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enero 08, 2005

Las plantas fueron las inventoras del sexo: sólo con él podrían lograr la fuerza de los cruces genéticos.



Las plantas que se autofecundan carecen de flores ostentosas, como el caso del trigo o del maíz. Las flores hermosas usa ese don para atraer a los insectos sin los cuales no podrían polinizarse.





La naturaleza es poco afecta a la monotonía, pues dentro de esta la vida estaría confinada a un número de especies, que tal vez podrían contarse con los dedos de las manos. Todo indica que los seres vivos primigenios, incluso los multicelulares, carecían del don de la sexualidad. Se reproducían dividiéndose como aun lo hacen las células de nuestro cuerpo, las bacterias, algunos parásitos y ciertos hongos. Esto tenia el inconveniente de que tales seres, debían aguardar millones de años para lograr una mutación y engendrar nuevos tipos de descendientes, con mayor competencia vital y una superior capacidad de adaptación. La necesidad de obtener variaciones aceleradas, determino la aparición de ellas y nosotros.

Solo de esta manera se podía reemplazar la aburrida repetición de las mismas copias por un interesante estilo en que las reproducciones eran como un surtido de todo color. El varón aportaba unos genes y la hembra, otros completamente distintos. Así no había que esperar largos periodos para introducir cambios ascendentes para diversificar a los representantes de la vida. Por esta vía de los cruces genéticos era posible hacer combinaciones cuyo numero ha sido calculado hoy en un 57 seguido de 48 ceros. Es obvio que así la naturaleza se aseguraba el privilegio de tener un prodigioso reservorio donde en cada caso podía efectuar sus más exigentes selecciones.

Correspondió a las confieras, es decir, a los pinos, los abedules, los cipreses, los alerces y otras plantas, la introducción del arte de cohabitar en las alturas y no en el suelo como sus antecesores. Como hacer para que la esperma del varón alcanzara el óvulo de la hembra. Recuérdese que cuando estos innovadores llegaron no existían las flores. Las confieras examinaron la situación, concluyendo en que el viento podía desempeñar el papel de celestino inconsciente. ¿Cómo?
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Comenzaron a elaborar millones y millones de espermatozoides, secos, minúsculos y livianos. Así podían burlar la ley de la gravedad terrestre, mientras eran arrastrados lentamente por la brisa. Solo unos pocos, los más afortunados, culminaban felizmente el viaje encontrando albergue en las Oósferas y huevecillos vírgenes que los aguardaban en las piñas de árboles vecinos. De este modo se producía la fecundación en el seno de la misma planta, lo cual era del todo indispensable, pues las confieras, al contrario de algas musgos y helechos que abandonan los embriones a su suerte, lo dotaban después del alimento que les haría falta mientras aprendían a valerse por si mismos, en un medio adverso.

En fin, al embrión había que añadirle la carga de nutrientes que lo acompañaban en la semilla, que tampoco existiera antes. El lector habrá adivinado que la célula masculina que en cierta forma volaba, no era otra que el polen, sus granos individualmente invisibles, tienen un complicado contenido independientemente de que sean esféricos, ovoideos, poliédricos o alargados. Generalmente amarillos, cargan en su interior hasta tres núcleos con su carga específica de cromosomas, genes y ácidos nucleicos. Una vez que ha tenido la suerte de alcanzar su destino, transportado también por insectos, pájaros y murciélagos, el polen tiene que ejecutar un curiosísimo trabajo previo al de la fecundación.

Adherido al líquido pegajoso de los pistilos, debe construir con prontitud y a sus propias expensas, un túnel hasta el óvulo que lo aguarda absolutamente inmóvil. Después desliza sus núcleos por el mismo para juntarse con la célula femenina y generar un nuevo ser. Es increíble que un grano de polen cuyo diámetro es cien veces menor a un milímetro, tenga la capacidad y los materiales para efectuar este crecimiento, que es uno de los más sorprendentes en todo el quehacer de la biología. Piénsese que en el maíz, por ejemplo, ese túnel puede ser hasta de los centímetros que hay de un extremo a otro de la mazorca.


La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 8 de Enero de 1983


Agueda, la joven cuyos pechos fueron arrancados con tenazas era antiguamente la patrona de las enfermas de cáncer

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 7 de Enero de 1983

El martirio de Santa Agueda en defensa de su castidad, es un hecho histórico que inspirara cuadros de distintos pintores, como a este de Fray Sebastián del Plombo.

El cáncer ha sido un cruel acompañante de la especie humana, desde los días en que sus miembros habitan las cavernas. Entre ellos el mal escaseaba, porque los 19 años que en promedio vivían constituyen una edad, en la que ese esquilmador de vidas se manifiesta poco. Las primeras referencias escritas sobre tal padecimiento se las debemos a los egipcios. Hace cincuenta siglos sus sacerdotes describían en jeroglíficos, un azote letal de las mujeres, cuyo síntoma inicial es el de una mama que al tacto, causa la impresión se de ser un fruto duro, fresco y sin pelar. El gran Hipócrates fue el primero en describir un caso de la enfermedad, al referirse al flujo sanguinolento y anormal de una mujer de Abdera.


Tratamientos contra el cáncer como la cobalto terapia, se hacen sin que el paciente ni siquiera se entera.

En los años iniciales de nuestra era, ya existía la denominación de cáncer para un sufrimiento en que los enfermos decían sentirse, como si las afiladas patas de un cangrejo, estuvieran enterrándose lentamente en sus entrañas. No existía desde luego, una calificación precisa del flagelo, pues la tumefacción localizada que pudiera caracterizarlo, era propia también de úlceras, chancros, callosidades e hinchazones. Así pues, el primer cáncer diagnosticado en la historia de la medicina, fue el de los pechos, y el segundo, el del útero, por las afinidades externas que mostraban y por las que les descubrieran los antiguos cirujanos.

