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enero 05, 2005

Una cosa es el calor y otra la temperatura: Al demostrar esta verdad Black pasó a la historia.

la ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy. 5 de Enero de 1983

A mediados del siglo XVIII ya estaban listas las bases para la creación de la química como ciencia sistematizada. A ello había contribuido ciertos alquimistas, que estuvieran más pendientes de búsquedas lógicas y experimentales, que de la quimera del elixir de la eterna juventud. Uno de esos hombres serios fue el belga Helmont, quien presintió la existencia del gas carbónico en el humo que se desprendía de un leño encendido. Pero el que surgiría en este campo, como quien lleva una antorcha en las tinieblas, sería José Black (1728-1799), quien además haría apreciaciones novedosas en los terrenos de la física. Su padre era un escocés residenciado en Burgos donde comerciaba con el famoso licor que hoy nos sigue exportando desde aquella parte llamado Reino Unido.

José Black, llamado en sus días el Néstor de la Revolución Química, en recuerdo al Rey de Pilo

Una frustración de la que no se han repuesto los Gales, fue la de que aunque Black vio la luz en Francia adoptó la nacionalidad de su progenitor.

Black no mostró ninguna vocación por lo quehaceres del padre, que se preguntaba a quien le iba dejar su herencia. Convencido de que el muchacho carecía de una idea clara sobre el sentido de las libras y de los francos, le permitió inscribirse en la facultad de medicina de Glasgow. Aunque llegó a doctorarse, lo hizo con una tesis ajena por completo a la terapéutica y al dominio de las enfermedades.

Le aburrían las disecciones que los profesores hacían en los cadáveres, durante las prácticas de anatomía. En cierto momento pareció interesarse en una vejiga urinaria, pero lo que en realidad le había llamado la atención, era la piedrecilla o cálculo que había en su interior. En aquel fugaz instante, había encontrado su verdadera vocación. En lo sucesivo se dedicó al examen de los minerales sometidos a la acción del fuego. Así hizo un hallazgo accesible hoy a un estudiando de bachillerato, pero que en 1750 transformó los conceptos que habían en las relaciones de la energía con la materia.

Después de calentar una porción de carbonato cálcico, se percató de que el compuesto se había transformado además de perder peso.

Lo puso al aire libre y al siguiente día cundo tornó a su cuarto de ensayos, comprobó que el carbonato cálcico había recuperado su aspecto original. Hoy sabemos que en el primer caso se había convertido en óxido de calcio y que la perdida de peso se debía a la materia escapada en forma de gas carbónico. Ahora bien, el óxido de calcio a la temperatura ambiental se combina con el gas carbónico atmosférico y se torna en carbonato cálcico. Black repitió una y otra vez su experiencia. Llegó a la conclusión antes dicho bautizando como “aire fijado” al gas carbónico. Este hecho de que una materia inasible se incorpora a un sólido, sería el comienzo del fin del misterio en que hasta entonces estuvieron los gases.

James Watt. Ante el vapor de una tetera, quién más tarde, al hacer su invento, aplicaría las leyes descubiertas por Black.


Por otra parte, Black descubrió que el calor y la temperatura eran dos cosas diferentes. El ejemplo lo tendríamos en una olla hirviendo bajo la acción de una cocina prendida. En el agua hay una cantidad de calor invertida muchas veces superior a la del fósforo que acabamos de encender. Sin embargo, la llama de este tiene una temperatura ocho veces superior a la del agua. Ahora bien, aunque la llama del fósforo tenga un calor más potente que el del agua, se apagará apenas lo introduzcan en ella. Esto se debe a la ley, que en un siglo más tarde sería desarrollada de que el calor se transfiera de las temperaturas mayores a las temperaturas menores.

Más tarde, al frente de sus cátedras en las universidades de Edimburgo y Glasgow, publicaría sus trabajos en que demuestra que los cuerpos requieran distintas cantidades de calor para alcanzar la misma temperatura. Para aumentar un grado C en un kilo de agua, se necesitaría diez veces más calor que en un kilo de hierro.

Por más calor que se le transmita al hielo, siempre se mantiene a cero grados C del mismo modo que bajo la candela el agua de una vasija no pasa nunca de los 100 grados C, pues el calor adicional lo utiliza para la evaporación. A pesar de haber renunciado a la ciudadanía francesa, estos principios le dieron a Black el honor de ser integrado a la Academia de Ciencias de Paris.



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1 comentario:

Roberto Iza Valdés dijo...
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