizado que es el de las medias negras. Cuando le bastan a un sujeto para alcanzar el orgasmo necesita con urgencia un tratamiento que le devuelva la salud mental.

Por fortuna los fetichismos sexuales son en su mayoría anodinos y como lo dijera al principio, responden s reflejos condicionados procedentes del entorno social. Los griegos y los romanos se enloquecían por las formas robustas que vemos en estatuas como la Venus de Milo. Ese patrón existió en Latinoamérica hasta hace unos cuarenta anos, cuando nos fue impuesto como modelo de silueta erótica, la delgadez extrema rematada en un rostro precioso. Hay todavía fetichismos inexplicables como el de los hombres dichosos con la gordura de sus consortes. En los animales el fetichismo sería una desviación natural exclusiva de las hembras que se sienten alentadas para el intercambio por la cresta de gallo, la melena del león y la petulancia del pavo real. En medios de conflictivos dramas como el de las drogas y el del Sida, el fetichismo sexual luce más su imagen de hecho tolerable y medio inocente.

Las campanitas y las fanfarrias de ciertos mensajes audiovisuales nos condicionan a nosotros como lo hacía Pavlov con sus perros.

Con esta serie de instrumentos Pavlon registraba la cantidad de saliva generada por el perro, estimulando para tal fin una campanita que le hacía recordar un jugosos trozo de carne.

El tilín tilín y las fanfarrias de ciertos noticieros audiovisuales nos condicionan, sin que nos demos cuenta, para que dócilmente los escuchemos. Esos incentivos artificiales acicatean nuestra curiosidad y nos ponen en expectativa. De ese modo somos manipulados. Se nos predispone para el consumo de mensajes, en su mayoría negativos que alteran nuestra mente. Ese truco se apoya en el principio de l reflejo condicionado. Con el mismo se nos programa, igual que a las máquinas, a fin de que adoptemos comportamientos automáticos y arrinconemos los dones de la voluntad y del análisis. Por esa misma vía se nos enseñan normas por los cuales preferimos que nos falte la comida a que nos falte el televisor.

En 1849 llegaba al mundo el vástago de una familia que había dado muchos sacerdotes en anteriores generaciones. Los padres del niño le habían fijado este destino de Ryazan, Rusia, donde naciera. El pequeño fracasó pronto en el seminario, donde hacía sus estudios religiosos. Si bien se le acendraría tanto la noción de Dios, que la conservaría hasta la muerte, carecía de vocación para servirle en los altares. Su vocación estaría encaminada hacia un campo tan ajeno a lo divino, como lo es la comprobación experimental. Más tarde figuraba entre los alumnos del gran Mendelelev, en la Universidad de San Petersburgo, que le daría los conocimientos a partir de los cuales se consagró en la historia de la ciencia.

Iván Petrovich Pavlov (1849-1936) descubridor del reflejo condicionado, y a quién asociamos directamente con los perros y campanillas.


Ivan Petrovich Pavlov, que tal es el personaje de quien les hablo hoy, se doctoró tardíamente, a los treinta y cuatro años de edad, en la Academia Militar de San Petersburgo. Hizo un postgrado de dos años en Alemania y tornó a su tierra natal. Ansioso de tributarle su creatividad de alto investigador, se dio cuenta de que su ingenio era más útil en el laboratorio que en esos cubiles crematísticos que suelen ser los consultorios privados. Le llamaba la atención el funcionamiento del aparato digestivo, parte del cuerpo donde las sustancias inertes de la comida son simplificadas para que se vayan a cobrar vida en el interior de las células después que son transportadas por la sangre.

En 1889 Pavlov hacía experimentos pasmosos. Cercenaba el esófago de los perros a fin de que los alimentos que les daba no llegaran al estómago. Así demostró que no era necesaria la presencia del nutriente en el estómago para que el páncrea segregara sus jugos. Confirmó que apenas el alimento se ensalivaba, determinados nervios de la boca avisaban al cerebro para que éste a su vez ordenara al estómago que estuviera listo para procesar lo que iba a recibir. En 1904 ganó el Premio Nobel de Fisiología, pues los jurados consideraron que sus hallazgos evidenciaban la significación del sistema nervioso reflejo y arrojaban contribuciones esclarecedoras sobre el conocimiento de los mecanismos digestivos.

Cuando el inglés Baytiss descubrió las hormonas, es decir, los mensajeros químicos, Pavlov comprendió la urgencia de reforzar las ideas sobre los mensajeros eléctricos que corren por los cables del sistema nervioso. Efectuó otros experimentos y entre ellos, el de demostrar que con el tilín tilín de una campanita se le podía meter gato por leibere a los perros y a los demás animales, incluso al hombre. Si a un can hambriento se le echaba polvo de carne en la boca ésta se la hacía agua. Si al darle este alimento que no podía apreciar como tal con sus ojos le tocaban la campanita, terminaba por hacerse agua la boca apenas la escuchaba.