En contraste, son estas las lesiones malignas más curables de hoy, y las mujeres provistas de unas cuantas instrucciones pueden ellas mismas descubrir cualquier signo sospechoso en los nombrados órganos. Hace unos quince siglos, no era así, pues ni aún los facultativos tenían conciencia del principio de que es mejor prevenir que curar. Y como dijimos, no había definiciones claras al respecto. Galeno aseguraba que el cáncer de los senos se debía a acumulaciones excesivas de bilis negra, la cual existió solo en su imaginación, pues la verdadera es verde y se almacena sólo en la vesícula, que como una bolsa pende del hígado, que es el que la abastece.

Galeno ordenaba un tratamiento clínico todavía más disparatado, basado en purgantes y en limitaciones dietéticas. En lo único que se aproximó a lo correcto fue al recomendar el uso del escalpelo cuando el tumor pareciera fácil de extirpar. Ahora se hace la recepción total del pecho afectado por la anarquía celular y se irradia posteriormente la zona con el propósito de eliminar algún vestigio microscópico que aún quedara de la dolencia. Pero sigamos hablando del pasado. Otros médicos menos nombrados que Galeno dejaron no obstante, observaciones acertadas sobre la evolución del cáncer de mama.

Leónidas de Alejandria advirtió que la retracción del pezón era un signo grave de malignidad, y Aecio de Mesopotamia, señaló la posibilidad de que el tumor se trasladara a la cavidad axilar, al tiempo que mandaba la adormidera como calmante de los dolores. En el siglo VII, cuando este mal era tratado sin anestesia y con hierros candentes para cauterizarlo, apareció Pablo de Egina, quien impuso la práctica quirúrgica como la mejor alternativa. Según dicen los cronistas de la época, había enfermas creyentes, que soportaban valientemente el martirio de las intervenciones, invocando a la patrona establecida entonces para ellas: una santa que había defendido su castidad frente a espantosas torturas.

Se trataba de Agueda, cuya festividad se celebra el próximo 5 de febrero. Ante las persecuciones de que eran objetos los cristianos en el año 250, ella, a sabiendas de la belleza que la adornaba, hizo votos de virginidad. Pero el gobernador de Sicilia llamado Quintiano, se enamoro perdidamente de la joven. Ofendido porque ella lo rehusara una y otra vez, ordenó que la acostaran en el ecúleo o cama de torturas, con la promesa de indultarla si accedía a sus requerimientos. Como Agueda insistiera en su negativa, hizo que le arrancaran los pechos con un par de tenazas y de un solo cuajo cada uno. Según la tradición, el apóstol San Pedro se le apareció en su calabozo y le redimió los dones de su cuerpo, aunque finalmente murió unos días después.



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enero 07, 2005

Discurso de Arístides Bastidas ante la UNESCO al recibir el Premio Kalinga en 1980



Debo agradecer en una forma profundamente conmovida las palabras que acerca de este trabajador del periodismo ha dicho el Sr. Director General de la UNESCO con una muy noble generosidad. Debo agradecer a la UNESCO, a la Fundación Kalinga y a todos ustedes esta altísima distinción que en el momento de recibirla sentí que era tan importante como el día de mi nacimiento o como el día en que nacieran mis hijos. Muchísimas gracias.

Debo en estos momentos manifestar también mi gratitud por el Diario "El Nacional" de Caracas, vocero del pensamiento y de la cultura en América Latina, que me ha hecho el honor de acoger mis escritos durante más de treinta años en los que con mis esfuerzos de constante labor he querido manifestar el hondo amor que siento por la humanidad.

En nuestro país hemos estado haciendo un periodismo científico, en el que procuramos llevar mensajes con los cuales se contribuya a disipar la ignorancia de nuestros pueblos tercermundistas y se fomenten las vocaciones de los niños y de los jóvenes, por la ciencia y se siembre una conciencia pública en todos los niveles acerca del papel determinante que el avance del conocimiento desempeña en la lucha por alcanzar las cimas de un desarrollo social y humanizado. Nuestro periodismo científico atiende desde luego los principios de la divulgación, esto es, que sin desmedro de la seriedad del mensaje a nuestro cargo utilizamos licencias del periodismo, como la de emplear el lenguaje del pueblo para expresar las cosas que los científicos hablan en el lenguaje codificado de sus laboratorios. No despreciamos ni las imágenes ni las metáforas ni el aire risueño que hay en el lenguaje que hablan los hombres del pueblo y los hombres simples porque estamos al tanto de que ningún lenguaje habla con la precisión y con la claridad pedagógica que ése, del que nosotros nos valemos para exponer de un modo accesible las cosas más complejas del pensamiento científico.

Hace años, hace décadas, leíamos que el apóstol José Martí decía "Poner la ciencia en lengua diaria, he ahí un bien que pocos hacen". De igual manera, nuestro humanista Cecilio Acosta expresaba que lo que nos interesa no es la luz que se concentra, sino la luz que se difunde. Y ya saben ustedes que nuestro pensador universal Andrés Bello, a quien hace un año rindieran un hermoso homenaje en esta grandiosa institución, fue un divulgador de la ciencia que pedía que ella tuviera su estampa nacional, para que cada nación le aportara el tributo individual a fin de engrandecerla como el patrimonio más grande de todos los hombres.

Nosotros, por nuestra parte, hemos dicho que la ciencia debe ser cómo la luz del sol, que sale para todos. En fin, hemos procurado aplicar las técnicas mediante las cuales la comunicación pueda llegar a todos los niveles culturales, pero esto desde luego no solamente tiene los dos cometidos de que antes les hablé: tiene también el cometido de luchar contra el estorbo principal que afrontan actualmente los países tercermundistas en sus luchas por alcanzar un desarrollo social y humanizado. Me refiero a la dependencia tecnológica, que es actualmente la línea que define el carácter del tercermundismo a nuestra manera de ver, pues la dependencia tecnológica que crea dependencia económica crea también dependencia cultural y crea dependencia política. Y esta trilogía de gravámenes están permanentemente profundizando las crisis sociales que viven nuestros pueblos y las limitaciones mayores que cada vez deben afrontar con el objeto de saltar hacia los valles de la promisión, a los cuales también tienen derecho.

