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diciembre 16, 2004

Treinta millones de años hace que los cóndores descubrieron el uso s antibióticos y el vuelo a grandes alturas.

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
16 de Diciembre de 1986


A pesar de las apariencias, los cóndores tiene un vínculo sanguíneo más directos con los albatros, las cigueñas y las garzas que con las águilas y los halcones.

Los fósiles de los cóndores rescatados en terrenos de California, Estados Unidos, nos revelan que estas aves son recién llegadas al planeta y que siempre residieron en América. Los de hace unos 30 millones de años era casi tan grandes, como pequeñas avionetas, lo cual hace inferir que tenían a su alcance una copiosa despensa. La misma debió estar en los cadáveres de animales, por la abundante de alimentación que les prodigaban las enormes plantas de bosques praderas. Entonces la naturaleza ensayaba los modelos fracasados de grandes criaturas. Para ese fin contaba con el recio calor las inagotables reservas húmedas que facilitaban el reinado de la vida en zonas que después serían desérticas.

No hay que olvidar que la exuberancia y las características tropicales, se habían extendido a regiones del Hemisferio Norte que son de clima templado. En California se instalaron antecesores de los cóndores, pero no hay datos por las cuales podamos asegurar si fueron aquellos los progenitores de los que hoy viven en Los andes o viceversa. Sólo sabemos que pertenecen a dos especies distintas. Los del norte son tan pequeños como los del Ecuador, pero estos son una raza hermana de los sudamericanos, que tienen un metro sesenta de longitud y hasta tres metros veinte de envergadura con las alas desplegadas.


Las técnicas aerodinámicas de los cóndores, al igual que las de los zamuros, fueron prolijamente estudiadas y copiadas por los diseñadores de los aviones contemporáneos.

Estos ases alturas constituyeron poblaciones de millones, cuando la explosión demográfica de la fauna daba lugar a numerosos monstruos muertos con toneladas de carne en descomposición. Los cóndores los devoraban saneando el ambiente como hoy los hacen los zamuros con los desechos podridos. Y a medida que fueron extinguiéndose especies como las de los megaterios y mastodontes, les redujeron sus insólitos banquetes. Los cóndores se adaptaron disminuyendo sus tamaños y aplicando los controles de la natalidad. De allí que las hembras sólo pongan huevos ocho veces más grande que el de las gallinas y que en el mejor de los casos sólo tenga seis crías al año, en incubaciones que duran 54 días.

Los conservacionistas de California tratan de que ejemplares se les produzcan en la cautividad, dada la inminencia de su extinción allá. Debieron de existir en los alrededores del pico Bolívar, pero la limitada población que queda de ello está circunscrita a la montaña de Ecuador, Bolivia y Perú, aunque los hubo también en la de Colombia, Patagonia y Chile. Un cóndor aparece en el escudo de este país. De esa manera los grandes patriotas de esa nación, hoy bajo el yugo del crimen y de la indignidad, quisieron simbolizar la majestad y la elevación de sus instituciones y de sus luchas por establecerlas. Los cóndores son los animales que más alto vuelan.

Son dueños de una filosofía sin paralelos. Millones de años antes de que el hombre y ideara a los trajes espaciales y las máscaras de oxígeno para tripular muy arriba los aviones descubiertos, los cóndores hacían eso sin aditamentos artificiales. Con pasmosa la facilidad alcanza en tres minutos los 5000 metros, indemnes al congelante frío y a presiones atmosféricas bajas harían estallar de hemorragias por los orificios de su cuerpo a un ser humano. A esos niveles la necesidad del aire es pobre y no le opone resistencia es a sus vuelos en planeo. Con este desplazamiento no deben agitar las alas, ahora en el combustible de sus calorías, mientras describe círculos de muchos kilómetros, en busca de fuentes de carroña que ellos les resultan deliciosas.

Con este desplazamiento se hacen gala en de los dones de una superdotadas inmunología, ya que tienen antibióticos exclusivo para matarlo microbios y enzimas para anular la toxicidad letal de toda podredumbre. Gustan de vivir en los riscos donde anidan porque jamás lo hace un en los árboles. Emprenden correrías sobre ellas lanzándose desde cualquier acantilado. Al despegar después de una comilona, necesita una pista de por lo menos 15 metros. Corren sobre ellas moviéndose es un aleteos vigorosos y alzándose y tocando tierra varias veces antes de empezar el ascenso. Su aterrizaje es menos complicado y que hay un exactamente el sitio que quieren cual un helicóptero, aunque aplicando técnicas diferentes. Estas consisten en encoger hacia adelante la cola, al crear en dirección opuesta a la que llevan y adoptar una posición vertical para aumentar la resistencia del aire, que lo frene.

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