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enero 07, 2005

Discurso de Arístides Bastidas ante la UNESCO al recibir el Premio Kalinga en 1980



Debo agradecer en una forma profundamente conmovida las palabras que acerca de este trabajador del periodismo ha dicho el Sr. Director General de la UNESCO con una muy noble generosidad. Debo agradecer a la UNESCO, a la Fundación Kalinga y a todos ustedes esta altísima distinción que en el momento de recibirla sentí que era tan importante como el día de mi nacimiento o como el día en que nacieran mis hijos. Muchísimas gracias.

Debo en estos momentos manifestar también mi gratitud por el Diario "El Nacional" de Caracas, vocero del pensamiento y de la cultura en América Latina, que me ha hecho el honor de acoger mis escritos durante más de treinta años en los que con mis esfuerzos de constante labor he querido manifestar el hondo amor que siento por la humanidad.

En nuestro país hemos estado haciendo un periodismo científico, en el que procuramos llevar mensajes con los cuales se contribuya a disipar la ignorancia de nuestros pueblos tercermundistas y se fomenten las vocaciones de los niños y de los jóvenes, por la ciencia y se siembre una conciencia pública en todos los niveles acerca del papel determinante que el avance del conocimiento desempeña en la lucha por alcanzar las cimas de un desarrollo social y humanizado. Nuestro periodismo científico atiende desde luego los principios de la divulgación, esto es, que sin desmedro de la seriedad del mensaje a nuestro cargo utilizamos licencias del periodismo, como la de emplear el lenguaje del pueblo para expresar las cosas que los científicos hablan en el lenguaje codificado de sus laboratorios. No despreciamos ni las imágenes ni las metáforas ni el aire risueño que hay en el lenguaje que hablan los hombres del pueblo y los hombres simples porque estamos al tanto de que ningún lenguaje habla con la precisión y con la claridad pedagógica que ése, del que nosotros nos valemos para exponer de un modo accesible las cosas más complejas del pensamiento científico.

Hace años, hace décadas, leíamos que el apóstol José Martí decía "Poner la ciencia en lengua diaria, he ahí un bien que pocos hacen". De igual manera, nuestro humanista Cecilio Acosta expresaba que lo que nos interesa no es la luz que se concentra, sino la luz que se difunde. Y ya saben ustedes que nuestro pensador universal Andrés Bello, a quien hace un año rindieran un hermoso homenaje en esta grandiosa institución, fue un divulgador de la ciencia que pedía que ella tuviera su estampa nacional, para que cada nación le aportara el tributo individual a fin de engrandecerla como el patrimonio más grande de todos los hombres.

Nosotros, por nuestra parte, hemos dicho que la ciencia debe ser cómo la luz del sol, que sale para todos. En fin, hemos procurado aplicar las técnicas mediante las cuales la comunicación pueda llegar a todos los niveles culturales, pero esto desde luego no solamente tiene los dos cometidos de que antes les hablé: tiene también el cometido de luchar contra el estorbo principal que afrontan actualmente los países tercermundistas en sus luchas por alcanzar un desarrollo social y humanizado. Me refiero a la dependencia tecnológica, que es actualmente la línea que define el carácter del tercermundismo a nuestra manera de ver, pues la dependencia tecnológica que crea dependencia económica crea también dependencia cultural y crea dependencia política. Y esta trilogía de gravámenes están permanentemente profundizando las crisis sociales que viven nuestros pueblos y las limitaciones mayores que cada vez deben afrontar con el objeto de saltar hacia los valles de la promisión, a los cuales también tienen derecho.

Reflexionando acerca de esta injusta distribución del conocimiento, hemos pensado que tiempo habrá en que la sabiduría sea distribuida equitativamente entre todos los componentes de la población humana, entre todas las naciones, para que todos puedan disfrutar de sus ventajas, de sus encantos, y de la dicha que ella puede proporcionar, porque la sabiduría fue acumulada durante muchos siglos no por determinadas naciones ni tampoco por determinados individuos, sino por la humanidad, para el bien de sus hijos en todas las generaciones que hayan de venir. Sin embargo, algo anda mal en la moral del hombre. Muchas veces pensamos que esa moral anda mal, porque permanece en la cuna y no ha logrado desarrollarse bien, para que en vez de las actuales actitudes presagiosas de ciertas potencias, tuviéramos como esperanza un horizonte lleno de perspectivas para gratificarnos el trabajo con la felicidad y con la dicha que le hace falta a muchos de nuestros pueblos tercermundistas, a pesar de la fecunda acción del trabajo intensivo que libran constantemente con el objeto de zafarse de las ataduras a que son sometidos por parte de las metrópolis. Consideramos, pues, que el periodismo científico, que no tiene política de ningún tipo, pero que tiene su propia política, debe encontrar en esta lucha contra la dependencia tecnológica una de sus más plenas justificaciones.