Reflexionando acerca de esta injusta distribución del conocimiento, hemos pensado que tiempo habrá en que la sabiduría sea distribuida equitativamente entre todos los componentes de la población humana, entre todas las naciones, para que todos puedan disfrutar de sus ventajas, de sus encantos, y de la dicha que ella puede proporcionar, porque la sabiduría fue acumulada durante muchos siglos no por determinadas naciones ni tampoco por determinados individuos, sino por la humanidad, para el bien de sus hijos en todas las generaciones que hayan de venir. Sin embargo, algo anda mal en la moral del hombre. Muchas veces pensamos que esa moral anda mal, porque permanece en la cuna y no ha logrado desarrollarse bien, para que en vez de las actuales actitudes presagiosas de ciertas potencias, tuviéramos como esperanza un horizonte lleno de perspectivas para gratificarnos el trabajo con la felicidad y con la dicha que le hace falta a muchos de nuestros pueblos tercermundistas, a pesar de la fecunda acción del trabajo intensivo que libran constantemente con el objeto de zafarse de las ataduras a que son sometidos por parte de las metrópolis. Consideramos, pues, que el periodismo científico, que no tiene política de ningún tipo, pero que tiene su propia política, debe encontrar en esta lucha contra la dependencia tecnológica una de sus más plenas justificaciones.

Hemos visto, con la debida consideración y el respeto que se merece, la determinación de la UNESCO de crear un nuevo orden en la información para el mundo. A estas alturas en que nos hallamos en vísperas del siglo XXI, y en que los niveles de la cultura humana se han acrecentado suficientemente, no se puede explicar que un servicio público tan importante como es el de los medios de comunicación social, que están llamados a incidir en la forja de las presentes y de las futuras generaciones, que están llamados a cumplir un rol fundamental en la educación de los pueblos, no se puede concebir que esos medios estén en manos de gente que con ellos no busca sino puras finalidades mercantiles, puros dividendos egoístas, puras formas de engrosar sus opulentas riquezas. Esto requiere porque sí una observación de fondo y una modificación substancial, porque no se pueden invocar la libertad de prensa, la libertad de pensamiento y la libertad de información para justificar la frecuencia con que en los espacios más sobresalientes de la prensa, la radio, la televisión y el cine se divulguen las cosas que expresan la desgracia humana, los robos, los estupros, los crímenes y las violaciones, mientras se colocan en segundo lugar tanto los hechos de los grandes pensadores como la significación de ellos como ejemplos señeros de lo que debe ser el hombre. Esta prevalencía de lo transitorio y de lo grotesco por encima de lo noble y de lo elevado, que es el hombre, me ha hecho pensar muchas veces que el periodismo, que los medios de comunicación, están en una edad paleolítica y no precisamente la edad de la piedra pulida, sino en la edad del paleolítico inferior; y que llegará algún momento de la historia de la humanidad, en que 1os periodistas se avergonzarán de que hubiera habido una época, en que se daba referencia a las cosas más monstruosas del ser humano en nombre del sensacionalismo y en nombre de la libertad de comercio.

Pienso que es hora de que haya una concepción más noble, más hidalga y más alta de lo que es el quehacer de la ciencia. No es posible que se esté utilizando a la ciencia con el objeto de fabricar los más monstruosos artefactos bélicos y que en la actualidad las potencias dispongan de aparatos con suficiente energía, para destruir este planeta y algunos otros del sistema solar, mientras tenemos que quejarnos de la escasez de energía para las cosas buenas de la existencia humana.

La ciencia tiene que ser reorientada y es necesario imponerle una moral, porque ella carece en si de moral y es necesario imponérsela desde fuera. Es necesario que la ciencia sea ribeteada con los caracteres humanísticos de que tiene que estar acompañada, a fin de que los traficantes de la guerra y la destrucción no la sigan usando para sus nefastos fines. Esto tiene que preocuparnos y esto es un viejo vicio del hombre, esto de utilizar algo tan noble y tan elevado como es el conocimiento para los fines de la ruindad y de la corrupción, para las cosas más contrarias de las que están encerradas en el corazón de los hombres. Ya en la época de Arquímedes se utilizaba su talento para fines bélicos e inclusive un humanista de la alta condición de Leonardo se prestó para fabricar tanques a fin de multiplicar las posibilidades bélicas de los príncipes de Florencia Y en nuestro tiempo, ya sabemos la tristeza de Albert Einstein cuando supo que la bomba atómica había sido tirada sobre Hiroshima y Nagasaki y sabemos también, de que ha habido hombres como Eduardo Teller y Samuel Cohen que con un siniestro ingenio y echando mano de los conocimientos que la humanidad adquiri6 durante muchos siglos, los utilizaron para fabricar la bomba de hidrógeno y la bomba de neutrones. Estos hechos son también repudiables por la moral del periodismo científico y son repudiables también por la conciencia de los hombres que tengan un átomo de sentido de lo que debe ser la justicia.

Es necesario que el hombre se yerga por encima de este estúpido sentido de la indignidad y de la inmoralidad, con el objeto de que rescate sus valores más íntimos y los ponga a flamear como las banderas de la esperanza y de la felicidad que tarde o temprano el hombre está llamado a conquistar.

Yo quiero finalizar estas palabras diciéndoles que la experiencia del periodismo científico que se ha hecho en Venezuela está a la orden de todos nuestros hermanos del Tercer Mundo y de las demás naciones. Y quiero decir también que respeto no solamente la ciencia que resuelve problemas de inmediato, sino también la ciencia que sirve para enriquecer el conocimiento humano, que fue la que principalmente se hizo durante muchos siglos. Quiero decir que respeto profundamente aquellas palabras inscritas en el Ramayana por aquel gran poeta Balmaqui, quien decía que el escalar la ciencia es un honor más alto que el de alcanzar un trono. Quiero decir, por último, que somos agentes del optimismo y que estamos permanentemente trabajando con la confianza de que la ciencia, que es el petróleo del porvenir, pero que tiene sobre él la ventaja de que es meta y no medio y que tiene sobre él la ventaja de que se puede renovar, mientras el primero se agota, quiero decir que la ciencia nos servirá algún día para sembrar por siempre la sonrisa en el rostro quebrantado del hombre contemporáneo. Muchísimas gracias.

enero 06, 2005

Hace más de un siglo y medio el autodidacta Joseph Henry creaba un eletroimán que atraía pesos de una tonelada.

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 6 de Enero de 1987.

La electricidad sigue siendo en estos días en que podemos escudriñar las profundidades del universo y las intimidades del átomo, una fuerza que se deja manejar conservando oculta su identidad, igual que el magnetismo, la otra cara de la moneda. A comienzos del siglo pasado advertía la estrecha relación entre estos dos fenómenos, por efecto de la casualidad y de la virtud más peculiar de los investigadores, la observación. Simplemente, se fijó en que la aguja de una brújula se dejaba atraer por un cable cargado de corriente. Un notable estudioso autodidacta ampliaría las consecuencias de este hallazgo, después que inglés Sturgeon construyera el primer electroimán que podía levantar pesos equivalentes a cuatro kilos, veinte veces mayor que el del aparato.

Joseph Henry (1797 – 1878) se daría cuenta de que el poder del electroimán sería más grande si los hilos arrollados en la herradura de hierro respectiva, se recubrían de un material aislante que impidiera la pérdida de electricidad por cortocircuitos. Antes de conseguir el revestimiento del alambre de sus bobinas, se dice que tuvo un pleito con su mujer por haber utilizado durante sus ensayos la seda de un vestido de ella. Resuelto el problema a sus colegas de la Albany Academy, con el electroimán que izaba pesos de ciento treinta y cinco libras el cual fue seguido por otro que levantaba una barra de una tonelada como si fuera una barajita. Estos avances carecían entonces de toda aplicabilidad y nadie habría intuido que serían esenciales en las fases superiores de la revolución industrial.

En el Instituto Smithsoniano se conserva pieza valiosa en la historia de la ciencia, el electroimán que en 1831 diseñara Henry. (Rep. Ruiz)


Henry tuvo una infancia paralela a la de Farada por la pobreza de su estrato social, por una escolaridad accidentada y por la necesidad de trabajar tempranamente. Así como el inglés fue aprendiz de encuadernador, Henry fue relojero. A los dieciséis años descubrió casualmente unos libros en una iglesia entre los cuales había uno que le llamó poderosamente la atención. Bajo su título de “Lecturas De Filosofía Experimental” resumía los adelantos en el dominio de la electricidad, considerada entonces erróneamente como un fluido. Con aquellas nociones empezaría a hacer experiencias de juguete.

Producía pilas pequeñas con el diseño establecido por Volta treinta años antes. Se colocaba los cables de los dos polos de las mismas en los párpados para distraerse con la ilusión óptica de chispas saltando cerca de sus ojos. Unía los cables a los extremos de los arrollados en el centro de una herradura para mover sin tocar los objetos metálicos livianos. Así comenzaría las experiencias que en 1831 le conquistaran la fama por la cual, a pesar de ser un empírico, lo harían profesor en Albany y después, en la jerarquizada Universidad de Princenton. En el curso de sus trabajos se hizo la pregunta siguiente:” ¿Si la electricidad es capaz de crear un campo magnético, éste a su vez no podría generarla?”


En 1983 el Congreso Internacional de Electricidad en Chicago honró la memoria de Joseph Henry bautizando con su nombre la unidad de autoinducción descubierta por él. (Rep. Ruiz)


Faraday se le adelantó dando una respuesta positiva al demostrar que una bobina girando en medio de un circuito de imanes producía electricidad en efecto. Correspondería a Henry la iniciativa de hacer que un electroimán atrajera y soltara una lámina metálica, en la medida en que se le transmitía y se le interrumpía la electricidad de una batería a través de un cable a una milla, es decir a mil seiscientos metros de distancia. Con desinterés pocos frecuentes, se abstuvo de patentar sus hallazgos y no cobró ninguna recompensa por la asesoría que le diera a Samuel Morse en Estados Unidos y a Wheatstone en Inglaterra para que instalaran las primeras líneas telegráficas.

Acogió deportivamente la ingratitud de los dos inventores que tampoco le reconocieron el crédito de haberles regalado el conocimiento precursor de las modernas telecomunicaciones. Henry concibió al principio de que si la corriente se le conectaba a la bobina eran los imanes en su torno los que girarían. Así previó el motor eléctrico, inventando en 1835, que hoy acciona las neveras, las aspiradoras, las licuadoras y otros artefactos domésticos e industriales. En homenaje a sus aciertos se le nombró presidente del recién fundado Instituto Smithsoniano, al frente del cual auspició la diversificación de la investigación científica en los Estados Unidos, en los cuales su muerte causaría tal conmoción que los funerales fueron encabezados por el presidente de la república y otras máximas autoridades al frente de una multitud sobrecogida



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Cada elemento de la materia es una familia de átomos que se diferencian entre sí por los neutrones que carban en sus núcleos.

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 6 de Enero de 1982


Los tres ilustres miembros de la familia del hidrógeno: el H1, que es el que más abunda; el H2 constituyente de la bomba H y el rarísimo H3 o tritio (Rep. Tejada).

El hombre sabe pesar las partículas infinitesimales del átomo. Este aprendizaje es uno de los más increíbles que ha logrado, porque con el referido fin, resultarían inútiles las balanzas que nos dicen cuantos gramos tiene un trozo de carne o una rebanada de queso. De igual modo tampoco servirían las que usaban los antiguos boticarios, para precisar los miligramos de cada sustancia, que debían llevar las formulas recetadas por los médicos. No obstante los investigadores han señalado sin la menor equivocación, que un electrón pesa nueve mil cuatrillonésimas de gramo. O sea que en un gramo de electrones contaríamos nueve mil cuatrillones de ellos: ¡un nueve seguido de veintisiete ceros!. El U-238 que no se deja partir es usado para fabricar el diabólico Plutonio (92 U-239) cuando es bombardeado por un neutrón- El U-235 que se deja partir facilmente es utilizao en las bombas.

Se sabe que un solo protón es mil ochocientos cuarenta veces mayor que el electrón, tan leve, que es lo más parecido a la nada en el mundo de la materia. El neutrón es un poquito mayor que el protón, su compañero de residencia, pues ambos están en el núcleo del átomo. El electrón ya lo sabemos, gira en la periferia y por eso los científicos prefieren concebirlo al dibujarlo, en las órbitas o circunferencias que traza durante su recorrido. Nadie ignora que el átomo del uranio es el peso pesado de la tabla de Mendeleyev y que el hidrógeno es el peso mini mosca. Ningún elemento es más gordo que el primero ni más flaco que el último.

Antes de seguir adelante debemos recordar que mientras la masa es una porción de materia presente siempre, el peso no es así, pues este depende de un factor ajeno a la propiedad de los cuerpos. Donde no hay fuerza gravitacional no existe el peso. Un astronauta conservará la totalidad de su masa, aunque flote dentro de su nave a salvo de la fuerza gravitacional de la Tierra. Su peso de setenta y dos kilos, al descender en la luna se reducirá a doce kilos, como si lo hubieran sometido a una de esas dietas violentas con que sueñan las personas coquetas entradas en edad. El fenómeno se explicaría porque la fuerza gravitacional de nuestro satélite es seis veces menor a la del planeta.

Ahora bien, no sólo hay diferencias entre el peso y la masa del oxigeno y el hierro, del fósforo y el estaño. Hay también diferencias de peso y de masa entre los átomos de un mismo elemento. Sus propiedades químicas son idénticas porque tienen el igual número de protones en el núcleo y de electrones en el periferia. ¿Dónde esta entonces la variación? En el número de neutrones. Por esta razón se les denomina isótopos, palabra formada con dos raíces griegas que significa en el mismo lugar. El estaño se da el lujo de ser formado por la unión de diez hermanos o isótopos. Todos ellos tienen cincuenta protones y cincuenta electrones, pero unos tienen sesenta y dos neutrones, otros sesenta y tres, otros sesenta y cuatro, otros setenta y uno, otros setenta y dos, otros setenta y tres y otros setenta y cuatro.

Si a los cincuenta protones, les sumamos sesenta y dos, tendremos el isótopo ciento doce del estaño. Si hacemos las sumas en los demás, tendremos los isótopos ciento trece, ciento catorce, del estaño y así sucesivamente. En cualquier trozo de estaño el porcentaje de cada isótopo es siempre el mismo. Hay que sacar el promedio de todos para concluir que la masa del estaño es de 118.7. Esta ley es valida para los 92 elementos. El isótopo 1 del hidrógeno es el único núcleo sin neutrones que hay. El hidrógeno 2 posee un neutrón y es mejor conocido como deuterio. El hidrógeno 3 tiene dos neutrones y es llamado también tritio.

Antes dijimos que cada isótopo se encuentra en un elemento en una proporción que siempre es la misma. Digamos que el hidrógeno es un huevo, pues bien necesitaríamos seis mil huevos para conseguir uno con dos yemas, el deuterio y mil millones de huevos para encontrar otro con tres yemas, es decir, el tritio. Con el uranio sucede algo análogo. Una barra de este metal de diez kilos estaría compuesta de nueve mil novecientos veintiocho gramos de U-238 y de sólo setecientos catorce gramos de U-235, que aunque muy escaso como se ve, es el que más se usa como combustible atómico porque es físil, es decir, permite que lo partan en dos. El uranio enriquecido no es que tenga mucho real, es simplemente una barra de ese metal en que se ha elevado artificialmente la proporción del U-235.



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enero 05, 2005

Una cosa es el calor y otra la temperatura: Al demostrar esta verdad Black pasó a la historia.

la ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy. 5 de Enero de 1983

A mediados del siglo XVIII ya estaban listas las bases para la creación de la química como ciencia sistematizada. A ello había contribuido ciertos alquimistas, que estuvieran más pendientes de búsquedas lógicas y experimentales, que de la quimera del elixir de la eterna juventud. Uno de esos hombres serios fue el belga Helmont, quien presintió la existencia del gas carbónico en el humo que se desprendía de un leño encendido. Pero el que surgiría en este campo, como quien lleva una antorcha en las tinieblas, sería José Black (1728-1799), quien además haría apreciaciones novedosas en los terrenos de la física. Su padre era un escocés residenciado en Burgos donde comerciaba con el famoso licor que hoy nos sigue exportando desde aquella parte llamado Reino Unido.

José Black, llamado en sus días el Néstor de la Revolución Química, en recuerdo al Rey de Pilo

Una frustración de la que no se han repuesto los Gales, fue la de que aunque Black vio la luz en Francia adoptó la nacionalidad de su progenitor.