Así fue descubierto el reflejo condicionado tan importante en todo aprendizaje. Pavlov repitió sus ensayos sustituyendo las campanitas por cosas visuales como un círculo. El perro al ver un círculo se le hacía agua la boca. Este efecto desaparecería sí después de mostrarles muchas elipses ante las cuales no reaccionaba, se le volvía a presentar el círculo. Dedujo que el reflejo condicionado se podía debilitar, fortalecer o eliminar. Y aunque no gustaba de la sicología de su época, cultivador como fue de la fisiología nerviosa superior, sus conclusiones permitieron a los behavioristas afianzar la hipótesis de adiestrar a las ratas dándoles determinados estímulos o retirándoselos.

Los garbanzos fueron el plato con que los Césares abastecían a sus ejércitos durante sus guerras de conquista.

Aunque se cree que los garbanzos son de origen asiáticos, pudieron surgir también de las tierras del sur de Europa donde existían las más altas poblaciones de esta leguminosa, en los años en que Nerón regía los destinos del imperio romano. Se dice que el paranoico Emperador que entre sus múltiples vicios tenía el de la gula, solía darse tremendos banquetes, en cuyos menús figuraban sobresalientemente platos de garbanzos aliñados con especies procedentes del lejano Oriente. Se dice también que el cortesano Petronio se abstenía de ingerir esta leguminosa por considerar que su aspecto era incompatible con su título de árbitro de la elegancia romana con que lo distinguían sus contemporáneos.

Estos granos tuvieron una participación muy destacada en las guerras expansionistas de los Césares, porque con los mismos se cubrían la mayor parte de la dieta de los bien nutridos legionarios de Roma. Huelga recordar que entonces faltaban dieciocho nsiglos para la creación de la bromatología, ciencia que estudia los alimentos. Sin embargo, aquellos pueblos evaluaban intuitivamente la importancia del garbanzo como fuente de distintas líneas de nutrientes. En cien gramos de los mismos obtendríamos 330 calorías, 20 gramos de proteínas, igual que nuestro quinchoncho, un 5% de grasa, vitaminas A, B y C, 146 calorías de calcio y 312 miligramos de fósforo. En realidad, esa riqueza diversificada la encontramos en todas las leguminosas comestibles.

Médicos de la antiguedad dedujeron del aspecto arrugado pero vital de los grabanzos, que estos podrían ser muy buenos para devolverles a los viejos las fuerzas perdidas.

Solemos creer que las frutas son los únicos alimentos húmedos, porque es muy manifiesto su contenido líquido. No obstante, abundan los alimentos de aspectos secos, pero acompañados por una alta carga molecular de H2O. Los garbanzos están en este caso, lo cual se podrá probar fácilmente. Aplastados en un máquina de presión , veríamos salir un hilo de agua correspondiente al trece por ciento de las misma que hay en cada gramo. Ellos prosperan bien con un riesgo modesto y en terrenos arenosos con un buen drenaje, como los que hay en ambas márgenes del Mediterráneo. Son sembrados en primavera y a los trece meses, en Junio o en Julio engalanan labrantíos.


Lo hacen al despuntar sus flores blancas, azules y violetas, con cuyos colores cautivarán a los insectos que pongan en contacto el polen de los estambres con el ovario de los pistilos, a los fines de confeccionar las semillas. Las flores, como la de todas las papilionáceas ofrecen el insinuante dibujo de una mariposa a punto de emprender el vuelo. Entre las diversas especies de este fruto, sólo unas cuantas variedades lo elaborarán con sus características apetecibles por el hombre. Hay plantas que dan un garbanzo atrofiado que se utiliza solo en la elaboración de concentrados para animales. También el follaje de todas las especies es útil, porque es muy bien recibido por el paladar de los rumiantes.

El griego Teofrasto recomendaba que donde se había explotado por años la cebada, la avena y el trigo, se sembraban garbanzos porque éstos tenían un desconocido don, con el cual reavivan la fecundidad de los suelos a punto de agotarse. También sugería ése previsor estudioso de la antigüedad que el follaje de los garbanzos junto con el de la alfalfa, se enterraran en lugres estériles para que recobrara su fertilidad. La química moderna, como se sabe, fue la que en el siglo pasado descubrió lo que hacían los garbanzos y demás leguminosas para mejora los suelos. Hoy hasta un escolar sabe que tales plantas esparcen el nitrógeno del aire en los alrededores de sus raíces.

Los garbanzos siempre fueron caros en nuestro país, pero en Europa y otras zonas de clima templado donde se le cultiva, se siguen expendiendo a los precios que tenían entre nosotros las caraotas, cuando las cosechábamos aquí en vez de importarlas. Los garbanzos se han usado como dieta de urgencia contra el hambre. En el Líbano, los niños pobres reciben una ración diaria de L´aubina, un alimento que contiene un diez por ciento de leche descremada, un 62 por ciento de trigo hervido, un tres por ciento de cenizas de huesos y un 25 por ciento de harina de garbanzos.

Yo pienso que el Instituto Nacional de Nutrición pudiera ensayar este preparado, sustituyendo el garbanzo con el quinchoncho, que como dije una vez, es dos veces mejor que el lomito y veinte veces más barato.

Recientes publicaciones de otros blogs dedicados a Arístides Bastidas: