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diciembre 11, 2004

Gracias a la ciencia del bien hay venenos naturales domesticados y al servicio de la salud y del conocimiento.

La Ciencia Amena. Arístides Bastidas.
Un día tal como hoy, 11 de Diciembre de 1986



Hay peces peligrosos, no por malos sino por razones de seguridad, con detectores bioquímicos para seleccionar sólo las algas y el fitoplancton que además de alimentarnos, le suministran elementos y compuesto de ésa arma defensiva. (Rep. J. Grillo).



El pez globo, a pesar de sus armas químicas de autoprotección, no ha podido impedir que se lo coman los gourmet japoneses, que lo aprecia como los nuevos ricos al caviar.(Rep. J. Grillo).


La investigación farmacológica no se dejó intimidar por los venenos naturales y después desarmarlos aislando sus distintos componentes, los obligó a ser útiles.

Eso ha pasado con las ponzoñas de las abejas empleadas contra ciertas artritis, con los tóxicos letales relativos que sirven para preparar antídotos y anticoagulantes. El curare con el que los indios se defendían de los trabucos invasores ha sido igualmente domesticado y lejos de matar, es un valioso auxiliar anestésico en ciertas operaciones quirúrgicas. Hoy la ciencia se ha propuesto pescar en el mar, sustancias activas contra enfermedades inexpugnables ante la limitada artillería de la moderna terapéutica.

El 40% de los medicamentos industriales proceden directa o indirectamente de la naturaleza. Ella ha ofrecido moléculas compatibles con la del cuerpo e incompatibles con las intrusas que nos mandan al hospital. Aunque no se han agotado las fuentes de estas sustancias amigas en las criaturas animales y vegetales que pueblan los continentes, la mirada farmacológica empieza a fijarse en las 500.000 especies de otros reinos que habitan en los océanos. En ellos se halló un celentéreo, prodigioso animal que segrega en cantidades industriales hormonas importantes, que nosotros producimos sólo en cantidades ultra microscópicas. Se trata de la prostaglandinas que, según pronósticos serios podrían encabezar una revolución médica más importante que la de los antibióticos.

En cantidades infinitesimales han ayudado a superar afecciones del corazón y grandes carencias de oxígeno en recién nacidos. Se les usa ordinariamente en la inducción del parto y en la suspensión de los embarazo hasta de tres meses. Estos serían simples atisbos de sus beneficios contra males incurables, si se les pudiera manejar en grandes cantidades. Ésta posibilidad ha sido abierta por los expresados celentéreos o gorgonias, monopolizadores inexplicables del don de generales a granel a pesar de sus pequeñas dimensiones.

Durante siglos, los japoneses han tenido una incontenible afición por los filetes de cierto miembro de una familia de competentes nadadores: los tetradóntidos. Son denominados así por las placas de dos dientes cada uno, que los caracteriza. En la mesa de los nipones es como una droga pues no pueden dejar de comerlo a pesar de las intoxicaciones a veces mortales que desata. Se trata del pez globo que a la facultad de inflarse para hacerse un plato difícil de engulla, añade otra técnica defensiva que es la de un violento de veneno en su piel y sus vísceras. De ahí que los cocineros del país oriental sean adiestrados especialmente en suprimir las partes nocivas del animal, y en purificar las restantes tan sabrosas como inofensivas.

En 1974 culminaba felizmente el imperio de los investigadores japoneses, K. Tsuda y Y. Hirata y de los norteamericanos R.B. Woodward y H.S. Mosher de descubrir el compuesto venenoso hasta entonces oculto. Se le denominó Tetrodotoxina después que las aislaran en sus principales fuentes en el hígado y en los ovarios. Todavía no ha identificado el mecanismo por el cual, el pez globo es inmune a este compuesto. Es tan homicida que diez millonésima de gramos causan la muerte irremisible de una persona en seis curas. Esto se debe a que su acción sobre sistema nervioso es 160.000 veces mayor que la de la cocaína.

La investigación estableció que bloquean los comandos del sistema neurovegetativo, por lo que quedan cortado los hilos a través de los cuales se telegrafían las órdenes para que se ejecuten las funciones involuntarias y vitales del organismo. De ahí una parálisis que comiencen la boca y en la lengua y que luego se generaliza totalmente. Hoy la tetrodotoxina está al servicio de la ciencia y de la salud. Sirve para investigar inaprensibles intimidades a través de los cuales impulsos nerviosos a través de los cuales el cerebro envía mensajes y los recibe. No ha sido posible neutralizarle su peligrosidad pero se le está usando en aplicaciones sobre la piel con el fin de relajar los músculos y calmar los dolores cancerosos, ya que sus propiedades anestésicas son 10.000 veces superiores al de la procaína.

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