Black no mostró ninguna vocación por lo quehaceres del padre, que se preguntaba a quien le iba dejar su herencia. Convencido de que el muchacho carecía de una idea clara sobre el sentido de las libras y de los francos, le permitió inscribirse en la facultad de medicina de Glasgow. Aunque llegó a doctorarse, lo hizo con una tesis ajena por completo a la terapéutica y al dominio de las enfermedades.

Le aburrían las disecciones que los profesores hacían en los cadáveres, durante las prácticas de anatomía. En cierto momento pareció interesarse en una vejiga urinaria, pero lo que en realidad le había llamado la atención, era la piedrecilla o cálculo que había en su interior. En aquel fugaz instante, había encontrado su verdadera vocación. En lo sucesivo se dedicó al examen de los minerales sometidos a la acción del fuego. Así hizo un hallazgo accesible hoy a un estudiando de bachillerato, pero que en 1750 transformó los conceptos que habían en las relaciones de la energía con la materia.

Después de calentar una porción de carbonato cálcico, se percató de que el compuesto se había transformado además de perder peso.

Lo puso al aire libre y al siguiente día cundo tornó a su cuarto de ensayos, comprobó que el carbonato cálcico había recuperado su aspecto original. Hoy sabemos que en el primer caso se había convertido en óxido de calcio y que la perdida de peso se debía a la materia escapada en forma de gas carbónico. Ahora bien, el óxido de calcio a la temperatura ambiental se combina con el gas carbónico atmosférico y se torna en carbonato cálcico. Black repitió una y otra vez su experiencia. Llegó a la conclusión antes dicho bautizando como “aire fijado” al gas carbónico. Este hecho de que una materia inasible se incorpora a un sólido, sería el comienzo del fin del misterio en que hasta entonces estuvieron los gases.

James Watt. Ante el vapor de una tetera, quién más tarde, al hacer su invento, aplicaría las leyes descubiertas por Black.


Por otra parte, Black descubrió que el calor y la temperatura eran dos cosas diferentes. El ejemplo lo tendríamos en una olla hirviendo bajo la acción de una cocina prendida. En el agua hay una cantidad de calor invertida muchas veces superior a la del fósforo que acabamos de encender. Sin embargo, la llama de este tiene una temperatura ocho veces superior a la del agua. Ahora bien, aunque la llama del fósforo tenga un calor más potente que el del agua, se apagará apenas lo introduzcan en ella. Esto se debe a la ley, que en un siglo más tarde sería desarrollada de que el calor se transfiera de las temperaturas mayores a las temperaturas menores.

Más tarde, al frente de sus cátedras en las universidades de Edimburgo y Glasgow, publicaría sus trabajos en que demuestra que los cuerpos requieran distintas cantidades de calor para alcanzar la misma temperatura. Para aumentar un grado C en un kilo de agua, se necesitaría diez veces más calor que en un kilo de hierro.

Por más calor que se le transmita al hielo, siempre se mantiene a cero grados C del mismo modo que bajo la candela el agua de una vasija no pasa nunca de los 100 grados C, pues el calor adicional lo utiliza para la evaporación. A pesar de haber renunciado a la ciudadanía francesa, estos principios le dieron a Black el honor de ser integrado a la Academia de Ciencias de Paris.



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La Mangosta hereda una memoria que le dice cómo enfrentarse victoriosamente con las cobras aunque jamás las hayan visto.

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 5 de Enero de 1982

Uno se explica las destrezas, las habilidades y prontitud en los reflejos, que logran desarrollar ciertos seres humanos, a pesar de su escasa inteligencia. Este es el caso de muchos campeones de boxeo y el de los llamados reyes de la fiesta brava (taurinas). Han logrado especiales aptitudes para triunfar en tales espectáculos, mediante un entrenamiento exigente y la perseverancia para hacerlo sin interrupciones. En algunos animales observamos también la adquisición de dones musculares y nervios que no los han aprendido en ninguna parte. Son inexplicables porque se deben a instrucciones grabadas en su memoria genética desde que nacieron. No necesitaron pasar diez horas diarias en un gimnasio o en un circo aprendiendo los principios de la lucha libre o del matadero, hasta dominarlos a la perfección.


Eso sí, son suficientemente sensatos para aplicar estos recursos sólo en aras de la defensa personal o de la consecución del alimento. Si dos supuestas fieras libran una pelea cuerpo a cuerpo, no contarían con público a su alrededor, pues a las criaturas de la sabana o de la selva, no les interesan estas cosas que tanto apasionan a los miembros de la más presumida de las especies. Estas reflexiones vienen a cuento cuando examinamos la conducta de un pequeño cuadrúpedo, amigo de la carne como nosotros que habita en el África, en el Asia y especialmente en la India. Se trata de la mangosta dueña de una celebridad bien ganada.



En este instante la cobra se comporta como un boxeador pondrón, pues trata de mantenerse en pie a pesar de su cansancio. La mangosta lo sabe y se apresta darla el golpe de gracia. (Rep. Cárdenas)



Hay mangostas de diferentes tamaños desde cuarenta centímetros hasta de un metro de longitud, incluyendo la del rabo, que suele rematar en una mota negra, al parecer sin objetivo. Los antiguos egipcios veneraron una especie por los servicios que ella les prestaba en las casas y en los sembrados agrícolas, como eliminadora de roedores y de insectos perjudiciales. Era conocida injustamente como la rata del faraón, porque sus quehaceres se asemejaban más bien a los del gato. Lo que más le agradecían los constructores de las pirámides era su costumbre de localizar con un extraño radar, los ocultos nidos de cocodrilos para así comerse vorazmente sus huevos. Así limitaban el riesgo de la superpoblación de los saurios en el Nilo y sus riberas.


