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enero 08, 2005

Las plantas fueron las inventoras del sexo: sólo con él podrían lograr la fuerza de los cruces genéticos.



Las plantas que se autofecundan carecen de flores ostentosas, como el caso del trigo o del maíz. Las flores hermosas usa ese don para atraer a los insectos sin los cuales no podrían polinizarse.





La naturaleza es poco afecta a la monotonía, pues dentro de esta la vida estaría confinada a un número de especies, que tal vez podrían contarse con los dedos de las manos. Todo indica que los seres vivos primigenios, incluso los multicelulares, carecían del don de la sexualidad. Se reproducían dividiéndose como aun lo hacen las células de nuestro cuerpo, las bacterias, algunos parásitos y ciertos hongos. Esto tenia el inconveniente de que tales seres, debían aguardar millones de años para lograr una mutación y engendrar nuevos tipos de descendientes, con mayor competencia vital y una superior capacidad de adaptación. La necesidad de obtener variaciones aceleradas, determino la aparición de ellas y nosotros.

Solo de esta manera se podía reemplazar la aburrida repetición de las mismas copias por un interesante estilo en que las reproducciones eran como un surtido de todo color. El varón aportaba unos genes y la hembra, otros completamente distintos. Así no había que esperar largos periodos para introducir cambios ascendentes para diversificar a los representantes de la vida. Por esta vía de los cruces genéticos era posible hacer combinaciones cuyo numero ha sido calculado hoy en un 57 seguido de 48 ceros. Es obvio que así la naturaleza se aseguraba el privilegio de tener un prodigioso reservorio donde en cada caso podía efectuar sus más exigentes selecciones.

Correspondió a las confieras, es decir, a los pinos, los abedules, los cipreses, los alerces y otras plantas, la introducción del arte de cohabitar en las alturas y no en el suelo como sus antecesores. Como hacer para que la esperma del varón alcanzara el óvulo de la hembra. Recuérdese que cuando estos innovadores llegaron no existían las flores. Las confieras examinaron la situación, concluyendo en que el viento podía desempeñar el papel de celestino inconsciente. ¿Cómo?
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Comenzaron a elaborar millones y millones de espermatozoides, secos, minúsculos y livianos. Así podían burlar la ley de la gravedad terrestre, mientras eran arrastrados lentamente por la brisa. Solo unos pocos, los más afortunados, culminaban felizmente el viaje encontrando albergue en las Oósferas y huevecillos vírgenes que los aguardaban en las piñas de árboles vecinos. De este modo se producía la fecundación en el seno de la misma planta, lo cual era del todo indispensable, pues las confieras, al contrario de algas musgos y helechos que abandonan los embriones a su suerte, lo dotaban después del alimento que les haría falta mientras aprendían a valerse por si mismos, en un medio adverso.

En fin, al embrión había que añadirle la carga de nutrientes que lo acompañaban en la semilla, que tampoco existiera antes. El lector habrá adivinado que la célula masculina que en cierta forma volaba, no era otra que el polen, sus granos individualmente invisibles, tienen un complicado contenido independientemente de que sean esféricos, ovoideos, poliédricos o alargados. Generalmente amarillos, cargan en su interior hasta tres núcleos con su carga específica de cromosomas, genes y ácidos nucleicos. Una vez que ha tenido la suerte de alcanzar su destino, transportado también por insectos, pájaros y murciélagos, el polen tiene que ejecutar un curiosísimo trabajo previo al de la fecundación.

Adherido al líquido pegajoso de los pistilos, debe construir con prontitud y a sus propias expensas, un túnel hasta el óvulo que lo aguarda absolutamente inmóvil. Después desliza sus núcleos por el mismo para juntarse con la célula femenina y generar un nuevo ser. Es increíble que un grano de polen cuyo diámetro es cien veces menor a un milímetro, tenga la capacidad y los materiales para efectuar este crecimiento, que es uno de los más sorprendentes en todo el quehacer de la biología. Piénsese que en el maíz, por ejemplo, ese túnel puede ser hasta de los centímetros que hay de un extremo a otro de la mazorca.


La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 8 de Enero de 1983


5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hi there " Félix González " --- I was in the search engines researching SEO Software when I came upon your blog..... I don't know if you are out of place in the engines, or I am out of place and just don't realize it :-)

Roberto Iza Valdés dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
Anónimo dijo...

Amigo, ponga un filtro para evitar los comentarios basura. Está en la configuración del blog.
Por demás, un buen trabajo de rescate y militancia en el conocimiento

Roberto Iza Valdés dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
administrador dijo...

Hola!
es la primera vez que comento aquí, más no la primera visita, te iba a decir que pusiera algún filtro para evitar el spam, pero veo que ya lo hicistes. Por otra parte quería felicitarte por hacer esta labor en favor del esparcimiento de la ciencia.

Saludos.

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