Hemos visto, con la debida consideración y el respeto que se merece, la determinación de la UNESCO de crear un nuevo orden en la información para el mundo. A estas alturas en que nos hallamos en vísperas del siglo XXI, y en que los niveles de la cultura humana se han acrecentado suficientemente, no se puede explicar que un servicio público tan importante como es el de los medios de comunicación social, que están llamados a incidir en la forja de las presentes y de las futuras generaciones, que están llamados a cumplir un rol fundamental en la educación de los pueblos, no se puede concebir que esos medios estén en manos de gente que con ellos no busca sino puras finalidades mercantiles, puros dividendos egoístas, puras formas de engrosar sus opulentas riquezas. Esto requiere porque sí una observación de fondo y una modificación substancial, porque no se pueden invocar la libertad de prensa, la libertad de pensamiento y la libertad de información para justificar la frecuencia con que en los espacios más sobresalientes de la prensa, la radio, la televisión y el cine se divulguen las cosas que expresan la desgracia humana, los robos, los estupros, los crímenes y las violaciones, mientras se colocan en segundo lugar tanto los hechos de los grandes pensadores como la significación de ellos como ejemplos señeros de lo que debe ser el hombre. Esta prevalencía de lo transitorio y de lo grotesco por encima de lo noble y de lo elevado, que es el hombre, me ha hecho pensar muchas veces que el periodismo, que los medios de comunicación, están en una edad paleolítica y no precisamente la edad de la piedra pulida, sino en la edad del paleolítico inferior; y que llegará algún momento de la historia de la humanidad, en que 1os periodistas se avergonzarán de que hubiera habido una época, en que se daba referencia a las cosas más monstruosas del ser humano en nombre del sensacionalismo y en nombre de la libertad de comercio.

Pienso que es hora de que haya una concepción más noble, más hidalga y más alta de lo que es el quehacer de la ciencia. No es posible que se esté utilizando a la ciencia con el objeto de fabricar los más monstruosos artefactos bélicos y que en la actualidad las potencias dispongan de aparatos con suficiente energía, para destruir este planeta y algunos otros del sistema solar, mientras tenemos que quejarnos de la escasez de energía para las cosas buenas de la existencia humana.

La ciencia tiene que ser reorientada y es necesario imponerle una moral, porque ella carece en si de moral y es necesario imponérsela desde fuera. Es necesario que la ciencia sea ribeteada con los caracteres humanísticos de que tiene que estar acompañada, a fin de que los traficantes de la guerra y la destrucción no la sigan usando para sus nefastos fines. Esto tiene que preocuparnos y esto es un viejo vicio del hombre, esto de utilizar algo tan noble y tan elevado como es el conocimiento para los fines de la ruindad y de la corrupción, para las cosas más contrarias de las que están encerradas en el corazón de los hombres. Ya en la época de Arquímedes se utilizaba su talento para fines bélicos e inclusive un humanista de la alta condición de Leonardo se prestó para fabricar tanques a fin de multiplicar las posibilidades bélicas de los príncipes de Florencia Y en nuestro tiempo, ya sabemos la tristeza de Albert Einstein cuando supo que la bomba atómica había sido tirada sobre Hiroshima y Nagasaki y sabemos también, de que ha habido hombres como Eduardo Teller y Samuel Cohen que con un siniestro ingenio y echando mano de los conocimientos que la humanidad adquiri6 durante muchos siglos, los utilizaron para fabricar la bomba de hidrógeno y la bomba de neutrones. Estos hechos son también repudiables por la moral del periodismo científico y son repudiables también por la conciencia de los hombres que tengan un átomo de sentido de lo que debe ser la justicia.

Es necesario que el hombre se yerga por encima de este estúpido sentido de la indignidad y de la inmoralidad, con el objeto de que rescate sus valores más íntimos y los ponga a flamear como las banderas de la esperanza y de la felicidad que tarde o temprano el hombre está llamado a conquistar.

Yo quiero finalizar estas palabras diciéndoles que la experiencia del periodismo científico que se ha hecho en Venezuela está a la orden de todos nuestros hermanos del Tercer Mundo y de las demás naciones. Y quiero decir también que respeto no solamente la ciencia que resuelve problemas de inmediato, sino también la ciencia que sirve para enriquecer el conocimiento humano, que fue la que principalmente se hizo durante muchos siglos. Quiero decir que respeto profundamente aquellas palabras inscritas en el Ramayana por aquel gran poeta Balmaqui, quien decía que el escalar la ciencia es un honor más alto que el de alcanzar un trono. Quiero decir, por último, que somos agentes del optimismo y que estamos permanentemente trabajando con la confianza de que la ciencia, que es el petróleo del porvenir, pero que tiene sobre él la ventaja de que es meta y no medio y que tiene sobre él la ventaja de que se puede renovar, mientras el primero se agota, quiero decir que la ciencia nos servirá algún día para sembrar por siempre la sonrisa en el rostro quebrantado del hombre contemporáneo. Muchísimas gracias.

2 comentarios:

Rodolfo dijo...

Que bonito este blog , la verdad.Yo crecí leyendo a Aristides Bastidas.Tengo incluso varios de sus libros.Y realicé dos de los seminarios de Periodismo,Ciencia y Producción que organizaba el Circulo de periodismo ciéntifico de Venezuela.

Debería tener más difusión que aquí se pueden leer estos textos.

Anónimo dijo...

Este ha sido un lindo hallazgo, me gustaría conocer al autor de esta iniciativa, e incluso a lector que publicó el primer mensajes. (patriciap81@yahoo.com)

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