La mangosta se come la totalidad de las serpientes, pero cuando se trata de una rata u otro mamífero, se conforma solo con su sangre. (Rep. Cárdenas)

Las mangostas andan solas por lo que se supone que son desafectas a la vida conyugal. Su luna de miel no dura más que le tiempo necesario para el apareamiento. Son de hábitos nocturnos y en la oscuridad enseñan a las tres o cuatros crías que tienen por parto, a cazar alimañas que serán su comida. Su pelaje es de un gris verde muy tupido, y mientras que su cabeza es reducida, con un peso que puede ser la mitad del de su cuerpo, nunca mayor de tres kilos. Sus músculos son livianos y por lo mismo les permiten una asombrosa movilidad. Esa peculiaridad en que aventajan a los felinos, es propia los vivérridos, entre los que fueron colocados como una familia aparte aunque perteneciente al mundo de los carniceros.

En la india hay mangostas especializadas en el raro arte de devorar víboras. Estas matan cuarenta mil personas por años, es decir, una cada quince minutos. Ningún procedimiento humano resultó tan eficiente como la técnica de las mangostas para desayunar, cenar y almorzar con filetes frescos de cobras recién cazadas. Son las que ofrecen una mayor resistencia y por eso mismo quizás constituyan el trabajo que mas divierten a las mangostas, que siempre salen indemnes del enfrentamiento. Se ha comprobado que estas son vulnerables al letal veneno de la expresada serpiente y que el secreto de su victoria estriba en la pasmosa agilidad con que esquivan las embestidas del terrorífico ofidio.

La cobra tan segura otras veces de si misma se yergue apenas ve a la mangosta, no para dárselas de valiente, sino porque saben que si se comporta como una vulgar culebra su final será más rápido y más inevitable. No huye arrastrándose sino que intenta vender cara su vida. Levanta la mitad de su cuerpo, ensancha su cuello tratando de intimidar a la magosta, que espera fríamente la picada. Los colmillos se hunden una y otra vez en el pelaje esponjado donde la ponzoña se pierde, mientras la mangosta gira con rápidos pasos en torno a su rival, como Cassius Clay en sus mejores tiempos. Y al igual que ese ilustre púgil, cuando la mangosta advierte el cansancio de su enemiga salta sobre la cabeza y se la destruye de un mordisco. De inmediato un banquete al natural queda servido al aire libre para la triunfadora.

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enero 04, 2005

Hay un océano de enigmas indescifrables aún para la ciencia en el cuerpecillo unicelular del embrión de una criatura.

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 4 de Enero de 1983

Aristóteles estaba tan convencido de su infalibilidad, que sin examinar el desarrollo de un huevo de gallina que comenzaba a convertirse en pollo, lanzó la idea de que los embriones tenían en su interior, sin que dijera donde, un ser vivo con la totalidad de su anatomía, que era algo así como un adulto en miniatura. Esta teoría como otras igualmente erradas, que lanzara el pensador griego guardó una vigencia que duró más de dos mil años. Eso explica porque los dominios de la genética y el arte de fabricar vida, se hallan en terrenos ultramicroscópicos, en mucho de los cuales no ha penetrado aún la mirada humana. Sin embargo, con el surgimiento de los microscopios de luz, la ciencia tuvo un instrumento para observar ese inexplorado mundo.

Muchos estudiosos dudaron de las ideas preformistas de Aristóteles. Otros la respaldaron de tal modo, que concibieron el embrión como las muñecas rusas, es decir, como una personita que tenía en su interior a otras iguales a ella pero cada vez más chiquitas. Los aumentos de hasta dos mil veces, que permitían ver a cada célula del tamaño de una pulga, darían al traste con la absurda posición de los preformistas. La dificultad de conseguir un embrión que dejara ver sus transformaciones, fue obviada utilizando huevos fertilizados cuyo medio de desarrollo, podía reproducirse en los tubos de ensayo de los investigadores.



A las tres semanas, el embrión posee un corazón que late y dos lóbulos precursores del cerebro, cuyas células tienen parte ya en el funcionamiento de este cuerpecillo de dos centímetros y medio. (Rep. Dimas).


Los científicos se habían persuadido de que sólo los experimentos auxiliados por la microscopia, les darían las respuestas que anhelaban. El primer gran paso por está vía, lo realizó el alemán Wehilmen Roux. Cuando la célula única que había en el huevo fecundado de la rana se partía en dos, mataba una y dejaba viva a la otra. Así produjo una serie de medios embriones. Esto dio pie a la proposición de que cada ser era la culminación de dos mitades. Esto pareció demostrado contundentemente por Weismann. Pero otro creador de conocimientos no estaba conforme con el resultado. se trataba de Hans Driech, quien reiteró las pruebas, empleando huevos fertilizados de erizos de mar. Fue grande su alborozo al comprobar que de las cuatro células que aislara de un solo embrión, salían después cuatro larvas normalmente del expresado animal.

Si esto pudiera hacerse con el óvulo humano fertilizado, podrían obtenerse del mismo infinidad de copias, como sacadas del mismo molde. En nuestro tiempo y aquí mismo, en Cagua, Venezuela, los investigadores de FUSAGRI pueden obtener todas las plantas que quieras de las células de una hoja, puesto que cada una de ellas, con el tratamiento adecuado, se conducen como una semilla lista para germinar. Son imponderables las metas que puede alcanzar la ciencia, pero si lo que ya se hace con el reino vegetal, fuese posible con el animal, un solo ejemplar sin sexo bastaría para perpetuar su especie, con descendientes idénticos a él.

En los años veinte se iba a correr una gran cortina acerca de los enigmas del embrión, todavía indescifrables en su mayoría. Otro alemán, Hans Spemann, insatisfecho con los resultados de sus antecesores, se internó mas hondamente en estos parajes de lo desconocido. Comprobó que una vez que el espermatozoide entra con su propia carga genética en el óvulo que a su vez tiene la suya, se inicia un vigoroso y armonizado intercambio no sólo en el núcleo y el resto de la célula inicial. Pronto se forma una masa amorfa de células, evidentemente dirigidas por un misterioso organizador, que en un momento dado les encomienda oficios especializados.



El Nóbel Hans Sperman, quien duró treinta años en descubrir la existencia de un secreto organizado de las células que surgen durante la multiplicación de embrión (Rep Dimas)

En adelante habrá células dedicadas exclusivamente a producir tejidos cerebrales, tejidos cardíacos, tejidos hepáticos, tejidos musculares, tejidos renales, tejidos óseos, el tejido sanguíneo, y así sucesivamente. Spermann se ganó el Nóbel por sus trabajos, y es de suponer que algún día lo recibirá el que arroje luz acerca de fenómeno antedicho, el de la diferenciación celular. Vale la pena recordar que las semillas son un embrión que tienen en su interior y en estado latente un modelo en miniatura de la planta que va a nacerle, algo así como un útero que aguardará las condiciones mas optimas para expulsar la criatura formada en su interior.

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enero 03, 2005

Siglo XIV antes de Cristo: El Faraón Amenofis IV ordena la nacionalización de los servicios médicos.

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día Tla como hoy, 3 de Eenero de 1984

La mayor parte de las enfermedades tienen un componente psicógeno que si es removido o eliminado, deja de dañar al enfermo que por eso sentirá alivio. Los médicos egipcios obraban este efecto cuando decían usar las invocaciones divinas y los ensalmes en el tratamiento de sus pacientes. Este solía acompañarse de pócimas y bebedizos vegetales que en muchos casos eran una real indicación científica contra cada padecimiento. La fe supersticiosa que suscitaban y la acción terapéutica de las sustancias de la primitiva farmacopea se juntaban y de vez en cuando producían verdaderas curaciones- eso explica el éxito de los hechiceros, de los plaches y de los sacerdotes que actuaban como Facultativos en el mundo de los faraones.

Había además una profusa charlatanería entre los curanderos de entonces. A pesar de que los demás aventajados se basaban en la observación clínica y en la experiencia, en la aplicación y la dosificación de cada remedio, Había quienes concebían formulas absurdas y sin mas consecuencias que las terribles intoxicaciones. Para el dolor de muelas por ejemplo se recomendaba, según reza en el papiro de Ebers escrito quince siglos antes de cristo: “llevar un collar hecho con dientes de topo o de perro joven, y además, comer cada mes el corazón entero de una serpiente o de un ratón, Si el remedio resulta ineficaz, tomar arañas confitadas y rebozadas en aceite de rosas”. Yo creo que el solo anuncio de que hay que ingerir esta receta, bastaría para que se nos quitaran todos los dolores.

El papiro de Ebers, llamado así en honor al alemán que lo descubrió, es el primer tratado accidental de medicina que se conoce: tiene 15 metros de largo y reposa en la Universidad de Leipzig, en Alemania Oriental. (Rep. M. Grillo).

Quizás los inmunólogos de la época no andaban tan errados al sostener que Había que cuidarse más mordeduras de los hombres que las de los cocodrilos, porque aquella infectaban más. Son interesantes las instrucciones para las heridas, que se resumían así: “El cirujano utilizara dos ligaduras de tela adhesiva para reunir los dos labios con un finísimo hilo hecho de intestino animal. La herida será tratada a continuación con una aplicación de carne fresca, después, los días siguientes, con fibra vegetal (algodón), impregnada de cueros grasos, miel, mirra o incienso”.

Estas orientaciones, más o menos acertadas, aparecen en el papiro de Edwin, contemporáneo del anterior, pero referido a la ciencia quirúrgica de los egipcios, que por cierto, era eficiente en la reparación de las fracturas de los grandes huesos. Durante siglos los embaucadores hicieron su agosto con la publicidad que le dieran al primer remedio contra la calvicie, falso cono los restantes, ya que las misma es incurable. Su composición era la siguiente: “patas de perro 1; huesos de dàtiles, 1; cascos de asnos, 1. se cuece prolongadamente con aceite y se unta en la cabeza”. Sorprende que este ángulo de la coquetería masculina se encontrara también entre los egipcios, ya que ellos se rapaban la cabeza y solo dejaban crecer los cabellos durante cada enfermedad, a fin de pagar según su peso los honorarios del medico tratante.


Entre los médicos egipcios se consideraba una obligación el administrarle al enfermo personalmente, la dosis de la pócima o el jarabe de yerbas que le habían indicado.

Hace cinco mil años vivió el mas prestigioso de todos lo facultativos egipcios. Fue Imhotep, tan idolatrado por sus múltiples curaciones, que se le considero el sabio mas importante de sus días, por lo que fue nombrado “Gran Visir” de Zoser, Faraón de la tercera dinastía. Por sus servicios a la salud se le dio el cargo con estas atribuciones: “Juez supremo, superintendente de los archivos del rey, portador del sello real, jefe de todos los trabajos del rey, sobreestante de todo aquello que da el cielo, crea la tierra y produce el Nilo, y superintendente todo lo existente en estas tierras”.

Catorce siglos antes de cristo, Amenofis IV lanzo un edicto nacionalizado la asistencia medica, suprimiendo las consultas privadas y creando algo así como un Servicio Nacional de Salud. En lo sucesivo, ningún enfermo pagaría. Ese deber lo absorbía el reino, por considerar que la comunidad tenía derecho a recibir algo, a cambio de los impuestos sobre la renta que le eran cobrados. En este hecho se asomo la primera manifestación de justicia social que hubiera en un estado, pues el Monarca dispuso también la entrega de un subsidio a las personas que se hallaran en la miseria por desempleo o alguna incapacidad física. Es curioso, pero aunque la medida no le fue consultada a los médicos, estos la atacaron sin la mas ligera amenaza de ir a un conflicto huelgario.


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